Tiene su coña como se resolvió el partido de España e Irán. Solo hizo falta un gol. Esa, a fin de cuentas, fue la única diferencia entre la selección que cabalga décima clasificada del ranking FIFA, el combinado español, y la que anda en la posición 37 del mismo, el equipo nacional iraní. Un balón de espaldas que recibe el delantero en el área, un intento de despeje de un defensa y un rebote en la rodilla del mismo ariete que se cuela casi sin querer en la portería rival. La jugada del gol de Diego Costa guarda una ristra de paradojas que le sirvieron a España para sumar tres puntos. Y es que esa serie de hechos que parecen contrarios a la lógica le dieron al equipo de Fernando Hierro su primer triunfo en Rusia.

El gol mismo, en la acción, es el primero de ellos. Un tanto así era el sueño de Irán, una selección apañada, que salió a vivir de su rigor defensivo y su orden táctico. Esas eran sus armas y eso fue lo que puso sobre el Kazán Arena. Casi seis hombres en defensa y otros cinco por delante. Sin rubor ni vergüenza. ¿Por qué tendrían que tenerla? Es lo que tienen y es lo que mostraron. Juegan como pueden, con lo que les da. Agarrarse a una jugada a balón parado, a un lío propio de España, a un contragolpe de manual o a un barullo de área era la idea. Fue justo así, con una maraña de piernas y un golpe de fortuna de estilo 'pinball', como España se adelantó en el marcador. No lo hizo antes porque entre un par de zagueros persas sacaron un balón que Piqué intentaba mandar a dentro tras un remate de Sergio Ramos. Primera paradoja.

Porque la selección nacional se sigue entendiendo como aquel equipo que solo vive el fútbol a través del balón en su máxima expresión, como esa banda que toca y manosea el cuero hasta encontrar el hueco, hasta encumbrarlo. Quizá una sombra demasiado grande, demasiada pesada. Por momentos, incluso parece vivir anclada en los recuerdos, víctima de sí misma y de la mayor exhibición que se vio nunca en 'La Roja': la final ante Italia que ganó por 4-0 en la Eurocopa de 2012, cima de un ciclo de gloria que se inició en 2008. España tuvo el balón, pero le faltaron ideas para tirar abajo el orden que brotaba de la fila de pilares que colocó defendiendo su portería Carlos Queiroz, seleccionador iraní. Con la posesión ya no basta. Eso solo consigue que España se convierta en un equipo previsible y plano.

En ese fútbol de asociación, de arquitectos, casi de artistas del fútbol como el que simbolizan David Silva, Isco Alarcón, Andrés Iniesta, Marco Asensio o Isco Alarcón, el hombre que a priori menos casa con todos ellos es el que más rendimiento le está dando a España: Diego Costa. En números, es indiscutible -ya suma tres goles en el Mundial-; y en fútbol, de momento, también. Canalizador de espacios, guerrillero entre centrales, su condición de 'nueve' de esta selección es casi incontestable. Otra paradoja.

Sufrir y sufrir

Ese asedio que sostuvo España sobre Irán -refugiados tras su propio muro- hasta encontrar el gol se disipó después. Justo cuando se presuponía que los de Hierro iban a poder volar, con la apertura de Irán ante un resultado en su contra, fue cuando más sufrió. Se le paró el mundo cuando Ezatolahi rompió la red de De Gea, el linier levantó la bandera y solo el VAR terminó por anular un gol que hubiese matado a España. Dio Irán más de sí. Se acercó hasta en otras dos ocasiones con mucho más peligro que España: un cabezazo de Taremi que se unía al disparo que hizoAnsarifard desde fuera del área. La selección que se negó a atacar y se entregó a su defensa tuvo más opciones claras de gol que la única que parecía ir a por los tres puntos. Irán tenía a España acongojada. Otra paradoja fruto de aquel rebote.