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El grancanario secuestrado y vendido como esclavo que se convirtió en un pirata rico y temido

Unos corsarios berberiscos lo capturaron mientras pescaba y lo vendieron en Argel. Años después, mandaba galeras corsarias y amasaba botines que lo hicieron célebre en todo el Mediterráneo.

Mercado de esclavos de Argel (Jan Luyken, 1684).

Mercado de esclavos de Argel (Jan Luyken, 1684). / Museo de Historia de Ámsterdam

Héctor Rosales

Héctor Rosales

Las Palmas de Gran Canaria

Las costas canarias no fueron lugar seguro. Con la apertura del Atlántico como ruta hacia América, sus aguas se llenaron de mercaderes, pero también de piratas. Pescadores y marineros aprendieron pronto a temer no solo al océano, sino también a quienes lo cruzaban con malas intenciones.

Los corsarios berberiscos dominaban esta zona con embarcaciones ligeras y rápidas. Atacaban sobre todo a los pesqueros, capturando a sus tripulaciones para venderlas como esclavos, explica el historiador Alberto Anaya.

Ninguna isla escapó a sus incursiones, aunque Lanzarote fue la más castigada. Entre 1587 y 1768 se liberaron 758 canarios en el Magreb. El número real de secuestrados debió de ser mucho mayor.

Los esclavos realizaban trabajos forzados de manera continua, y en ocasiones iban encadenados. Todo dependía del patrón. Unos acababan en las galeras, condenados a una vida corta y agotadora. Muchos eran empleados como artesanos, obreros o sirvientes. Incluso había quienes regentaban pequeñas tabernas para reunir el dinero de su rescate.

Alí el Canario

Unos pocos tuvieron mejor suerte; entre ellos, Simón Romero. Nació en Triana y desde niño aprendió a ganarse la vida como su padre, pescando. En 1655, con apenas 15 años, unos corsarios lo capturaron mientras faenaba cerca de la costa norteafricana y lo llevaron a Argel, entonces una ciudad amurallada con un puerto abarrotado y un importante mercado de esclavos.

Argel y su puerto en un grabado neerlandés de 1690.

Argel y su puerto en un grabado neerlandés de 1690. / LP/DLP

Su juventud y su destreza lo salvaron de lo peor. Mientras otros padecían el cautiverio más duro, a él lo enviaron a servir en barcos corsarios. Cuatro años después renegó del cristianismo, abrazó el islam y tomó el nombre de Alí Arráez Romero; Arráez significa 'jefe' en árabe. En Argel lo conocían como Alí el Canario.

La conversión le permitió comprar su libertad y, poco después, contar con su propio barco, el Canario, con el que inició su carrera en el corso, la piratería con permiso oficial.

Entre 1668 y 1675 capturó más de treinta barcos —trece de ellos canarios— y reunió una fortuna que lo convirtió en uno de los corsarios más influyentes de la región. Una de sus presas más notorias fue un navío que llevaba al regente de la Audiencia de Sevilla, de donde obtuvo un botín valorado en 152.000 reales y exigió otros 244.000 por su rescate. En otra ocasión se hizo con un barco que viajaba de Livorno a Inglaterra y se llevó 67.000 doblones.

Combate naval contra corsarios berberiscos en el Mediterráneo, pintado por Laureys a Castro hacia 1680, en plena época de Alí el Canario.

Combate naval entre berberiscos y europeos en el Mediterráneo, pintado por Laureys a Castro hacia 1680. / LP/DLP

La paradoja de Alí

Desde su nueva posición ayudó a los suyos. En 1659 rescató a su padre, y aquello se volvió casi una costumbre. Su hermano Salvador, atraído por su éxito, viajó a Argel pese a la oposición de Alí. Renegó, adoptó el nombre de Mustafá Arráez, se unió a las galeras corsarias y perdió una pierna en un combate contra los franceses. Tiempo después, cayó en manos de los españoles y la Inquisición no lo perdonó.

Melchor, otro de sus hermanos, fue liberado una vez, pero cuando cayó preso de nuevo con su hijo, Alí se negó a pagar porque no le devolvió lo prestado. Hasta un sobrino suyo acabó prisionero.

Aunque en Canarias lo seguían viendo como un traidor, empleó su fortuna en ayudar a otros esclavos, muchos de ellos isleños. Adelantó dinero para rescates colectivos y cubrió liberaciones como la de una mallorquina en 1686.

También repartió alimentos, ropa e incluso pieles de camello, señala Anaya. Con lo que obtenía por la mañana rescataba, al caer la tarde, a quienes él mismo había capturado. Un antiguo prisionero declaró al volver: «Alí por 50 pesos no dejaba cautivo en Argel».

Mapa de Pierre Du Val (1664) que muestra las costas de España y la zona de Berbería.

Mapa de Pierre Du Val (1664) que muestra las costas de España y la zona de Berbería. / LP/DLP

Gran parte de estas acciones se conoce gracias a la correspondencia que mantuvo con el obispo Bartolomé García Ximénez, quien mediaba para que los liberados devolvieran los préstamos y así socorrer a los siguientes.

Entre canarios

Su influencia se reflejaba en cada detalle de su vida. Estaba casado con la hija del conocido corsario Chivirino y vivía en una mansión decorada por el cautivo canario José de Araujo. Entre sus cerca de treinta sirvientes abundaban los isleños, quizá su manera de redimir a los suyos.

Alcanzó tal prestigio que viajó como embajador ante el sultán otomano, entonces uno de los máximos exponentes del islam, de quien recibió valiosos regalos. Incluso llegó a plantear la conquista de Orán para establecerse allí. En Argel, su nombre se convirtió en sinónimo de éxito y respeto.

Poco se sabe del final de Alí. Tras la muerte del obispo en 1690, su rastro desapareció de las fuentes. En 1691 un preso aseguró que había muerto, aunque años después su nombre volvió a escucharse en Argel, ligado a la venta de esclavos. De haber sido él, habría pasado de los 83 años.

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