Carolina Darias, sobre el cierre de la panadería Miguel Díaz: "No es una decisión agradable, pero la legalidad no tiene atajos"
La alcaldesa reconoce que ha ido a comprar al establecimiento de Viera y Clavijo, pero defiende que es necesario estar en posesión de una licencia para la actividad industrial que lleva a cabo.

Exterior de la panadería Miguel Díaz de Las Palmas de Gran Canaria. / JOSÉ CARLOS GUERRA
La alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, Carolina Darias, ha defendido este viernes la legalidad de la resolución que ordena el cierre de la centenaria panadería Miguel Díaz, aunque asume que “no es una decisión agradable”. La regidora, que reconoce haber ido en más de una ocasión al establecimiento de la calle Viera y Clavijo a comprar, ha subrayado que “la legalidad no tiene atajos, hay que cumplirla, y en este caso para todos nos obliga la ley”.
En declaraciones a los medios efectuadas este viernes, Darias ha recordado que la orden de cierre parte de una denuncia vecinal previa, efectuada por la comunidad de propietarios de un edificio cercano, “por distintas molestias en relación a humos u hollines”. A raíz de esa queja, agregó, los servicios municipales solicitaron la documentación y constataron que carecía de las licencias necesarias como actividad industrial.
La alcaldesa ha insistido en que “sin la licencia no se puede llevar a cabo una actividad industrial”, pero ha mostrado su confianza en que los responsables de la panadería puedan “legalizar aquello que sea legalizable” y proceder a la subsanación de los problemas. “Es verdad que choca, y a mí la primera, cuando vemos que una actividad con tanto tiempo en todos estos años no ha tenido la licencia correspondiente, pero entenderán que la ley es obligatoria para todos”.
El Ayuntamiento desestima las alegaciones
La resolución que ordena el cierre del establecimiento, emitida por la Dirección General de Edificación y Actividades, concede a la propietaria del establecimiento un plazo de dos días para paralizar la actividad, bajo advertencia de clausura y precinto.

Mostrador de la panadería Miguel Díaz. / JOSÉ CARLOS GUERRA
La administración municipal desestimó las alegaciones presentadas por la dueña, quien aportó antiguos recibos y documentos tributarios como prueba de regularidad. Sin embargo, el Ayuntamiento consideró que ninguno de esos justificantes acreditaba la existencia de una licencia válida, señalando que nunca obtuvo el título habilitante necesario para ejercer su actividad. Además, se indicó que las medidas correctoras propuestas para solventar las molestias denunciadas carecen de respaldo técnico y legal al no existir un proyecto autorizado.
Apoyo ciudadano a la panadería centenaria
La noticia del posible cierre ha generado indignación entre vecinos y clientes, que han iniciado una recogida de firmas en apoyo al negocio centenario. Muchos lamentan la pérdida de uno de los pocos comercios tradicionales que aún perviven en la ciudad. Desde la oposición, la portavoz del PP, Jimena Delgado, ha instado al Ayuntamiento a crear un plan integral de protección para los establecimientos emblemáticos, advirtiendo que “Las Palmas de Gran Canaria no puede permitirse perder sus referentes cotidianos ni su identidad urbana”.
La Panadería Miguel Díaz nació en 1920 en la calle Viera y Clavijo de Triana, cuando su fundador, Juan Díaz, decidió invertir las 100.000 pesetas que ganó en la lotería en abrir su propio obrador. Con hornos de leña y un equipo de diez trabajadores, comenzó elaborando pan blanco, con mojo y de matalauva, que luego repartían por toda la ciudad. Durante la posguerra, el local también desempeñó un papel solidario al repartir cartillas de racionamiento con gofio y azúcar. A lo largo de las décadas, la panadería se convirtió en un punto de encuentro para los vecinos, manteniendo su tradición artesanal y sus recetas originales.
Aunque los hornos y las amasadoras modernas han hecho más eficiente la producción, las recetas y el sabor del pan siguen siendo los mismos. La panadería ofrece una veintena de variedades, desde el clásico pan normal hasta el de sarraceno, y conserva una clientela fiel de varias generaciones. Su éxito se ha basado durante este tiempo en la calidad y autenticidad del producto, frente a la competencia del pan industrial, y alcanza su punto álgido en Navidad, cuando las truchas, pasteles y roscones llenan sus vitrinas.
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