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"Recordar es volver a vivir": familiares acuden a los cementerios de Las Palmas de Gran Canaria a honrar a sus difuntos

El Ayuntamiento habilita un dispositivo especial para acudir a los camposantos

Las Palmas de Gran Canaria

Con motivo del Día de Todos los Santos, los cementerios de Las Palmas de Gran Canaria se preparan para recibir este fin de semana a miles de visitantes que recuerdan a sus seres queridos con variados y coloridos arreglos florales. Los camposantos de San Lázaro, Vegueta, el PuertoTenoya y Tafira abren sus puertas con un horario especial y las líneas de transporte público prolongan también sus recorridos para facilitar el acceso.

En el cementerio de Vegueta, los acordes de tres violines recibían este viernes a quienes adelantaban un día la tradición de engalanar las tumbas para evitar las aglomeraciones previstas en el día grande; incluso, desde el jueves, día en el que el goteo de las familias ya se hacía notar en los alrededores de los panteones de la capital.

A la entrada del camposanto, Álvaro, Irene y Óscar, músicos de profesión, acompañaban el ritual de elegir las flores, limpiar las tumbas y rezar ante ellas de decenas de visitantes. Una iniciativa municipal que, en el caso del cementerio de Las Palmas, se repite por sexto año consecutivo.

«Se trata de acompañarles en un momento que siempre suele ser complicado para ellos». Lejos de incomodar o de interrumpir el íntimo momento, muchos de ellos se acercaban a los músicos para agradecerles el detalle.

«Para nosotros es algo muy emotivo. Forma parte de la vida recordar a nuestros seres queridos y, a través de la música, de interpretar piezas religiosas clásicas, le damos un toque especial».

«Es una terapia»

Mari Carmen Ortega está subida a una de las escaleras para arreglar el nicho de sus familiares, uno de ellos, su hijo de tan solo 39 años.

Acude al panteón con regularidad, no solo en estos días, sino cada dos o tres semanas. «Es como una terapia, les cuento mis penas, hablo con ellos. A muchos les horroriza venir al cementerio, pero a mi me relaja, me da paz. Y hacerlo acompañada de esta música, todavía más».

Ella suele engalanar el nicho con anturios rojos, pero en días como este en el que los precios suelen incrementarse entre un 10% y un 15% , Mari Carmen se decanta por otras flores. «Hoy estaban carísimos, le dije al florista que los dejara donde estaban, así que he elegido casablancas o liliums». Hoy ha pagado 39 euros para arreglar la tumba familiar. «Las he comprado cerraditas para que vayan abriendo poco a poco ¡y vayan dando olor».

Los camposantos de la ciudad son estos días un ir y venir de familias, amigos y allegados. También, de venta de flores, de arreglos por encargo y de escaleras de aluminio necesarias para llegar a los nichos más altos. «Mientras pueda, seguiré viniendo», concluye esta vecina del Cono Sur.

En otra de las calles está María Dolores Herrera con su esposo y su madre, Teodora Melián. Para ellos, transitar por estos pasillos es casi un recuerdo de infancia. «Estamos acostumbrados porque mi madre vivió aquí, justo donde ahora se encuentran las oficinas de los servicios del cementerio, esa era la casa de mi abuelo, Domingo Herrera, que trabajaba aquí como encargado del cementerio».

"Jugar entre las tumbas"

Recuerda cómo era la vida alrededor de los cementerios cuando ella era pequeña. «Jugábamos entre las tumbas, nos metíamos en las que estaban vacías, no teníamos miedo ninguno, hasta tocábamos la campana. Mi abuelo nos regañaba porque hacíamos esas travesuras».

Ahora, ese recuerdo de la infancia acompaña la memoria. «Me encanta venir, es como si los volviera a ver otra vez, como si sintiera aún ese contacto con ellos. Mi padre era muy bromista y cuando vengo les gasto alguna broma en su honor. Todo eso me saca una sonrisa, es como si me volviera a reír con ellos».

La tradición de acudir al camposanto está tan arraigada en ella que cuando llegan periodos largos sin visitarlo como las vacaciones, María Dolores siente que «necesita» volver. «Si pasan más de 10 días y no he venido, lo echo en falta y apuro a mi marido para venir».

