"Pelotas es un lugar al sudeste del Brasil", cantábamos de niños, inconscientes de la trascendencia del escatológico estribillo: "A Pelotas yo me fui y en Pelotas me quedé". A partir de la próxima semana, y durante un mes completo, se cumplirá por goleada aquel presagio: seguiremos "en Pelotas" (léase la precariedad social), pero, en cambio, gozaremos de un poderoso estupefaciente audiovisual: pelotas y más pelotas cayendo en moviola desde la vasta selva del Brasil.

El asunto es tan poco baladí que hasta ha contribuido a remodelar la cruzada agenda de La Zarzuela y Moncloa. Pues, aparte de que la inminencia futbolera es un excelente botafumeiro para anestesiar la rápida sucesión coronaria, que va a ser casi de penalti, a nadie se le escapa que las brumas mañaneras del pasado lunes al sol eran el momento idóneo para que Mariano Rajoy acometiera la comunicación oficial de la abdicación real, en un astuto sota, caballo y rey. "El rey me acaba de comunicar", dijo el presidente del Gobierno, y acto seguido ya estaba despidiendo ("El rey me ha pedido que os traslade...") a los muchachos de la Roja, a punto de partir hacia la gran cruzada.

Sea como fuere, los hados del bombo de la FIFA han querido que la Roja debutase contra el mismo equipo de su triunfo final en Sudáfrica, la selección holandesa, el viernes 13. Pelotas será, esta vez, un lugar al Nordeste del Brasil: la bella localidad de Salvador de Bahía, cuyo escritor emblemático es Jorge Amado ("Los brasileños procedemos de la cohabitación de una india y algún bandido portugués", decía). Y luego irá descendiendo por el litoral, a Río de Janeiro (para enfrentarse, el 18, a Chile), y a la recóndita Curitiba (el 23 de junio, frente a Australia), una localidad tan desconocida como su autor más célebre, Dalton Trevisan ("El cuento es siempre mejor que el cuentista", asevera).

Uno de los escritores más famosos de la ciudad carioca, el autor de best-sellers Paul Coelho, se muestra ahora crítico con el fastuoso despliegue para el evento, mientras el país se halla sumido en un sinfín de reivindicaciones sociales, pues "el Brasil de hoy ha perdido el auge y la prosperidad de que gozaba hace un lustro, cuando fue designada como sede del Mundial", señala.

Por su parte, el narrador Jorge Amado (1912 - 2001), eterno candidato al premio Nobel, se definía de este modo tan deportivo, a través de uno de sus personajes: "Nací en cuna rica, con una flor en el culo y una estrella en el pecho". Su nombre está adosado a su ciudad natal, Salvador de Bahía, como un emblema en carne viva. La carismática y mestiza capital costeña del Nordeste del país, donde comenzará la cuenta atrás para la Roja y los claros de Del Bosque, es una de las ciudades de más honda impronta y sabor colonial de Latinoamérica. Mientras que la verde y recoleta localidad de Curitiba, donde la Roja culminará la primera fase del Mundial está considerada "la capital ecológica del Brasil".

Esta bella ciudad del Paraná (la más próxima a Pelotas, ya en la frontera con Uruguay) es, ciertamente, tan desconocida como su escritor más conocido, el nonagenario cuentista Dalton Trevisan, que sólo muy recientemente, en 2012, ha obtenido su merecido reconocimiento con el premio Camôes (el máximo galardón del país) y es autor de un título bien propiciatorio para la causa de la magna competición: El vampiro de Curitiba. Con todo, la Roja ha tenido la gran suerte de hospedarse en la geoestratégica ciudad de Belo Horizonte, la capital del Estado de Minas Gerais, donde se encuentra el moderno centro de entrenamientos Toca da Raposa II, que será su residencia y base durante el ancho torneo.

Se trata de una de las ciudades más originales y curiosas de Brasil, pues Belo Horizonte fue la primera urbe diseñada sobre papel, obra originaria del célebre arquitecto Óscar Niemeyer. La vitalidad bahiana Arena do Fonte Nova es el sugerente nombre del Estadio en que España celebrará su primer encuentro, en Salvador de Bahía, y ha sido objeto de una gigantesca remodelación como sede del Mundial, con una inversión en torno a los 185 millones de euros.

Muchísimo dinero para una de las regiones más contrastadas y secularmente pobres del Brasil. Al igual que los seres marginales que Jorge Amado retrata en sus novelas -prostitutas, campesinos, vagabundos, niños de la rúa...-, hasta los baianos más pobres pugnan, sin embargo, por la felicidad y la risa, arrebatando el plus de alegría vital que les está vetado, y componiendo con sus vidas un perenne carnaval a la inversa, sin máscaras. "Es imposible acostarse con todas las mujeres, pero hay que intentarlo", declaró, en cierta ocasión, ya en su vejez, el autor de Gabriela, clavo y canela, como un exponente del voluntarioso y lúdico vitalismo de sus paisanos. Salvador de Bahía es el escenario de los grandes contrastes, y, en sus calles abigarradas y grandes avenidas de litoral, huele a canela en flor y a salitre flambeado.

Sus más de 50 kilómetros de playas y parques ecológicos contrastan, en efecto, con el casco histórico, el Pelourinho, patrimonio de la Humanidad, un pintoresco enclave con sabor colonial de bellas casonas y pavimentos adoquinados. Es la cuna del mestizaje y el sincretismo cultural, con señeros edificios coloniales.

