Análisis
Un siglo de un hito en la ciudad
Italcable, la conexión submarina que unía Italia con América, tenía una parada en la playa de Las Canteras que contribuyó durante décadas al desarrollo de la capital

Edificio de Italcable en Las Canteras, junto a Punta Brava. | / LP/DLP
LUIS MACCANTI
Italcable era una empresa privada , cuya primera sede fue fundada en 1921 en Milán por iniciativa de la Banca di Roma y empresarios vinculados al sector eléctrico y de comunicaciones. Su objetivo era reducir la dependencia de las redes británicas y francesas creando una red de comunicaciones y estaciones radiotelegráficas con total autonomía, algo básico en el marco de la estrategia italiana por disponer de una estructura propia de telecomunicaciones internacionales.
Para ello se instaló el tendido de un grueso cable submarino por el buque especializado Cittá di Milano que, partiendo de Anzio (Roma) pasara por Málaga, Las Palmas de Gran Canaria, Buenos Aires y Río de Janeiro como enclaves principales.
Contexto político en España
Durante la dictadura de Primo de Rivera se decidió, por decreto, la división de Canarias en dos provincias (1927) una la de Las Palmas (Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote) y la otra de nombre Santa Cruz de Tenerife (Tenerife, El Hierro, La Palma y La Gomera), división causada por el pleito insular y que buscaba aplacar dichas tensiones al darles mayor autonomía política y social.
En relación con Italcable, la política italiana reforzaba sus comunicaciones y afanes expansionistas con África y Sudamérica pasando por Canarias reforzando, además, la comunicación con la fuerte presencia de emigrantes italianos al otro lado del Atlántico, junto a la propaganda política del régimen y su expansión económica y comercial. El 5 de febrero de 1923, Mussolini anuncia la creación del nuevo enlace con estas palabras : «Nuestro Gobierno Nacional trabaja incansablemente para conectar nuestra Patria con vosotros, que nos representáis en las numerosas colonias, ricas y patrióticas, del otro lado del Atlántico. Esta obra hará posible la comunicación permanente y diaria entre los 40 millones de italianos y los otros 6 millones de italianos que viven más allá del Océano. Un brazo gigantesco que la Patria extiende sobre sus hijos lejanos...¡Viva Italia!».
A ello se unió la invención de la radio (Marconi, 1924) la posterior creación de los estudios de cine de Cinecittá y el Istituto Luce, cuya función era similar al No-Do en España, con noticiarios políticos obligatorios antes de cada proyección cinematográfica.
En Italia, con palabras de Umberto Eco, «me habían dicho que la guerra permanente era la condición normal para un joven italiano». En efecto, en Italia, al final de la Segunda Guerra Mundial, el balance de muertos, tanto civiles como militares, era de 330.000, a los que añadir los caídos en Libia, Etiopía, Albania y España: en total, un millón de muertos. En la tierra de mi padre (la Toscana), de fuerte base agraria, se sufrió la represión fascista mussoliniana y las masacres del ejército nazi en su retirada.
Mi hermano Arturo Maccanti dejó diversos testimonios sobre ello y en un poema Días de guerra sobre Marti se duele del drama familiar:
«Gina y Yolanda, pobres mías, buscando / en las cunetas llenas de cadáveres jóvenes, / a mi primo Marcello, fugitivo / de nazis y fascistas, por los montes / de olivos arrasados».

Equipo de trabajadores de Italcable en 1925. | LP/DLP
En otro poema recoge la infatigable búsqueda de la familia del otro hermano, Gino, muerto en Montenegro (Yugoslavia) y cuyos restos trajeron al pueblo natal.
Todos estos acontecimientos los vivió mi padre desde las islas, pues fue destinado por Italcable a Gran Canaria en 1928.
Su llegada al muelle de Santa Catalina junto a otro compañero, Enrico L., fue ambivalente: este último se llevó una negativa impresión dada la diferencia enorme de aquel paisaje con respecto al de Milán, de donde venían, tras un viaje de once días desde Génova. Aquel muelle, aunque de gran actividad para la época, además de la aridez del paisaje, le hicieron regresar a Italia a la semana…
Por el contrario, mi padre Ugo Maccanti, quedó atrapado para siempre ante aquella suave brisa y un cielo azul. Era su lugar en el mundo aún con la nostalgia de la familia que quedaba tan lejos.
Trámites en la construcción
Primero la adquisición de los terrenos en la calle Portugal y siendo alcalde D. Pedro de Armas (1924) se cursa el expediente de obras en el entonces Ayuntamiento de San Lorenzo, al que estaba adscrito el barrio de Guanarteme. Licencia que fue otorgada a la entonces llamada Compagni dei Cavi Sottomarini di Milano y solicitud firmada por D. Nicolás Massieu y Falcón, entonces cónsul de Italia.
