La larga espera de El Confital para lograr su regeneración
La recuperación de uno de los búnkeres históricos esta semana, tras más de 10 años de ocupación, reactiva el interés para rehabilitar el espacio natural

Panorámica de El Confital. / Juan Carlos Castro
En el paisaje natural protegido de El Confital, en La Isleta, conviven historia, arqueología y etnografía que forman parte del patrimonio cultural de la ciudad, pero todo eso ha tenido que lidiar en las últimas décadas con el desarrollismo urbano, la especulación y la dilación para sacar adelante un proyecto que integre de manera sostenible una de las joyas naturales de la capital.
Un espacio cuya transformación en los últimos años no ha estado exento de polémica política y social. «La importancia de El Confital es, desde el punto de vista económico, muy anterior incluso a la propia Isleta», comenta Jorge Pulido, miembro del Instituto Canario de Estudios Antropológicos.
«Cuando a finales del siglo XIX se produce la desamortización de de La Isleta, el istmo y Las Canteras en sí, no tenían valor ninguno. Una casa en Triana valía más que toda la playa y lo que le daba valor a la zona eran las salinas, el verdadero motor económico», añade. Además de ser «una bahía perfecta» para protegernos de los vientos del este.

Derribo de una parte de los asentamientos irregulares. / LP/DLP
Los símbolos
Las Cuevas de los Canarios, las antiguas salinas, los secaderos de pescado, la pedrera y los búnkeres forman parte del conjunto arqueológico de mayor entidad que queda en La Isleta.
«Las Cuevas son muy importantes porque suponen la existencia del primer poblado aborigen, catalogadas como Bien de Interés Cultural», resalta Pulido. La forma en la que se abastecían de agua y de alimento -con las huellas de conchas de lapas halladas y que sirvieron de fuente de proteína para los primeros pobladores- así como la formación geológica en sí del macizo situado en lo alto del paraje es uno de los principales objetivos para recuperar la zona como conjunto de gran valor etnográfico.
«El Confital ha experimentado una transformación de mucha envergadura, ha sido un polígono industrial donde todavía están sus vestigios», subraya el también vecino del barrio y divulgador. Una transformación que vino de la mano de las salinas y de sus primeros trabajadores en 1905, pero que decayó tras la gran eclosión demográfica de los 50 y la llegada de los primeros asentamientos chabolistas. Estas poblaciones irregulares influyeron en la degradación ambiental de las salinas y del resto del entorno.
«Esa etapa de las chabolas sí que nos ha dificultado mucho todo el estudio posterior de El Confital», admite Pulido.
La recuperación del espacio todavía tenía que esperar hasta 2014, año en el que quedaron desmanteladas por completo tras el desalojo de las últimas construcciones ilegales y la reubicación de sus pobladores en otros barrios de la ciudad.

Pobladores de las chabolas. / LP/DLP
El parque de César Manrique
El espacio natural volvió, pero los impedimentos para su conservación aún tendrían que tropezarse con la especulación urbanística. Mientras se iban desmantelando aquellos asentamientos, se empezaba a gestar un futuro proyecto no exento de polémica: el Parque Marino y Acuático de El Confital. Un plan que no llegó a materializarse por la oposición vecinal y los cambios del color político en turno.
La intervención se había encargado al artista lanzaroteño César Manrique. El objetivo era unir El Confital con La Puntilla en un gran paseo donde cabrían desde un acuario a un museo, un campo de golf, tiendas, restaurantes y una gran piscina en forma de ‘playa-jardín’, inspirada en sus otros proyectos similares como el Lago Martiánez, de Puerto de La Cruz o el Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife.
El encargo tuvo un accidentado comienzo, lo que aventuraba el final tendría después. En 1991 la maqueta diseñada por Manrique llegaba a Las Palmas de Gran Canaria entre cristales rotos. El artista lanzaroteño, aun así, presentaba su visión para el paraje natural al entonces alcalde Emilio Mayoral (PSOE) en el edificio Elder. Una idea que, con otras vueltas, intentó retomar después José Manuel Soria (PP) durante su gobierno. Las crónicas del momento hablaban que la idea era «desahogar» la playa de Las Canteras del exceso de usuarios.
El Confital se había convertido a finales de los 90 en el objeto de deseo para políticos e inversores. Uno de ellos fue el grupo francés CDS (Consejo Desarrollo de Servicios), quienes habían mostrado su interés en construir en la zona un parque marítimo y de ocio «si el Ayuntamiento le concede la explotación de los terrenos por un mínimo de 99 años», se leía en la prensa del momento.