La fama de sus carnavales se ha ido extendiendo en los últimos lustros, aunque todo el año es allí carnaval, a causa de sus incesantes ritmos musicales, su peculiar gastronomía de raíz africana, y, sobre todo, al candor hospitalario y divertido de los baianos.

El saber es allí indisociable del sabor, lo mismo que las cosas de comer y de querer. "Quiero saborearte", le dice uno de sus cónyuges a doña Flor, en Doña Flor y sus dos maridos, que al igual que la protagonista de Gabriela, clavo y canela, es cocinera. La comida, el erotismo y la religión resultan indisociables. La tapioca, el candomblé y la samba son la misma cosa, un antídoto contra la miseria endémica, tan persistente y minuciosamente retratada por quien ha sido definido como el "rapsoda del alma popular de Bahía". Pero, a partir de su ciudad natal, uno de los temas predilectos del autor de Cacao era la formación mestiza y el gran contraste de culturas que compone el vasto territorio Brasil.

Solía explicar que "los portugueses trajeron la propensión a la melancolía, en la cubierta de las carabelas, pero luego llegaron los negros, en las mazmorras, y lo arreglaron; trajeron ese vitalismo y humor, que es verdaderamente ejemplar para cualquiera otra raza del planeta. Gracias a ellos, hay una alegría rabiosa, doblemente meritoria, en la medida en que transcurre en condiciones de miseria y de explotación latifundista. Gozamos de una alegría atemporal en una organización social todavía propia del medievo, sobre todo en el Nordeste, y eso es un regalo que nos sigue haciendo la negritud, la africanía".

"En realidad, procedemos de la cohabitación de una india y de algún bandido portugués", añadía. "La primera gran oleada de colonos portugueses está compuesta por bandidos portugueses, que fueron traídos a esta cárcel, mucho más espaciosa y barata, que era la selva brasileña. Luego llegarían los judíos, los cristianos nuevos, perseguidos en la península Ibérica, que conformarían la población industrial, y al fondo de toda la maleza permanecen los indígenas".

"Oye, qué goles más lindos" España jugará en Río de Janeiro contra Chile, y la pregunta del millón es, si desmintiendo a Heráclito, la Roja logrará bañarse en éxito dos veces en el mismo Río, pues en el mismo césped de su imponente estadio del Maracaná se celebrará la gran final un mes más tarde. Es probable que por las inmediaciones del recinto, suene el célebre himno que acuñara Vinicius de Morâes, Garota de Ipanema; sólo que con la tergiversación pertinente para la ocasión: "Oye, qué goles más lindos, más llenos de gracia... Río de Janeiro es la patria de la Bossa Nova, una música que suena con amplificador por sobre las aguas trémulas y las arenas enharinadas de la sucesión de playas más célebres del mundo: Flamingo, Copacabana, Ipanema, Leblon... Pocas ciudades tan contrastadas en volúmenes geográficos como esta inabarcable megalópolis, inauditamente arrebatada y erigida sobre la frondosidad selvática.

La imaginación se cimbrearse a ritmo de samba cuando se la contempla, ineludiblemente, desde la imponente altura de sus dos cerros simbólicos: el Pan de Azúcar y el Cristo de la cima del Corcovado. Paul Coelho, el afamado escritor de Río de Janeiro -cuya alcoba mira privilegiadamente, a través de un inmenso ventanal, a la playa de Coapacabana-, dijo una vez que, "en esta ciudad, capital del ludismo y la sensualidad, todo está permitido menos interrumpir una manifestación de amor". El vampiro de Curitiba "El cuento siempre es mejor que el cuentista", ha escrito Dalton Trevisan, autor de más de cuarenta libros de narracion breve, de un realismo austero, incisivo y conciso, y apodado él mismo con el más célebre de sus títulos: El vampiro de Curitiba. Ello se debe a su rechazo insobornable a comparecer en acontecimientos públicos y a conceder entrevistas, al punto de que cuando obtuvo el premio Camôes, en 2012, envió a su editora a la recepción del galardón.

"Lo único que cuenta es la obra, la palabra escrita", ha reiterado el también autor de La trompeta del ángel vengador. El jurado le dio entonces la razon a su actitud inquebrantable: "La obra de Trevisan implica una opción radical por la literatura como arte de la palabra. Tanto por sus incesantes experimentos con la lengua portuguesa, muchas veces en oposición a ella misma, como por su dedicación al quehacer literario sin concesiones a las distracciones de la vida personal y social". Trevisan es el cancerbero intelectual de Curitiba, declarada capital ecológica del Brasil. Fundada en 1693, la capital del estado de Paraná es un referente mundial en desarrollo sostenible, que, en las últimas décadas, ha logrado materializar un espectacular plan urbanístico para la conservación del medio ambiente.

Pródiga en zonas verdes, cuenta en su interior con una treintena de parques y bosques municipales y decenas de plazas y jardines para esparcimiento ecológico de sus ciudadanos. Hay nada menos que 51 metros cuadrados de áreas verdes por cada habitante, y de gran atractivo es su espectacular Jardín Botánico, diseñado sobre un bosque nativo, o el Auditorio-Museo Óscar Niemeyer, inaugurado en 2002, un espacio de ocio con la inconfundible impronta de ingravidez estilizada del más célebre arquitecto del Brasil. Un territorio tan virginal como lo está aún el calendario del Mundial de Fútbol Brasil 14.

Aunque ya falta muy poco para que lleguemos a Pelotas y, por unas cuantas semanas, en Pelotas nos quedemos.