A simple vista, el Valle de Jinámar lucía este jueves como un día cualquiera. Sin embargo, para muchos de sus vecinos todo cambió el pasado miércoles. A mediodía los niños de San Ildefonso cantaron el número ganador del sorteo de Navidad, que cayó en la administración del centro comercial de El Mirador, salpicando de fortuna al barrio. «Ha sido mágico que cayera justo aquí, donde hay muchísima gente necesitada», expresó con una alegría sincera María Isabel Ortega, una vecina de la zona que asistió este jueves a la peluquería de las hermanas Placeres, Tatiana y Rita, dos de las afortunadas que ganaron el Gordo.
«Cuando me enteré que habían ganado el primer premio llamé inmediatamente; primero para felicitarles, pero también para preguntarles si atenderían la cita que tenía hoy», contó entre risas la señora, que pensaba que quizás las jóvenes empresarias decidían cerrar su negocio. «Nos debemos a nuestras clientas, que han sido las que siempre nos han dado trabajo para poder mantenernos abiertas», añadió Tatiana con honestidad, que recuerda que el pasado noviembre el salón cumplió 16 años activo. Asimismo, admite que aún no son plenamente conscientes de lo que ha pasado.
«Esta mañana vino montón de gente a darnos la enhorabuena, pero todavía estamos un poco desubicadas: estamos centrados en el trabajo y cuando pasen estas fiestas ya veremos», sostuvo Rita. «Estas son fechas en las que tenemos mucha clientela, porque vienen eventos especiales y no vamos a dejarlas tiradas», añadió su hermana con convicción.
Contagios de felicidad
El ambiente de alegría y alivio que podía respirarse en el salón de belleza se trasladaba a otros comercios de esta área comercial, ubicada en la calle Manuel Alemán Álamo (Eucaliptos I). «La gente estaba que no se creía lo que estaba viviendo; muchos vecinos se reunieron en la calle por la tarde para celebrar que el Gordo cayese en el barrio», sostuvo por otro lado Loli, encargada de la conocida pastelería Las Delicias.
«Para nosotros es una alegría saber que mucha gente de la zona se ha beneficiado de esta situación, por no eso era imposible evitar que se formase jolgorio», explicó, pues es consciente de que un décimo no sólo favorece al que lo compró, sino a toda su familia. «La gente quiere motivos para celebrar, contagiarse de alegría», añadió igualmente emocionada.
En la cafetería, los clientes que acostumbran a tomarse el café de la mañana con sus famosos dulces comentaron con orgullo la suerte que habían tenido los residentes de la zona este año. «Precisamente en esta calle le cayó a una pareja, y un poco más abajo a una señora que vive sola», murmuraron, aunque el rumor que se extendió como la pólvora fue el de un señor que ganó 1,6 millones al tener cuatro décimos. «Eso es lo que me han comentado, pero no sé si es verdad», espetó con dudas una de las dependientas del local. «Quién los cogiera», respondió un vecino con gracia.
Así quedó claro que muchos jinameros fueron agraciados con el premio, pero la realidad es que este estuvo bastante repartido entre todos los municipios de la Isla. En la capital también tocó a un buen número de personas. Fátima Guardia y Encarnación Martín fueron dos de las suertudas, que se encontraban trabajando en un colegio cuando conocieron la noticia. «Lo vivimos con muchísima alegría, parecía que el premio les había tocado a todos», expresaron emocionadas.
Tienen claro que lo primero es quitarse de encima la hipoteca, después ya se verá. «Creo que después tocará un viaje; me apetece muchísimo viajar a París», sostuvo Encarnación. Aunque por la mañana tuvieron que celebrar la noticia en el trabajo, no dudaron en ir a la administración por la tarde a descorchar el champán. Ambas volvieron este jueves por la mañana a la administración donde compraron el boleto para comprobar si con el resto de décimos que habían adquirido tenían algo más de suerte. Y esa misma idea la imitaron cientos de personas, pues durante toda la jornada el despacho de lotería contó con una larga cola de clientes. «Aquí estamos los rascaos», espetó una de las señoras con una sonrisa a medias.
La mayoría se aventuró a unirse a la enorme fila, aunque sabían que iban a tener que esperar un buen rato. «Va a merecer la pena», concretaron.
