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El ‘rey no coronado de Las Palmas’ que propició el rodaje en Canarias de 'Moby Dick'

Juan Domínguez Guedes, con su esposa, Josefa Arias Ruiz, levantó una empresa que llegó a tener el 30% de la venta de coches en Canarias

El ‘rey no coronado de Las Palmas’ que propició el rodaje en Canarias de “Moby Dick”

El ‘rey no coronado de Las Palmas’ que propició el rodaje en Canarias de “Moby Dick”

Se dice que el primer Guedes que tocó tierra en Gran Canaria fue un tal Joâo, en 1502, procedente de Funchal, un tipo emparentado con las clases altas portuguesas que llegó para trabajar en el desarrollo de la caña de azúcar, que en la isla de Madeira se conocía bien. De ese Juan funchalense de principios del siglo XVI proviene, al parecer, toda la estirpe de los Guedes en las islas, también Juan Domínguez Guedes, el hombre que, 450 años más tarde, propició que llegara a Canarias el rodaje más importante de su historia: “Moby Dick” (1956), dirigida por John Huston, con guion de Ray Bradbury, protagonizada por Gregory Peck, con participación estelar de Orson Welles, basada en el clásico de Herman Melville.

Más cercano en el tiempo que Joâo es el padre de Juan Domínguez Guedes, de nombre Juan Domínguez Pérez, oriundo de Los Arbejales de Teror y trabajador en una tienda de telas de Gáldar. Con los años, Domínguez Pérez llegó a ser apoderado de la Casa Lozano, uno de los principales comercios de Las Palmas durante las primeras décadas del siglo XX, situado en la esquina de las calles Triana y Lentini, en uno de los inmuebles más antiguos de Canarias que todavía sigue en pie. Casado con Pilar Guedes, Domínguez Pérez tuvo dos hijos, Juan y Pilar. La casa familiar estaba en Ciudad Jardín, en el Paseo de Madrid, cerca de la calle Tomás Morales. Cuando Pilar Guedes murió, en 1905, Juan Domínguez Guedes solo tenía un año.

Damos un salto de 120 años. Almorzamos con Miguel Ángel Domínguez Arias, Juan Carlos Domínguez Siemens y José Arias Domínguez en uno de los espacios clave de la familia, el campo de golf de Bandama. Son hijo, nieto y sobrino de Juan Domínguez Guedes, que fue uno de los promotores de la construcción en este lugar que es, dicho de manera totalmente objetiva, lo más parecido al cielo que hay en Gran Canaria. Juan Domínguez Guedes fue la máxima autoridad deportiva y en las instalaciones -capitán de campo- del Real Club de Golf de Bandama desde su inauguración en 1957 hasta que se retiró en su vejez. Fue también cofundador del club y quien modificó el diseño de varios hoyos del campo con el beneplácito del arquitecto Philip Mackenzie-Ross. Su imagen aparece en la histórica foto del 19 de julio de 1957 que clausuraba el campo de golf anterior en el Lomo del Polvo, sobre pista de tierra, en lo que hoy es Altavista y Escaleritas, el primero de España, que había sido inaugurado por los ingleses de la colonia en 1891.

Juan Domínguez Guedes fue un deportista y jugador más que notable. En tenis llegó a ser campeón de Canarias durante diez años en la década de los 30, compartiendo rivalidad con Sidney Head. En los 40 fundó el C.F. Huracán, equipo de fútbol integrado los hijos de sus amigos. Y no se defendía mal en el golf cuando ese deporte aún se jugaba solo con palos de madera, lo que exigía mucha más fuerza y precisión en los ‘drives’. Además, era buen conocedor del snooker, tipo de billar inglés que combina carambolas y embocaduras, juego que practicó con intensidad en sus años de estudiante aunque eso le hiciera saltarse algunas clases. “Y fue gran jugador de bridge”, apuntan sus familiares durante la comida, “en uno de sus cruceros coincidió con un gran campeón mundial y fue su pareja de cartas todo el viaje.”

