Mazda mete una marcha más en su espiral renovadora. En cuestión de unos pocos meses ha reformulado un modelo de nicho como el MX-5, y dos de batalla como su Mazda6 y el CX-3. A pesar de ser un recién llegado, el más pequeño de sus todocamino se ha ganado en solo tres años un papel principal como el segundo modelo de la marca con más predicamento en Europa.

Fiel a su manera de hacer las cosas y con el viento a favor de las cifras de ventas, esta primera evolución del CX-3 da lustre a determinados aspectos para hacerlo más Mazda y, con ello, para seguir dando guerra en su segmento (el SUV-B) siempre en armas. Pocos cambios en el exterior, si acaso, la parrilla con unas nuevas baldas de dos anchuras, unos pilotos traseros en forma de anillo, molduras laterales y guarnecidos de los pilares en color negro brillante, las llantas de 18?? de nuevo diseño y, por supuesto, la incorporación del exclusivo Soul Red Crystal al muestrario de colores de la carrocería que es un 50% más profundo y tiene un 20% más de saturación respecto al Soul Red.

Mazda es refinamiento y esta virtud pasa a primer plano en muchos de los cambios que experimenta el interior. Por ejemplo, la banqueta de los asientos emplea una espuma de uretano que aísla en mayor medida las vibraciones. Tanto la primera como la segunda fila incorporan un reposabrazos central que, en el caso de las plazas delanteras, permite ganar un nuevo hueco portaobjetos. A su vez, para pulir la ergonomía, el mando rotatorio HMI ha sido adelantado.

Otros avances repercuten en la calidad visual y táctil. Es el caso de los nuevos tapizados de cuero con fruncidos verticales en respaldos y pinceladas de brillo en los hombros. O los embellecedores de los difusores de aire, que ahora emplean un color rojo a juego con Soul Red Crystal de la carrocería. Ya en el plano del equipamiento puro y duro, el CX-3 se hace, según versiones, con Apple CarPlay y Android Auto y, de serie, con el retrovisor interior antideslumbramiento con función de oscurecimiento automático.

Esa obsesión de Mazda por la finura ha guiado en buena medida muchas de las evoluciones estructurales. Mientras otras marcas van en busca del Dorado del dinamismo, el CX-3 pone el acento en medidas que amplifican el confort de marcha. Como la ampliación del diámetro de los amortiguadores delanteros a la vez que se reduce el de la barra estabilizadora; la optimización del control de la dirección asistida; y la inclusión de unos nuevos neumáticos de perfil bajo para versiones con llantas de 18" con una mayor flexibilidad vertical para filtrar en mayor medida las irregularidades del terreno.

Los índices de rumorosidad también afectan al bienestar a bordo. Aquí Mazda también ha redoblado esfuerzos en su pequeño crossover empleando unos paneles exteriores en las puertas y una luna posterior con mayor espesor. El techo también es más grueso para absorber más ruido y, al mismo tiempo, mitigar el eco en el interior. Estrena, asimismo, un nuevo material aislante en las costuras de la soldadura de techo y puertas.

Algunos de estos cambios estructurales también repercuten en la estabilidad. Sucede con la evolución de las suspensiones (que mantienen la configuración McPherson en el tren delantero y barra torsional en el trasero) y con algunos ajustes en el funcionamiento del sistema G-Vectoring Control y que permite al coche ser más preciso al negociar una curva actuando sobre la entrega de par del motor según el ángulo de giro de la dirección.