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Tradición y relevo generacional en el Encuentro de Papagüevos El Pilar

Los cabezudos de las fiestas de Guanarteme unen a familias y turistas en Las Palmas de Gran Canaria

Las fiestas del Pilar llenan de papagüevos el barrio de Guanarteme y el paseo de Las Canteras

Esther Medina Álvarez

Las Palmas de Gran Canaria

Las mellizas Alba e Irene Ramírez, de seis años, no podían contener la emoción cuando aún quedaban unos minutos para que el Encuentro de Papagüevos El Pilar comenzase en el barrio de Guanarteme de Las Palmas de Gran Canaria. Sin alejarse de sus cabezudos, dos monstruitos de cabeza roja emperchados con una camisa blanca, saludaban a otros niños que se acercaban al rincón de la plaza del Pilar donde aguardaban, inquietos, los bailarines más pequeños.

Este sábado, Alba se mostraba más tímida que Irene, aunque su madre asegura que normalmente es al revés y ella es la que más baila. Lo que más les gusta es saltar al ritmo de las bandas y hacer girar a sus papagüevos, y ambas tienen sus predilecciones y sueñan con poder cargar, algún día, con algunos de los gigantes que ya son un clásico en las principales fiestas de la Isla.

Desde los tres años

Su padre, Alfredo Ramírez, explica que cuando tenían tres años, después de haber visto a estos cabezudos bailando, sus hijas empezaron a insistirle en que querían tener sus propios papagüevos, y fue tanto el empeño que pusieron que finalmente se animó a construirles uno, una tradición que, tres años después, ya se ha consolidado. A él siempre le han gustado, pero reconoce que nunca se ha sentido tentado.

«Cuando eran más pequeñas se los hacía más ligeros para que pudieran bailarlo y a medida que ha pasado el tiempo los he ido haciendo más complejos», asevera el progenitor de estas pequeñas entusiastas. «El próximo año ya tengo que cambiarlos porque estos empiezan a quedarles pequeños».

Relevo generacional

Irene y Alba son solo dos de los niños que hacen confiar en que esta tradición canaria perdure. En la vigésima edición de este encuentro tradicional, eran más de una quincena los pequeños que portaban sus cabezudos, y entre el resto destacaba la alta participación de jóvenes.

En el público también se percibía diversidad. Las personas mayores que han crecido con esta tradición popular de la Isla se mezclaban con niños que no pueden evitar sorprenderse ante estos gigantes danzarines. Uno de ellos era Garoé Benítez, de siete años, que acudió con su madre Marta Benítez.

Las mellizas Alba e Irene, que llevan tres años participando en este encuentro.

Las mellizas Alba e Irene, que llevan tres años participando en este encuentro. / Andrés Cruz

«Es mi fiesta favorita», afirmaba mientras recorría con su mirada cada uno de los papagüevos que este año recorrieron parte del barrio de Guanarteme y el paseo de Las Canteras. De hecho, este año ha pedido a los Reyes Magos que le traigan el suyo propio, concretamente uno de Geppetto, igual que el que tienen en Guía, «porque es grande». Hasta que sus majestades de Oriente cumplan su deseo, se conforma con bailar a su lado y jugar con las marionetas que son réplicas de célebres papagüevos del norte de Gran Canaria. Él y su madre son unos grandes aficionados a esta tradición isleña y en verano suelen ir a Guía, donde «hacen bastantes fiestas en agosto con pasacalles».

De las olas a los gigantes

Justo a las 11.15 horas, comenzó el baile con 55 papagüevos de Moya, ZárateSan LorenzoSchamannAgaeteLa PardillaSanta María de Guía y San Isidro de Gáldar, que se sumaron a los de Guanarteme y a una quincena de papagüevitos, que eran los encargados de cerrar la comitiva. Entre ellos, las bandas Isleña, Guiniguada y Archipiélago.

La peculiar comitiva recorrió varias de las calles del barrio de Guanarteme antes de adentrarse en el paseo de Las Canteras, desde el que cientos de personas disfrutaban del ETB Gran Canaria Pro, una competición internacional de bodyboard que forma parte del European Tour of Bodyboard. Lo llamativo de los gigantes que giraban sobre su propio eje y saltaban al ritmo de la música, hizo que muchos de los espectadores de la competición deportiva alejaran su mirada de las olas.

La comitiva captó la atención de las personas que paseaban por Las Canteras.

La comitiva captó la atención de las personas que paseaban por Las Canteras. / Andrés Cruz

Una de ellas fue Carla Martí, una aficionada al surf de Barcelona que está disfrutando de una semana de vacaciones en Las Palmas de Gran Canaria, a la que el desfile de cabezudos le pilló por sorpresa. «La verdad es que hace que mi niña interior quiera ponerse a bailar detrás de ellos», aseguró.

Identidad, tradición y comunidad

Por allí paseaba también una teldense, Xiomara Hernández, que había ido a darse un baño a la Cícer y se encontró «con un rebotallo de gente alrededor de papahuevos de todos los tamaños y colores». Para ella, lo mejor era el ambiente festivo: «niños, jóvenes y familias disfrutando juntos en un clima de alegría».

Cree que la recuperación de tradiciones populares como esta «ayuda a saber de dónde venimos para saber hacia dónde vamos» y defiende que deben aprovecharse espacios como las fiestas de los barrios, «porque siempre se habla de crisis de participación ciudadana, pero se reúnen en torno a las aspiraciones reales de la gente, seguro que el relato podría cambiar».

Está claro, concluye, «que Guanarteme es mucho más que un barrio para el turismo o para coger olas; es identidad, tradición y comunidad».

Un barrio paralizado

Una de las personas que no quiso perderse este singular encuentro fue la pregonera de las fiestas del Pilar, Ana Moreno, que resaltó el logro de que volvieran a participar en esta fiesta los papagüevos de Agaete y Guía, y aseguró que el éxito «ha superado las expectativas» de la organización.

«La gente estaba muy entregada, como siempre, y hemos colapsado el barrio», sentencia. «Una de las cosas que más nos gusta es que Guanarteme se paralice por los papagüevos».

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