En lo físico, Domínguez Guedes era un hombre corpulento, de rostro recio. Pero en lo que destacaba sobremanera era en lo atento que estaba a su apariencia física, la ropa que vestía y sus modales. Era lo más parecido que hubo a un auténtico ‘gentleman’ inglés en la Gran Canaria del siglo XX. “Era un emprendedor tenaz que conseguía todo lo que se proponía. No se achantaba jamás, luchaba siempre para ganar, en el juego y los negocios. Y la mayoría de las veces ganaba. El mundo está lleno de gente con buenas ideas, pero gente que tenga esa personalidad y ese prestigio de Juan Domínguez Guedes lo tenían muy pocos”, afirman sus legatarios.

‘Jack Guedes’

Volvemos a los ‘felices años 20’. Las Palmas era entonces dos extremos. Al sur, el histórico y conservador con Vegueta y Triana, con su playa y su muelle del Refugio (en lo que hoy es la Avenida Marítima a la altura del parque San Telmo), su Camino Nuevo (en lo que hoy es la calle Bravo Murillo) y las clases humildes, ojo avizor, en los riscos. Al norte, el más combativo en lo político y más dinámico en los negocios del Puerto y La Isleta, verdadera esponja de todas las influencias que entraban, entonces siempre, por el mar. A mitad de camino, en Ciudad Jardín se extendía la poderosa e influyente colonia inglesa, con su iglesia anglicana, el Club Inglés y los hoteles Metropole (en lo que hoy es la sede del ayuntamiento) y Santa Catalina como principales emblemas.

Gracias a su posición en la Casa Lozano, Juan Domínguez Pérez envía a su hijo a estudiar ingeniería en la universidad de Manchester (Inglaterra). Es el año 1922, tiene 18 años. Con habilidades innatas para las relaciones públicas y el deporte, Juan Domínguez Guedes fue pronto rebautizado allá como ‘Jack Guedes’. Ese nombre y la afinidad con Inglaterra lo acompañarán para siempre. Décadas más tarde, con ‘Jack Guedes’ en los sesenta, el escritor y cronista de golf del Daily Telegraph, Henry Longhurst, rememora una anécdota con él y lo llama “the uncrowned king of Las Palmas”, el rey no coronado de Las Palmas.

Juan Domínguez Guedes y Josefa Domínguez, poco después de casarse en 1929.

Juan Domínguez Guedes y Josefa Arias, poco después de casarse en 1929. / Archivo familiar

Pepita Arias

Domínguez Guedes vuelve a Las Palmas en 1926 y, tres años después, se casa con Josefa Arias Ruiz, una muchacha de 17 años, hija del comerciante Antonio Vicente Arias González, que llegó a ser vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria. Fue una pareja “de profundas creencias religiosas, los dos absolutamente convencidos de la existencia de Dios” -explica su nieto-, que vivió tanto los negocios como el amor de manera muy intensa y especial, él recuerda descubrir con asombro a sus abuelos, ya ancianos, en el sofá de su casa haciéndose arrumacos como dos adolescentes. La boda de Juan Domínguez Guedes y Josefa Arias Ruiz, el 4 de julio de 1929 en la Iglesia de La Luz, los uniría hasta el fallecimiento de él en 1991, a los 87 años.

Pepita Arias, que así se conoció siempre a doña Josefa en Las Palmas, no pasaba desapercibida. Era una mujer dotada de un gran sentido del humor, ocurrente y muy extrovertida. En las fotos familiares aparece con frecuencia explotándose de risa. “Era una gran organizadora de fiestas y una anfitriona impecable, presumida y tardona. Una mujer que cumplía siempre sus compromisos, muy disciplinada hasta el final con sus tablas de gimnasia”, aseguran. Falleció en 2008, a los 97 años.

Don Juan y doña Josefa residieron toda su vida en el número 10 de la calle Lope de Vega, en Ciudad Jardín. Dicen que la propiedad fue ganada en una rifa en 1928 y que, sobre el inmueble existente, el matrimonio construyó la vivienda definitiva. Hoy es propiedad de otro renombrado empresario local. Como pocas viviendas en ese distrito residencial, recuerda a las mansiones de Beverly Hills, apenas se deja ver detrás de unos muros extraordinariamente altos protegidos por una tupida vegetación.

