¿Por qué se llama así La Cícer en la playa de Las Canteras?

El nombre de esta icónica zona de la playa de Las Palmas de Gran Canaria es el reflejo de la profunda transformación que ha experimentado a lo largo del tiempo

La central de la CICER en los años 50.

La central de la CICER en los años 50. / Fedac

Héctor Rosales

Héctor Rosales

Las Palmas de Gran Canaria

En Mi playa de Las Canteras recordaron este miércoles la historia del origen de La Cícer, y qué mejor momento para sumarnos todos al cónclave. Muchos leerán esto con sorpresa: unos, porque asumen que esta historia debería formar parte del saber colectivo; otros, porque la escuchan por primera vez. Sea cual sea el caso, ya sea para refrescar la memoria o para aprender algo nuevo, nunca está de más mirar atrás, especialmente para destacar hechos que reflejan y simbolizan la evolución económica y social de Las Palmas de Gran Canaria.

La Cícer es hoy muy popular por varias razones. Al no estar protegida por la barra natural de Las Canteras, recibe un oleaje constante que la convierte en un escenario ideal para deportes como el surf, siendo perfecta tanto para principiantes como para los más experimentados. Pero también existe un fuerte arraigo ligado a su historia. Antes de que se la conociera popularmente como La Cícer, esta zona costera era conocida como playa de Guanarteme, por el barrio homónimo, que ha cambiado notablemente con los años.

Pasó de ser un barrio de pescadores, en las afueras de la ciudad, a integrarse de forma inevitable en el tejido productivo y urbano de Las Palmas. De aquella transformación industrial, con una central eléctrica como protagonista, surgió también el nombre de La Cícer.

El tiempo en La Cícer (Las Palmas de Gran Canaria, 23/08/24)

La Cícer en la actualidad. / Juan Carlos Castro

Historia de la CICER

En 1897, el Ayuntamiento de Las Palmas firmó un contrato con una compañía belga para empezar a desarrollar el suministro eléctrico de la ciudad, dando lugar a la Sociedad Eléctrica de Las Palmas (SELP), que operó con exclusividad durante más de tres décadas desde su fábrica en la actual Plaza de La Feria. Asociada también al servicio de gas y al tranvía —que desde 1910 ya funcionaba con electricidad—, la SELP controlaba varios sectores claves de la capital.

El monopolio comenzó a resquebrajarse en 1929, explica el historiador Agustín Millares Cantero, cuando la Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (CICER), creada un año antes por el ingeniero Gustav Winter, recibió una concesión del ayuntamiento que le permitía dar alumbrado a particulares. El alemán había llegado a la Isla en 1925 con el ambicioso objetivo de electrificar todo el Archipiélago, cuenta César Javier Palacios. Su planta, ubicada en Guanarteme, contaba con maquinaria moderna y una capacidad de producción de 12.000 caballos (de potencia).

Aunque oficialmente se llamaba Central Alfonso XII, nadie la conocía así. Para los vecinos siempre fue La Cícer, por las siglas de la compañía, y con ese nombre acabó llamándose también a la zona.

Primo de Rivera inaugura la CICER.

Primo de Rivera inaugura la CICER en 1928. / Kurt Herrmann (Fedac)

La empresa cobraba mucho menos que la SELP, y eso bastó para que muchos, hartos ya de los abusos de la belga, se cambiaran enseguida. Sin embargo, el contrato municipal con la SELP prohibía a cualquier otra empresa utilizar su red, y eso dejó a la CICER prácticamente aislada, sin acceso al centro urbano. Se vio obligada a suministrar energía apenas a varios pueblos, sin capacidad real de crecer. Era una situación ruinosa para la empresa recién creada.

De vuelta al monopolio

Ante la desalentadora realidad que enfrentaba la compañía, Winter cruzó el océano para reunirse con inversores estadounidenses. Había que colocar aquel 'chollo' donde se pudiera. Un grupo de capital americano, con mucho interés por controlar el sector eléctrico, compró la CICER. No tardaron en descubrir el pastel. Los impedimentos administrativos y legales eran demasiados para lo que habían pagado, así que acabaron revendiéndola a la misma compañía estadounidense que ya se había hecho con la SELP, la Chicago Electric Company.

A partir de ahí, ambas empresas, aunque seguían figurando como entidades distintas, quedaron bajo el control del mismo consorcio, que no tardó en reactivar el viejo monopolio. Desde los años treinta, la planta de Guanarteme comenzó a desviar su energía hacia la central de SELP, violando abiertamente las condiciones originales de la concesión. La posición de dominio absoluto les permitía hacer y deshacer a su antojo, burlando numerosas disposiciones municipales que, irónicamente, habían sido redactadas y defendidas por las propias compañías años atrás.

La Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (CICER), en 1928.

La Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (CICER), en 1928. / Fedac

Cuenta Millares que muchos trabajadores de la SELP perdieron su empleo: ya no eran necesarios, pues toda la energía procedía ya de la CICER. Para evitar las tensiones con el Ayuntamiento, el consorcio estadounidense ofreció en 1931 la cesión gratuita de sus acciones en la Sociedad de Tranvías —la empresa que gestionaba el transporte público de la ciudad—, intentando así calmar los ánimos tras los despidos y las irregularidades acumuladas.

Aquello no fue más que una maniobra de distracción. En paralelo, los americanos planeaban consolidar su control del sistema eléctrico bajo una sola estructura. Ese mismo año se formalizó la creación de la Unión Eléctrica de Canarias (UNELCO), una nueva compañía que absorbía tanto la CICER como la SELP. Aunque registrada como empresa española, los americanos seguían al mando con una mayoría accionarial.

Cierre de la central

La central eléctrica de Guanarteme cesó su actividad en la década de 1980, en el contexto de la reestructuración del sector energético en Canarias. Esta transformación acabó alejando la industria de las zonas con más potencial turístico y permitió recuperar, en este caso, el suelo costero para la ampliación del paseo de Las Canteras. Aunque el desmantelamiento de las instalaciones comenzó poco después, algunos restos de las antiguas instalaciones permanecieron, y aún lo hacen.

En 2015, el Ayuntamiento comenzó a retirar los restos de la antigua central eléctrica que habían quedado al descubierto en la playa tras varios temporales. Desde entonces, y aún en 2024, las mareas más intensas continúan sacando a la luz fragmentos de la vieja estructura, que se van retirando de forma progresiva. Algunos elementos se han dejado como recuerdo de la fábrica que dio nombre a una de las zonas más carismáticas de la capital grancanaria.

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