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Gastronomía

El sabor de Marruecos a la mesa, en el restaurante Amal: "Todo lo hacemos en el momento"

El local, decorado con mobiliario y cerámicas traídas de Fez, ofrece todo un viaje a través del paladar entre productos frescos y la familiaridad del ambiente

Nayra Bajo de Vera

Nayra Bajo de Vera

Las Palmas de Gran Canaria

Desde que se pone un pie en el restaurante Amal, una experiencia inmersiva envuelve todos los sentidos. El olor a cúrcuma, jengibre, ajo y cebolla se entremezcla con el aire perfumado que emana de la hierbabuena. El sonido del vertiéndose en un vaso acompasa la música árabe mientras los comensales se preparan para degustar algunas de las especialidades de la gastronomía marroquí. El local, decorado con mobiliario y cerámicas traídas de Fez, da a este rincón de Las Palmas de Gran Canaria la ambientación perfecta para viajar a través del paladar. Y su carta, una especie de pergamino suave hecho con piel de cordero, da el toque final a este negocio que recibe el nombre por su dueña y cocinera principal, Amal Zbida Dahbi.

Sus manos expertas combinan la cocina tradicional del país magrebí, tal y como la aprendió en su casa desde que era pequeña, con la formación que recibió a través de una escuela en la capital grancanaria. Pero ese fue un interés que Amal desarrolló con el paso del tiempo, ya que en los años 90, antes de mudarse a la Isla, solía trabajar en el Ministerio de Finanzas de Marruecos.

Un cambio de vida

En unas vacaciones en el año 2000 visitó Gran Canaria, donde ya residía su hermano Said Zbida, y decidió dejar su empleo para quedarse también a vivir. Un año después conoció a su marido, Thomas Stranghoener, y junto a ellos dos abrió el restaurante apenas unos días antes de que tuviesen que cerrar a causa de la pandemia por Covid-19. Después de unos meses de incertidumbre, con mucha ilusión y sin haber hecho un solo ERTE a sus empleados, el negocio pudo empezar a deleitar a las gentes de la ciudad.

Para ir abriendo boca no hay nada como un refrescante tabulé con un toque cítrico al que Amal añade unas deliciosas semillas de granada. Quienes prefieran un entrante caliente no pueden pasar por alto los breuat, pequeños triángulos de hojaldre fino muy crujiente con rellenos frescos de carne molida, espinacas o pollo. Ensalzando sus sabores, una salsa picante llena de personalidad sirve para ir dando paso a los platos fuertes.

Una alianza entre lo dulce y lo salado

Una de las indudables estrellas del restaurante es la pastela, que combina a la perfección la miel dulce y el pollo salado envuelto en un crujiente hojaldre recubierto de almendras. Nada más introducir el cuchillo para descubrir un interior de contrastes, el aire se llena de un exquisito olor endulzado.

Pero pocas cosas huelen mejor que el cordero con pera, piña y ciruelas caramelizadas, un guiso que queda en su punto tras horas de cocción para que la carne se deshaga al tocarla con la cuchara. El cordero llega a la mesa recién hecho y burbujeando, con el acompañamiento de un buen plato de cuscús con verduras bañado en caldo.

Guiso de cordero con frutas caramelizadas y cuscús con verduras

Guiso de cordero con frutas caramelizadas y cuscús con verduras / LP/DLP

El ritual del té con postres

Al terminar la comida llega el momento de la sobremesa, cuando se puede hablar compartiendo un té acompañado de postres tradicionales. Esta costumbre forma parte integral de la cultura marroquí, consolidándose como un símbolo de hospitalidad y cortesía. El té verde con menta y hierbabuena, preparado en una tetera de metal, se sirve en tres vuelcos que tienen sabores diferentes, siendo el primero más amargo, el segundo intenso y el último dulce. Para hacer el ritual según manda la tradición, hay que verterlo a distancia del vaso con el propósito de hacerlo espumar.

Junto a la bebida, Amal prepara a diario postres caseros elaborados con masa filo rellena de almendras fritas, cacahuetes y sésamo tostado. Su sabor tan especial lo aporta el agua de azahar, y nunca usa azúcar, ya que el toque dulce se lo da el sabor natural de la miel. Además, los fines de semana elabora una tarta, similar al milhojas, compuesta de cuatro capas rellenas de crema pastelera, almendras, miel de caña y pistachos.

Productos frescos y ambiente familiar

De este negocio destaca no solo la facilidad con la que sus clientes pueden sentirse en el país vecino gracias a la decoración; también se respira un ambiente tranquilo y cercano. "Cuando abrimos la puerta nos sentimos como en casa. Parece que estamos preparando la comida para una familia grande. Cuidamos mucho a los clientes para que vuelvan", señala Amal.

Uno de los aspectos diferenciales de su restaurante es que no dispone de ollas grandes, ya que siempre cocina para consumir el mismo día e, incluso, hace la compra pocas horas antes de comenzar a servir almuerzos para que los productos sean siempre frescos: "Si abres mis congeladores los ves vacíos. No congelo la comida, solo lo que de verdad se tiene que cogelar. El cuscús, el tajine, el pollo... todo lo hacemos en el momento, hasta la tarta y los dulces".

Su carta reducida, que también incluye platos vegetarianos, es garantía de la calidad de unos preparados que también comen a menudo los empleados y dueños. Eso es, además, una seña de la familiaridad que tanto defiende Amal cuando asegura que no buscan llenar su local todos los días ni tener largas listas de reservas. En su opinión, vale más tener "unas cuantas mesitas al día" para evitar el estrés, tanto al personal como a los comensales, y así poder disfrutar con calma de cada uno de los sabores.

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