Zumos Libbys

En parte gracias a sus dotes comerciales, en parte gracias a los contactos de la familia de su mujer, Juan Domínguez Guedes logró pronto sus primeras representaciones comerciales que traería a Canarias, siempre ligadas a Inglaterra. Zumos Libbys fue de las primeras. La oficina estaba en la esquina de las calles Buenos Aires y Eduardo, detrás de la sede del Gobierno Militar. El empresario y su esposa viajaban a Inglaterra seis meses al año, siempre de mayo a octubre. Se alojaban en un piso que tenían alquilado a los Bird -también ingleses de la colonia- en el distrito de Wimbledon y eran socios del club de golf Royal Wimbledon. En esas largas estancias, desde esa atalaya privilegiada del comercio mundial, realizaban contactos que les permitirían importar más productos a las islas.

Casi siempre viajaban en barcos de la naviera Castle, que hacía escala en Las Palmas en su línea entre Inglaterra a Sudáfrica. Grandes amantes de los viajes por mar, el matrimonio se embarcó dos veces en el crucero que da la vuelta al mundo, tres meses de fascinante travesía que partía del puerto inglés de Southampton, bordeaba Sudáfrica para atravesar los océanos Índicos y Pacífico, hasta cruzar el canal de Panamá para poner rumbo a Nueva York, cruzar el Atlántico y regresar al puerto de origen.

Con los años, la empresa Juan Domínguez Guedes, S.A., sumó más representaciones. Al principio de productos variados (zumos Libbys, insecticidas Flix, alimentos Kraft, cubiertas Kelly, material deportivo Dunlop), y después focalizando el negocio en la venta de coches: Chevrolet, Chrysler, Bedford, Hillman, Humbert, Simca, Barreiro, Doger Dart, Rolls Royce, Bentley, Mitsubishi. La empresa alcanzó su cenit a finales de los 60 del siglo pasado, cuando, con su hijo Juan Domínguez Arias al frente, vendía el 30% de todos los coches de Canarias. “En 1973 se llegaron a vender seis Rolls Royce en las islas”, recuerdan. Sus intereses se extendían al negocio turístico, con acciones en los hoteles Don Juan (hoy AC Hotel Gran Canaria), Concorde y Gran Canaria, todos en Las Palmas.

En 1959, en plena expansión, la sede de Juan Domínguez Guedes se trasladaría a la calle Tomás Morales, a un edificio de Miguel Martín-Fernández que ocupa una manzana entre las calles Obispo Encinas y Pamochamoso. La planta baja albergaba la exposición de coches, la primera planta las oficinas y la segunda, viviendas de la familia. La gasolinera contigua y el edificio de enfrente, donde funcionaba el comercio Decosport, también eran suyos.

Juan Domínguez Guedes y Josefa Arias rodeados de sus nietos, en los años 60.

Juan Domínguez Guedes y Josefa Arias rodeados de sus nietos, en los años 60. / Archivo familiar

Hombre de palabra

En la vida de Juan Domínguez Guedes, dicen sus descendientes, “el valor de la palabra dada era fundamental, igual que la defensa a ultranza de la mujer y lo canario”. Domínguez Guedes era un “enemigo acérrimo de los “godos”, como él mismo decía. Como muestra de amistad y reconocimiento, en ocasiones izaron la bandera de Gran Canaria en los campos de golf ingleses a los que acudía a jugar”.

Nunca habló ni opinó de política, aunque sus descendientes afirman que, la misma noche del 18 de julio de 1936, nada más producirse el golpe de estado de Franco, un grupo de personas vinieron a intimidarle a su casa. “Quizás vinieran a “darle el paseo”, como se decía entonces. Sacarlo de casa de noche para asesinarlo y hacer desaparecer su cuerpo. Él los hizo huir disparando una pistola que guardaba”, afirman.

Por su condición de anglófilo acérrimo, fue señalado como parte de la operación Pilgrim del ejército inglés, que planeó una invasión de las Islas Canarias durante la Segunda Guerra Mundial. Domínguez Guedes solventó de forma definitiva el problema con los más facinerosos del franquismo con ayuda del capitán general de Canarias, Francisco García-Escámez, nombrado en 1943. Fue iniciativa de Pepita Arias pedirle ayuda. El militar respondió pidiendo a Juan Domínguez Guedes que acudiera vestido de etiqueta al Teatro Pérez Galdós media hora antes de la función que iba a celebrarse esa noche. Una vez en el teatro, lo llevó con él al palco de honor. Así permanecieron a la vista de toda la sociedad local mientras esta ocupaba sus asientos. No les volvieron a molestar más.