Con su madre -que se sienta a ratos en el andador para no cansarse -y con su esposo, deciden cómo colocar las flores. Liliums rosas, lluvias blancas y helechos. En un nicho que además es especial para ellos porque lo hizo uno de su tío, marmolista de oficio. «Está hecha a mano y ahora forma parte del patrimonio histórico del cementerio, no se puede modificar, solo añadir una placa si enterramos a alguien más», comentan con orgullo los tres.

Rezos y poemas

Lucía García distribuye meticulosamente en el bordillo de un muro las flores que ha comprado para sus difuntos. Enumera con cariño hasta seis familiares enterrados. Madre, padre, bisabuelos y primos. Cada vasito de plástico a modo de jarra irá dedicado a uno de ellos. Se emociona al estar al lado de la tumba de su madre. «Perdí a mi madre con siete años. Una madre siempre se echa de menos se tenga la edad que se tenga», señala a sus 86 años.

«Le puse una variedad con siemprevivas, lluvias, crisantemo, rosa, clavel y nardo». Junto a ella, la existencia de una palmera completa el delicado adorno que Lucía le dedica. «La echo de menos a todas horas del día». A pesar de que falleció cuando ella era tan solo una niña, la tiene presente, como a la tía que cuidó de ella. Su padre también «se fue» muy pronto, con tan solo 12 años. «Estos días son muy emotivos para mí. Y siempre les pido que nos sigan cuidando a todos».

Para Luisa, que entre oraciones y canciones recita estrofas propias de las eucaristías. «Dicen que recordar es volver a vivir, y eso es lo que hacemos estos días», añade. En ese deseo esboza, no solo lágrimas, sino también una sonrisa».

Fuera, en la entrada del cementerio, los puesteros de venta de flores atienden las peticiones. «Desde el jueves se ha ido escalonando la afluencia», comenta Nereida, una de las floristas. Rosas y crisantemos es lo más solicitado. La primera, por ser tradición para decorar tumbas; la segunda, por ser de las opciones más económicas en una fecha en la que ya es habitual el incremento en los precios. «El ramo de 20 rosas, por ejemplo, está a 20 euros. El de crisantemos, a 4, 50. Es lo normal, a nosotros los proveedores también nos lo suben», subraya.

Anturios y liliums son las habitualmente más caras, cuyo coste suele oscilar entre 0,50 céntimos y un euro más caro de lo habitual. «Quienes más se quejan de los precios suelen ser los que vienen de año en año. Los que vienen todas las semanas lo entienden más». Nereida explica que en los días propios de Todos los Santos, el cliente habitual «suele comprar menos y una vez pasa la fecha, compran más cantidad».

Horarios y transportes

Los horarios de los cementerios se amplían con motivo de la celebración de Todos los Santos. El de San Lázaro abrirá este sábado de 07:00 a 19:00 horas y el domingo de 07:30 a 17:30 horas. Del mismo modo, los camposantos de Las Palmas, El Puerto y Tafira abrirán este sábado de 07:00 a 19:00 horas y al día siguiente de 07:30 a 17:30 horas.

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha activado un dispositivo especial de tráfico y señalización en todos ellos. Las líneas 26, 44, 45 y 91 prolongarán su recorrido hasta la parada especial ubicada cerca de la puerta principal del cementerio de San Lázaro, en la recta de los Olivos - cuya parada será solamente para dejar viajeros -. La de regreso se ubicará en el lado oeste de la plaza del cementerio.

Las líneas 26, 44 y 45 seguirán su trayecto oficial hasta la puerta principal del camposanto. Mientras, la línea 91, una vez pasada la parada de la avenida Pintor Felo Monzón, extenderá su viaje hasta la puerta principal de San Lázaro, en ambos sentidos.

El servicio de Guaguas Municipales contempla también los accesos al cementerio de Las Palmas (Vegueta) con la línea 12, cuya parada se encuentra en la calle Eufemiano Jurado, y con la línea 9 y 13, con parada en la plaza de Santa Isabel.

El acceso en transporte público hasta el cementerio de El Puerto mantendrá su conexión habitual con la línea 9 y 21, en la parada ubicada en la Avenida Escaleritas, 48; y la línea 24 en la calle Federico García Lorca, 17.

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