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La tertulia del bordillo en Las Palmas de Gran Canaria: el grupo que ha creado un mentidero en su barrio como remedio para la soledad

Los vecinos de Cuesta del Parrado se reúnen todos los días frente a una zona ajardinada para charlar y compartir experiencias en compañía

Vecinos de Cuesta del Parrado se reúnen para combatir la soledad no deseada

Vecinos de Cuesta del Parrado se reúnen para combatir la soledad no deseada / José Carlos Guerra / LPR

Nayra Bajo de Vera

Nayra Bajo de Vera

Las Palmas de Gran Canaria

Un barrio tranquilo y silencioso enmarcado entre árboles, ubicado en los límites de Las Palmas de Gran Canaria, guarda en un pequeño rincón la "medicina" contra la soledad no deseada. Algo tan sencillo como un punto de encuentro –a semejanza de los tradicionales mentideros– ha dado desde hace años motivo de charla, risas y acompañamiento a un grupo de vecinos de San Francisco de Paula. Cada día, en las horas de la tarde a la noche, se juntan a pasar el rato en el muro de piedra que acota una pequeña zona ajardinada donde pueden hablar de casi cualquier tema. En honor a ella, eligieron su nombre: La tertulia del bordillo.

Entre ellos hay un perfil muy variado de hombres. Jubilados, empresarios, padres, solteros, taxistas, expresidiarios, ganadores de lotería, dentistas o apasionados del baile son solo algunas de las muchas palabras que pueden definirlos. Pero lo más importante de ese grupo es que "no hay permiso admisión, sino simplemente llegar y tener buen rollo" al margen de quienes sean: "No hay diferencia de 'yo soy mejor que tú' o 'visto mejor que tú'. Cada uno está ahí y punto, al natural, como se hacía antes".

De la fiesta al duelo

El "vínculo" que han ido creando con el tiempo trasciende ese pequeño espacio por el que pasan vecinas y vecinos de la zona saludando con una sonrisa. Es por eso que las navidades pasadas decidieron repartirse en varios coches para ir juntos a comer y continuar sus tertulias en otro punto de la Isla, con la excusa de las fiestas. Pero también en el duelo se apoyan, ya que recientemente se organizaron para ir al entierro de la madre de uno de los integrantes del grupo.

Enrique Jorge Rodríguez forma parte de los habituales. Ha vivido sus 64 años en el mismo barrio y, antes de retirarse del trabajo por problemas de vista, se dedicaba a la jardinería. "En vez de estar en mi casa allí tumbado, que puedo estar oyendo música o viendo la tele, pues me vengo para aquí, me voy a echar el tiempo con los amigos y me sirve de terapia porque yo vivo solo. Tengo los perritos pero necesito tener roce con la gente, porque si no eso te hace huraño, te hace un salvaje", reflexiona.

El precedente: La banda del banco

Antes de que el muro ajardinado se convirtiera en su punto de reunión, solían hacerse llamar La banda del banco. Un nombre que, tal y como cuenta Flavio Rodríguez López, les llevó a algunas confusiones divertidas: "La gente pensaba que trabajábamos todos en el Banco Central. Por eso al final, cuando yo decía que iba al banco, estábamos con la coña de: '¿A qué banco vas? ¿Al Central?'; no, al banco de la gasolinera".

Ese banco lo colocó muchos años atrás un residente de la zona con la idea de crear un pequeño espacio de esparcimiento entre la cafetería y la gasolinera del barrio. Especulan que fue retirado por la reciente apertura de un supermercado justo en frente, pero eso no puso punto final a sus tertulias: decidieron desplazarse unos metros hacia delante y, desde entonces, han hecho del bordillo su punto de encuentro.

Compartir saberes

Fútbol, coches, el tiempo, reflexiones sobre la vida, ideas para mejorar la Isla o los valores de la amistad son algunos de los temas que suelen colarse entre charlas y risas, si bien intentan dejar fuera la política todo lo que les sea posible. También suelen compartir "batallitas" y conocimientos en los distintos campos de los que son expertos.

"Tenemos a Miguel, que es un crack en el mundo vegetal y fue capataz durante muchos años en el Jardín Canario", ejemplifica Flavio antes de seguir enumerando: está Juan, que es chófer de Global; Carlos, que se maneja en el sector de las aguas y los pozos; Juan Carlos, un tasador que siempre aconseja a sus compañeros con el papeleo; Luis, especialista en motos; Suso, experto en combustibles; Felo, un carpintero jubilado amante de la danza que "se mueve que te cambas"; Tino, un hombre que "ha trabajado de todo" y actualmente hace el mantenimiento de las vallas publicitarias; Chema, dentista; Mario, que se dedica al mantenimiento de coches en una empresa de alquiler; e incluso dos gatos que suelen rondar la zona.

El número de contertulianos es mucho mayor y varía todos los días en función de la disponibilidad de cada uno. En ocasiones también se les suman algunas personas sin hogar con las que comparten el rato y sus experiencias vitales.

Un modelo sano de socializar

Según cuenta Flavio, que se dedica al marketing, todos tienen algo que aportar desde sus respectivas especialidades a unas conversaciones muy enriquecedoras: "Te lo pasas bomba. Te relajas, pasas el rato y estás muerto de risa. Salir por la tarde, venir aquí, ver a esta gente y olvidarte del trabajo relaja un montón".

Hay días en que se quedan charlando hasta la noche mientras van picando galletas y golosinas sentados en el muro o en sillas plegables. "Es un modelo muy sano que, al final, genera sociedad. Lo normal antes era irte al bar y echarte un whisky, pero nosotros no somos bebedores", relata Flavio, para añadir que se va "todos los días con algo nuevo".

El grupo lamenta que "antes había más diálogo y reuniones" en el día a día, pero que en la actualidad "todo el mundo va lo suyo y parece que cuesta hasta dar los buenos días", lo cual es un reflejo de la tendencia al aislamiento que hay en la sociedad. "Nosotros tenemos la costumbre de toda la vida", asegura Enrique.

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