Opinión
Patinetes, la gran amenaza urbana en Las Palmas de Gran Canaria
Bajo el paraguas de movilidad sostenible, estos vehículos campan a sus anchas en una anarquía de ciudad, camuflada de progreso

Alfombras del Corpus pisadas. / LP/DLP

Vade retro sin excepciones. Lo que en teoría debía ser una alternativa ecológica y moderna al transporte urbano, en la práctica se ha convertido en un problema grave de seguridad y convivencia ciudadana. El uso descontrolado de los patinetes eléctricos en Las Palmas de Gran Canaria ha llegado al límite.
Lo que empezó como una moda e iniciativa 'verde' ha degenerado en un caos sin ley que pone en riesgo a peatones, genera conflictos y deteriora la calidad de vida en la ciudad.
Bajo el paraguas de la movilidad sostenible, los patinetes han invadido calles, plazas, aceras y pasos de peatones sin control alguno. Vehículos que circulan como les da la gana, sin respetar semáforos, normas básicas de tráfico, ni los espacios reservados para peatones.
La impunidad es total: sin matrículas, sin seguros obligatorios, sin formación previa, sin control técnico y, en demasiados casos, con rectificados ilegales de sus motores que aumentan la velocidad muy por encima de los límites permitidos.
Los incívicos usuarios, muchos de ellos adolescentes sin experiencia o repartidores de comida, saltan bordillos, suben aceras, zigzaguean entre viandantes, entran en zonas peatonales a toda velocidad. Y todo esto sin que las autoridades tomen medidas claras ni efectivas. La última muesca: pisar las alfombras del Corpus que han engalanado las calles de Vegueta.
Los patinetes se han convertido en una amenaza directa para los peatones, especialmente para los más vulnerables: mayores, personas con movilidad reducida y niños. Basta con pasar una tarde en zonas como Triana, Mesa y López o la Avenida Marítima para presenciar escenas peligrosas e inaceptables. ¿Cuántos accidentes tienen que ocurrir para que se actúe con seriedad?
En otras ciudades, la situación ya se ha reconocido como insostenible y se ha actuado en consecuencias. París prohibió los patinetes eléctricos de alquiler en 2023 tras una oleada de accidentes y miles de quejas ciudadanas. Barcelona ha restringido drásticamente su uso, especialmente en zonas turísticas y peatonales. Al igual que Nueva York, que limitó su circulación en determinadas áreas y exige seguros y registros.
¿Y en Las Palmas? Silencio institucional.
Mientras otras ciudades toman medidas contundentes, aquí se sigue mirando hacia otro lado, priorizando una falsa imagen de modernidad y sostenibilidad por encima de la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos. Lo que ocurre aquí no es movilidad verde, sino es anarquía urbana, camuflada de progreso, bajo la gran amenaza de miles de patinetes.
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