Hay fórmulas que funcionan y la del Sportage de Kia es una de ellas. Lo hemos probado en distintas generaciones y versiones, pero todavía no habíamos podido 'catar' el motor 1.6 T-GDI combinado con el acabado GT-Line Premium que viene a ser lo más parecido a su alineación de gala. Si a una presencia notable se le suma un equipamiento potente y una mecánica que parece hecha a la medida de un SUV de su tamaño, el resultado no puede ser más convincente.

Con sus siete años de garantía e informes como el prestigioso J.D. Power que en alguna en sus últimas ediciones lo ha señalado como uno de los más fiables de su categoría, el Sportage se ha ganado una muy buena reputación. Además, la apuesta total de Kia por el diseño, por la creación de coches con un tacto europeo y precios sensatos han hecho de él un producto muy redondo. Tanto que en sus sucesivas actualizaciones nunca ha habido un propósito de enmienda; sólo la voluntad de mejorar lo presente.

En otoño del pasado año, Kia Canarias introdujo el 'facelift' de la cuarta generación Sportage y, desde entonces, en NEOMOTOR lo teníamos en nuestra lista de tareas pendientes. Una vez tachado este renglón de la agenda podemos decir que, como los buenos vinos, el todocamino por excelencia de Kia mejora con los años y que la versión GT-Line tiene mucha razón de ser porque cubre algunas carencias dinámicas consecuencia de su propia condición de SUV.

En cuanto al motor T-GDi (inyección directa turbo), cualquier comparación con su hermano atmosférico resulta odiosa. Lo que en el GDi es todo gradual, en el sobrealimentado se transforma en una respuesta diligente y satisfactoria. Sus 177 CV y 265 Nm son absolutamente recomendables en un vehículo de la talla (4.495 mm de largo) y peso (1.545 kg), sobre todo si nuestra ruta incluye alguna pendiente.

Las reservas de par y potencia son más que suficientes como para no estar permanentemente con la mano derecha sobre la palanca del cambio en carreteras de montaña o, en otro tipo de vías, a la hora de incorporarse y abordar maniobras de adelantamiento. Y todo esto lo hace -oh, sorpresa- con unos índices de consumo medio bastante próximos al GDi: 7,5 l/100 km. Para ello, cuenta con el sistema de parada y arranque automático ISG, que es de serie en todas las versiones.

La finura del propulsor, su silencio y la ausencia de vibraciones es ya una seña de identidad de los 1.6 del grupo. Tras probar esta versión ya sólo nos queda saber cómo se comportará este mismo modelo con el cambio automático de doble embrague y siete velocidades (7DCT) con tracción total.

Unas suspensiones más firmes

Siendo el Sportage un modelo que, como todos los SUV generalistas, tiende al subviraje, los ajustes de suspensión más firmes le sientan fenomenal a la hora de sacarlo a coger curvas. Se siente más ágil e incluso más noble, pero sin que se aprecie un menor confort en carreteras con un asfalto irregular. Respecto a la generación anterior es claro el avance en cuanto al tacto de la dirección.

Si se quiere saber hasta dónde es capaz de llegar el Sportage en equipamiento, el camino más recto es escoger la versión Premium del acabado GT-Line; justo la que hemos probado. Hay componentes enfocados al más puro hedonismo, como el sistema de sonido JBL, los asientos de ajuste eléctrico con tapizado en piel o el techo solar panorámico. Otros son más funcionales como la apertura y cierre eléctricos del portón del maletero; el navegador con pantalla táctil de 8''; o la pantalla digital 'supervisión' integrada en el cuadro.

Imprescindibles una vez compruebas su eficacia, esta versión cuenta con la cámara de visión 360º con líneas dinámicas de aparcamiento que permite maniobrar con la garantía de no tropezarte con un obstáculo inesperado; la advertencia de colisión por ángulos muertos (BCW), el asistente de mantenimiento de carril (LKA); y el aviso inteligente de límite de velocidad (ISLW). Acorde con los tiempos que corren, esta versión del Sportage también cuenta con conectividad Apple CarPlay y Android Auto con bluetooth y reconocimiento de voz.