Hay gente que este viernes todavía me preguntaba contra quién jugaba España las semifinales, y lo más curioso es que se seguían sorprendiendo cuando les decía que el equipo estaba eliminado. No es una broma, se lo aseguro. Evidentemente no hablo de grandes aficionados al baloncesto pero sirva esto como ejemplo de la enorme confianza que generaba este grupo de jugadores en el torneo y al que todos veían peleando por el oro ante EEUU. Algo lógico por otra parte teniendo en cuenta la tremenda superioridad exhibida hasta el fatídico choque del miércoles ante Francia.

Un rival al que nadie concedía oportunidad alguna tras la paliza en Granada -24 puntos de diferencia- y que nos pasó literalmente por encima pese a no contar en sus filas con hombres del nivel y talento de Tony Parker, Nando de Colo, Joakim Noah o Alexis Ajinça. ¿Alguien me puede decir que bajas importantes tenía España? Probablemente sólo las de Felipe Reyes, Alex Abrines y Víctor Claver, jugadores a los que aún no se sabe muy bien para qué convocó Orenga. Se hace muy difícil explicar cómo en un partido nefasto del equipo ninguno tuvo cabida en el mismo, aunque sólo fuese en la búsqueda desesperada de un revulsivo. Falta hacía, y mucha.

Con el rebote perdido y casi anulado, con Diaw, Batum y Gelabale matándonos desde fuera, ¿Claver no podía haber cambiado algo en la pista?. Seguro que sí. Con Rudy desaparecido y haciendo la guerra por su cuenta, ¿Abrines no podía haber equilibrado más el juego exterior? Qué decir del partido de Ibaka y Marc Gasol. ¿De verdad que Felipe no hubiera producido más que los dos juntos en este encuentro en concreto?

No fue el único problema, desde luego. Podemos debatir también acerca de la gestión de los tiempos muertos o de ese 2/22 en triples que parece servir como escudo a la eliminación. Triples, por otra parte, en su gran mayoría lanzados tras una pésima selección de tiro y una peor circulación de balón. Salieron muchas cosas mal, es cierto, pero fueron la consecuencia a la paupérrima puesta en escena, no la causa en sí misma de la derrota. "No hemos preparado bien el partido", declaró Juan Carlos Navarro tras la eliminación. Poco más se puede añadir.

El baño táctico de Vincent Collet a España fue tremendo, y eso es algo que no admite debate. Sus armas eran limitadas y sus recursos escasos, y aún así las explotó al máximo. Ese baño, y no otra cosa por mucho que se quiera escarbar, es el que acabó con una oportunidad histórica y con una generación de jugadores irrepetible. Una generación que mereció decir adiós por la puerta grande, y que desgraciadamente salió del Palacio de los Deportes por la de atrás.

Esa salida, se mire por donde se mire, tendrá consecuencias a corto y medio plazo aunque José Luis Sáez, presidente de la Federación Española, quiera seguir dando largas al asunto. "Sería de cobardes tomar una decisión en caliente para contentar a todos. No he hablado de dimisiones. No es el momento. Simplificar esto sería un error. Hay que mirar lo que hemos hecho todos y mejorar lo que tengamos que mejorar. Hablar sólo de Orenga sería injusto y de cobardes", aseguró, consciente de que será mejor hacer los movimientos cuando la marea esté baja y los cambios pasen casi inadvertidos en la prensa.

Lo que está claro es que un fracaso como el del Mundial necesita de un cambio de rumbo, no digo drástico, pero sí de un cambio de dirección teniendo en cuenta que en el próximo Eurobasket España se juega su presencia en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Sólo irán los dos primeros clasificados, y fuera de ahí ir a una fase de clasificación sería una lotería cargada de riesgos. Por eso, es un hecho que en no muchas semanas desde la FEB se tomarán las medidas necesarias y oportunas para evitar otra decepción de este calibre. ¿Entonces seguirá Orenga? Anda que la pregunta...