Inteligencia Artificial
Viaje en el tiempo: así era Las Palmas de Gran Canaria en los años 80
Una recreación audiovisual revive con inteligencia artificial la ciudad que quedó atrás: tiendas míticas, taxis con publicidad de tabaco, partidos en el Insular y rincones que hoy solo habitan la memoria

Jorge Leal

Hay ciudades que no desaparecen de golpe, sino que se desvanecen poco a poco, al ritmo de las demoliciones, de los cambios de costumbres, de los avances que sustituyen lo cotidiano por lo práctico. A veces no somos conscientes de lo que hemos perdido hasta que alguien —o algo— nos lo recuerda. Y eso es precisamente lo que hace un reciente vídeo creado con inteligencia artificial: rescatar Las Palmas de Gran Canaria de los años 80, una ciudad que ya no existe pero que sigue latiendo en los recuerdos de quienes la vivieron.
El vídeo, acompañado por una melodía pegadiza que pregunta “¿Los locos años 80? Yo creo que estamos locos ahora”, no es una simple recreación visual, sino una suerte de máquina del tiempo que nos lanza a una capital grancanaria poblada de detalles hoy desaparecidos. Imágenes de calles con vida propia, negocios que marcaron generaciones, estéticas que definían identidades y formas de habitar la ciudad que hoy parecerían exóticas. Pero en su momento eran la normalidad.
Aparecen locales como El Cuasquías, punto de encuentro cultural y generacional, o la entrañable tienda Burbujita, con sus vitrinas llenas de juguetes que hacían brillar los ojos de cualquier niño. Se cuelan nombres como Beltrá, Chanrai o Bata, que definían el paisaje comercial de barrios enteros. Y ahí están también los taxis de la época, con su diseño ya arcaico, pero sobre todo con algo que choca a ojos actuales: la publicidad de tabaco, algo impensable hoy en día pero completamente integrado entonces.

Recreación del Cuasquías / Jorge Leal
El vídeo rescata también momentos emblemáticos como las eternas colas para pedir unas papas locas en el Rachi, las cabinas telefónicas donde se compartían secretos o se escuchaban reproches entre pitidos, o los domingos que olían a fútbol en el Estadio Insular, con la afición entregada a la UD Las Palmas en una cancha que se convirtió en leyenda. Y si de sabores se trata, pocos pueden olvidar un croissant de Oh La Lá, ese bocado que sabía a premio de domingo o a merienda con abuelos.
La ciudad se presentaba como un tablero donde convivían las tribus urbanas de la época: heavys, pijos y punkies que se repartían esquinas, parques y discotecas. Cada grupo con su estética, sus códigos, su música. Eran parte del alma viva de la urbe, tan esenciales como las calles que pisaban. A diferencia de hoy, donde las distancias parecen haberse reducido por la velocidad y la conectividad, en los años 80 ir a Maspalomas podía convertirse en una excursión épica: sin autopista, el trayecto podía superar las dos horas, lo que hacía del sur de la isla un destino casi mitológico.
Las imágenes del vídeo también nos devuelven a templos del consumo como las Galerías Preciado en la Avenida José Mesa y López, espacio de encuentro familiar, de compras de fin de semana, de paseos con helado. O a la tienda de discos Noda, donde adolescentes con walkman en mano buscaban su próxima obsesión musical. Se suman los supermercados Cruz Mayor, la compra de barrio de toda la vida, y enclaves hoy inverosímiles como el Zoo del Parque Doramas, que compartía protagonismo con el ya extinto Canódromo de Ciudad Alta. Espacios todos que contaban historias, que albergaban rutinas y emociones.

Recreación de Discos Noda / Jorge Leal
¿Dónde ha quedado esa ciudad?
Este viaje nostálgico no solo busca emocionar: también provoca reflexión. ¿Qué ha pasado con esa ciudad? ¿Qué ganamos al avanzar y qué dejamos atrás al hacerlo? Al ver el vídeo, la pregunta de fondo se vuelve inevitable: ¿era mejor o peor aquella Las Palmas? Tal vez la respuesta no importe tanto como el hecho de que existiera y que aún podamos evocarla. Porque en esa evocación también estamos rescatando una parte de nuestra identidad colectiva.
Más allá de la tecnología que hace posible este experimento visual, lo más valioso es lo que despierta en el espectador: ese vértigo de reconocimiento, esa punzada de añoranza, esa sonrisa involuntaria cuando aparece una imagen olvidada. La inteligencia artificial se convierte, así, en una herramienta al servicio de la memoria, un aliado inesperado en la lucha contra el olvido urbano.

Así eran los taxis en los años 80 / Jorge Leal
En un tiempo donde todo cambia deprisa, donde lo antiguo se borra para dar paso a lo nuevo sin apenas duelo, vídeos como este funcionan como anclas emocionales. Nos recuerdan que las ciudades no son solo edificios, que también están hechas de vivencias, de sonidos, de olores, de costumbres. Y que el progreso, aunque necesario, no debería llevarse por delante todo rastro de humanidad.
Y mientras suena aquella canción pegadiza y las imágenes recorren los rostros, rincones y rincones perdidos de una ciudad entrañable, uno no puede evitar sonreír con cierta melancolía: “¿Los locos años 80? Yo creo que estamos locos ahora.”
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