Mural contra los planes de urbanización de la zona. / LP/DLP
Un largo proceso judicial
Pero la regeneración del emblemático espacio se enfrascaba cada vez más. Durante décadas estuvo inmerso en contenciosos administrativos que incluyeron permutas, autos judiciales y hasta devoluciones de terrenos.
Finalmente, en abril de 2023, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria adquiría la última parcela de la playa de 50.000 metros cuadrados tras pagar una indemnización de 4,3 millones de euros a Confitalsa, Confital Internacional S.A. propietaria del terreno.
Una sentencia judicial que le permitió a la ciudad ahorrarse 38 millones de euros de lo que le pedían inicialmente. Pero lo verdaderamente significativo de esa decisión radicaba en que se eliminaba cualquier posibilidad de construcción hotelera en el terreno.
Sin embargo, no fueron los únicos obstáculos que le aguardaba al enclave paisajístico. A partir de 2017 los problemas saltan de la tierra al mar. Los muestreos realizados por Salud Pública empiezan a indicar la existencia de contaminación fecal.
Una alta concentración de bacterias, tanto de Enterococos como de Eschericia Coli, obligan a prohibir el baño. Una prohibición que se ha alargado hasta el día de hoy. El desconocimiento sobre cuál es el origen del foco ha llevado a que esta semana, por primera vez después de ocho años, la Concejalía de Mar y Salud Pública realizaran catas conjuntas.
De nuevo en tierra, en septiembre del año pasado una nueva decisión se vuelve impopular. El acceso para vehículos quedaba restringido para conservar el entorno. «Desde el Foro por La Isleta habíamos pedido al Ayuntamiento que el acceso fuera más accesible; lo es, y no lo es, porque ahora las personas con movilidad reducida no pueden bajar como quisieran», subraya Jorge Pulido, creador también del blog orgulloisletero.com.

César Manrique explica al alcalde Emilio Mayoral en 1990 su idea de proyecto para el paraje con la maqueta que aún presenta trozos de cristales del accidene a su llegada. / LP/DLP
Una ruta interpretada, el proyecto para el entorno
Esta semana, esa larga espera para rehabilitar El Confital de forma integral daba un paso más con la recuperación de uno de los dos últimos búnkeres históricos. Después de más de 10 años de ocupación y de varias medidas judiciales de por medio, el Consistorio desalojaba a su morador. Pero aún queda otro más, a escasos 200 metros y ocupado hace ocho meses. La espera para muchos se vuelve ya eterna. «Vincular toda la regeneración del espacio y su desarrollo a que hay 10 metros cuadrados ocupados es una forma de echar balones fuera», subraya el divulgador del Instituto Canario de Estudios Antropológicos.
«No comprendo la espera. Se pueden ir dando pasos, como ir colocando los paneles informativos, las señalizaciones, etcétera». Jorge Pulido pide que, además, se tenga en cuenta a las asociaciones del barrio. «Somos los que conocemos la zona porque nos hemos criado aquí. Sería muy feo que ahora vinieran los técnicos y decidieran ellos solos lo que hay que rescatar».
El proyecto municipal persigue una ruta interpretativa que cuente la historia de La Isleta, desde el primer poblado aborigen de Las Cuevas de los Canarios hasta las construcciones defensivas. Además, hay una intención de recrear las antiguas salinas. «Recuperarlas es imposible, por eso la intención es poner en valor el papel de las familias que trabajaron en ellas», explicó el concejal de Ciudad de Mar, Pedro Quevedo.
Una actuación que trata de dignificar el patrimonio de uno de los enclaves paisajísticos más importantes de la capital, de conservarlo y de evitar su deterioro. Una espera que los vecinos del Istmo, y de la ciudad, confían en que no se siga demore de forma interminable.
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