No se sabe quién fue el arquitecto aunque por su estilo ecléctico, académico y de corte colonial posiblemente pueda atribuirse al arquitecto Fernando Navarro y Navarro, muy activo en las décadas de 1910-1930, bien adaptando planos enviados desde Italia, bien redactando el proyecto formal para el Ayuntamiento o como intermediario entre compañías extranjeras y Administración local .
No se sabe quién fue el arquitecto aunque por su estilo quizás pueda atribuirse al arquitecto Fernando Navarro y Navarro
Tanto en su planta como en sus alzados predomina el lenguaje clásico heredado donde la axialidad, la simetría y la regularidad dominan la composición. Era un edificio de dos plantas, la primera de uso técnico y radiotelegrafía. La planta superior era para oficinas además de la vivienda del director. Italianos y canarios formaron un grupo de trabajo y amistad que perdura en muchos de aquellos descendientes de los que aquí quedaron.
La inviabilidad económica del servicio, debido a la disminución del tráfico junto al avance de otras tecnologías, fueron las causas que llevaron a la supresión del servicio. Así pues, en el año 1961, bajo el mandato del general Franco, el Gobierno español nacionalizó los servicios de Italcable asumiendo el Estado el control de las comunicaciones, aunque siguió existiendo en Italia como empresa y sociedad mercantil.
Las Canteras
Por entonces el barrio de Guanarteme y la magnífica Playa de Las Canteras estaban muy lejos del boom constructivo. Las Palmas aumentó a 70.000 habitantes cuando se anexiona San Lorenzo a la ciudad.
Era una sociedad en transición con fuertes contrastes entre la vida de la burguesía y las clases populares, con altos índices de analfabetismo, falta de escuelas e infraestructuras en el momento en que se inició el tráfico comercial y punto de encuentro entre Europa y América.
Por entonces la playa de Las Canteras era el marco vacacional popular y de la burguesía que repartía éstas entre la playa, Tafira y Santa Brígida. Para los veraneantes, los baños playeros tenían el límite de la Cícer (1928) posteriormente Unelco que generaba la electricidad a la capital comenzando con turbinas de vapor y posteriormente con gasoil.
Mi padre acudía allí porque le proporcionaban el agua destilada necesaria para usarla en la reparación de las brújulas náuticas o compás magnético y mi hermano Julio, hábil con pequeños pinceles, completaba el trabajo dibujando la rosa de los vientos con los cuatro puntos cardinales y las 24 divisiones restantes.
La Cicer, junto a Italcable, constituyeron puntos importantes en el progreso y desarrollo de esta ciudad.
Entre brisas y ensueños
El mar, la Peña La Vieja y la Cicer fueron mi paisaje infantil y juvenil donde tantos amigos disfrutamos de baños y fútbol y ahora paraíso de surfistas.
Salgo del viejo edificio y camino en dirección al Paseo de Las Canteras por la calle Gravina; a mi izquierda está la casa del Poeta Manolo Padorno en Punta Brava, que parece una nave varada proa al mar. Desde allí reconozco a lo lejos la mole oscura de la Cicer y sus arenas negras, testigo de mis interminables partidos de fútbol.
Sigue sonando en mi cabeza el traqueteo de las máquinas de escribir, el ajetreo de los telegrafistas y todo el personal afanado en el trabajo.
Al otro lado, en la misma planta, el taller mecánico y los tornos que don Hugo y equipo manipulan. Me llega del mar una brisa agradable. Las luces dfel otoño incipiente, bañan las aguas que a veces son verdeazules y otras de un gris que invita a la nostalgia. Por sus profundidades circulan kilométricos cables telegráficos que conectan continentes.
Mar sin límites, remoto / airado mar de mi vida / y de todos mis / recuerdos.
(Arturo Maccanti)
La Playa de Las Canteras es una extensa «huella de arenas» que hemos dejado tantos y tantos…
Por allí nadamos, pescamos con cañas rudimentarias y anzuelos, margullamos para ver fulas y gueldes, cangrejos huidizos entre las rocas.
Veo La Barra, conglomerado de rocas volcánicas que ejerce de brazo protector amortiguando olas y corrientes. Nado hasta ella para disfrutar de una visión diferente de toda la playa.
Más cerca de la orilla me quedo en la Peña La Vieja, icono natural de tantas generaciones, que casi desaparece con la marea llena y luego, a marea vacía, enseñar sus dientes rocosos y llenos de hendiduras. Oigo voces, son los jóvenes que saltan desde ella con mejor o peor estilo.
Desde el Paseo veo que las olas se acercan y estrellan contra el muro.
Por aquí han paseado muchas generaciones. Las de ahora van por la orilla con las tablas de surf bajo el brazo buscando las mejores olas. En mi tiempo lo hacíamos sin tabla, «sebar olas» a cuerpo. Italcable fue demolido en 1979.
(Para Julio y Arturo, mis hermanos y en recuerdo de aquellos que formaron un grupo de trabajadores y amigos en la Compañía Italcable)
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