Cuando el rodaje de “Moby Dick”, en 1954, nuestro protagonista tenía 50 años. Según sus descendientes, “la relación con Inglaterra estaba en su plenitud”. Fue entonces, en uno de sus partidos de golf en Royal Wimbledon, cuando conoció por su amigo el actor Leo Genn -que en la película interpretaba a Starbuck, primer oficial del Pequod, mano derecha del Capitán Ahab (Gregory Peck)- los graves problemas del rodaje por la inclemente climatología que ese invierno asolaba las Islas Británicas, “el peor invierno de su historia”, en palabras de Huston. El ‘gentleman’ Guedes ofreció Las Palmas de Gran Canaria como alternativa y puso en contacto a John Huston -que, además de director, es también productor de la película- con las autoridades y la colonia inglesa.

Mantuvo conversaciones con el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Matías Vega Guerra, y el ingeniero responsable de los talleres de la casa Miller, el escocés James Stuart Jolly, míster Jolly. Estas dieron como resultado que Huston viajara a Las Palmas para confirmar la viabilidad del histórico rodaje, que, finalmente, se realizaría sin contratiempos del 19 de diciembre de 1954 al 17 de enero de 1955, una semana menos de las seis inicialmente previstas.

Juan Domínguez Guedes y el periodista Henry Longhurst, después de una jornada de pesca, en Inglaterra en los años 60.

Juan Domínguez Guedes y el periodista Henry Longhurst, después de una jornada de pesca, en Inglaterra en los años 60. / Archivo familiar

No es propósito de este reportaje dar detalles del rodaje. Pero sí se debe insistir en que su desarrollo podría contarse como si fuera ficción. Más de 50 años tardaron en la ciudad en reconocer su importancia, más de 70 en saber de forma fidedigna cómo ocurrió.

Hubo tumultos en Triana y La Puntilla; fiestas y apuestas entre forzudos regadas en alcohol; recepciones en el hotel Santa Catalina; combates de boxeo de pesos pesado sin precedentes en el teatro Cuyás; un saque de honor con ramos de flores y un chut espectacular en el Estadio Insular; escolares de La Puntilla a los que se le permitía salir antes de las clases para correr atosigando a los actores; mucha carne de res como alimento para el barrio de La Isleta; un afeitado histórico para un personaje y un actor únicos; propinas nunca vistas; fotografías y noticieros que dieron la vuelta al mundo; la construcción épica de un cachalote de 26,5 metros de madera, hierro y látex por carpinteros de ribera canarios, un elemento de atrezzo sin parangón en la historia del cine unido por un cable a un remolcador del puerto que aceleraba bruscamente o frenaba en seco para que el fantástico animal alzara el morro o lo hundiera en el mar.

Durante su estancia en la ciudad, los actores Leo Genn y Richard Basehart (Ismael en el filme) acudieron a la fiesta de fin de año en casa de don Juan y doña Josefa, una Nochevieja que se celebró por todo lo alto en una ciudad sobrexcitada por el rodaje, con fiestas también en el hotel Santa Catalina -donde estuvieron Huston y Peck- y el Club Victoria -que recién había estrenado su sede en Las Canteras-, a donde acudió el grueso del equipo técnico y artístico. A Leo Genn se le puede ver con su esposa, la actriz holandesa Marguerite van Praag, junto a Juan Domínguez Guedes y Pepita Arias Ruiz en los palcos de tribuna del Estadio Insular el día del partido de Liga entre la Unión Deportiva Las Palmas y el Real Madrid.

Gracias a Juan Domínguez Guedes y a Josefa Arias Ruiz la silueta del cachalote gigante albino, mito universal, surca los cielos de nuestra ciudad. Solo hay que buscarla elevando la vista al cielo de noche. Por ellos, también podemos ver su enorme estela si nos asomamos desde el aire al mar que la rodea. Si no se ha conocido antes de su responsabilidad en esta gestión que marcó un hito social y cultural en la ciudad es, según sus descendientes, por su “discreción y sencillez, Juan Domínguez Guedes era un hombre que no hacía ostentación de sus logros”. Los dos yacen unidos para siempre en el panteón familiar del cementerio de San Lázaro. Las Palmas de Gran Canaria les debe un reconocimiento.

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