La vida a 58 escalones de la calle en Las Chumberas: "Esto es un sufrimiento"

Nicolasa Santana, a sus 87 años, depende de su hijo o de otros vecinos para poder salir a la calle al no tener ascensor en su edificio

Las Palmas de Gran Canaria

"Claro que me gusta bajar al parque a dar un paseo, pero no puedo sola", señala Nicolasa Santana. A sus 87 años, los 58 escalones que separan su vivienda del portal suponen un abismo que le condiciona la vida. "Esto es un sufrimiento", apunta su hijo Alberto Rodríguez. Vecinos de la plaza Alfredo Kraus, en el barrio de Las Chumberas de Las Palmas de Gran Canaria, claman por algo tan básico como un ascensor para poder acceder a sus casas y no vivir condenados a estar encerrados en ellas o depender de terceros. Y es que en el bloque de Nicolasa han visto en la rehabilitación de La Paterna -donde están colocando elevadores en todos los edificios- una oportunidad para poder mejorar su calidad de vida.

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria elaboró en 2021 un estudio diagnóstico de este barrio, uno de los más pobres de la ciudad, con solo 22.504 euros de renta anual por familia. La falta de ascensores en los edificios y de accesibilidad en el entorno urbano por la gran cantidad de escaleras y desniveles son las grandes preocupaciones de los vecinos según este informe, que está apunto de cumplir cuatro años pero del que poco más se ha sabido. Este documento fue elaborado en el anterior mandato con el propósito final de hacer una rehabilitación urbana y social de esta parte de la Ciudad Alta.

"Vimos lo que estaban haciendo en La Paterna y nos preguntamos, ¿por qué no aquí también?", indica Manuel Vega, secretario de la comunidad del número 4 de la plaza Alfredo Kraus. Situada a medio camino entre Escaleritas y Schamann, el conjunto está formado por una serie de edificios de cinco plantas, todos sin ascensor. Se trata de viviendas protegidas de promoción privada, construidas en 1964. "Mi marido trabajaba para Dragados y estuvo en la construcción de estos edificios", apunta Colasa, como la conocen todos en el edificio.

Cuidador de personas dependientes

Con 87 años, se desenvuelve bien dentro de su casa, pero salir a la calle por su propio pie es algo impensable para ella. "A mi marido [quien falleció hace tres meses con 97 años] tenían que sacarlo al hombro", apunta, ahora el problema lo tiene ella, "aquí estoy metida siempre". Su hijo Alberto con ella e intenta sacarla cuando puede, "esto es un imposible, bajar más o menos, pero para subir es horrible", señala. Y es que hacer de cuidador de personas dependientes, encerradas por la falta de accesibilidad en sus edificios, también pasa factura.

"Tengo que estar pendiente de todo, salgo dos horas y ya tengo que volver, el miedo a que se caiga no te lo quita nadie", indica, "ojalá se pudiera poner un ascensor en este edificio, yo también estoy fastidiado de las rodillas de tanto cargar". Mientras tanto, la ayudan los vecinos o Carmelito, "el de la tienda de la esquina", quien le dieron la llave del portal y le trae una compra con lo básico casi a diario.

Andrea Suárez Bouza, junto a su madre, tiene gemelas de un año y vive en un cuarto sin ascensor.

Andrea Suárez Bouza, junto a su madre, tiene gemelas de un año y vive en un cuarto sin ascensor. / Andrés Cruz

Con todo, este no es un problema que no solo afecta a las personas mayores. Andrea Suárez Bouza vive en el cuarto de este mismo edificio de la plaza Alfredo Kraus. Hace un año tuvo gemelas y ya desde el embarazo comenzó su calvario. Acaba de llegar del supermercado con su madre y nada más entrar en el portal comienza el periplo. El carrito lo dejan 'aparcado' en el zaguán y ambas toman cada una de las niñas en un brazo y las bolsas de la compra en el otro.

Obligados a mudarse

"Cuando estoy trabajando o cuando lo está haciendo ella se vuelve todo más complicado", matiza Beatriz Bouza do Pico, su madre. Es más, la situación ha sido tal que Andrea se ha visto obligada a dejar a las niñas solas para volver a bajar a recoger las bolsas que dejó previamente en la planta baja. "Pides que te traigan la compra en el supermercado y te ponen pegas, te dicen que las dejan a mitad; te viene un paquete por correo y lo mismo", relata.

"Al final todos nos la apañamos como podemos, es algo que te puede afectar en cualquier momento", añade Manuel Vega. De hecho, a él le dio un ictus hace un par de años y durante meses vivió esa sensación de estar encerrado en su propia casa. "Si no era por mis dos hijos que me ayudaban a subir y bajar era imposible", indica, "por eso nos hemos fijado en La Paterna y hemos visto la oportunidad".

Otros vecinos se han visto obligados a mudarse. Fue el caso de los padres de Antonia Jiménez Rosario, "cambiamos el quinto [sin ascensor] por este local reconvertido", señala ella desde la puerta, mientras cuida de su madre. El cambio lo hicieron hace tres años, "mi padre no tenía las dos piernitas y no quedó más remedio", y es que solo el hecho de ir a buscarle los enfermeros de la ambulancia para llevarlo al Negrín era toda una odisea.

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