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Entrevista | Félix Juan Bordes Caballero

"A estas alturas me permito el lujo de transgredir los cánones"

"Lo importante de este mural enorme es que unos empresarios apoyan al artista, como ocurría antes en el Sur", explica el arquitecto y pintor

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El pintor Félix Juan Bordes en su estudio

Este trabajo es de alguna manera una vuelta a sus orígenes, a un momento dulce del Sur donde se desarrollaron experiencias puntuales en las que promotores, artistas, arquitectos y decoradores aportaban sus creaciones para la realización de las primeras construcciones turísticas. Félix Juan Bordes aún recuerda su encuentró con Manolo Millares para encargarle un mural para el Aparthotel Protucasa, que diseñó junto a Agustín Juárez, un acuerdo que se vio truncado por el fallecimiento del artista. O la orden del ministro Sánchez Bella de retirar una obra de Úrculo por pornográfica del Hotel El Caserío el día de su inauguración. La conversación transcurre en su estudio, una parte de ella con la presencia de un nieto que es diseñador y que le ayuda a cambiar el mural de posición.

¿Qué significado tiene afrontar una obra tan enorme cuando se está a punto de superar los 80 años?

Para mí, como ocurre con la escritura de los médicos, escribes ya tanto con la mano derecha como con la izquierda, o con los ojos cerrados... Es decir, lo hago espolvoreando pinturas, tintes, echando pintura como hacían Pollock o Kooning. ¿Por qué? Porque hay todo un recuerdo que se queda fuera del trabajo. A estas alturas, después de cincuenta años o más, la caligrafía está deformada, no tienes prejuicios, tampoco tienes miedo, cosa importante, te permites el lujo de desobedecer a la mano derecha, de transgredir cualquier norma compositiva, no hay ni cánones porque se destruyeron ya en el camino. Si miras la trayectoria de Tàpies o de Miró ves que empiezan con cuadros surrealistas hasta que terminan abriendo las puertas a otro mundo personal, que es realmente cuando eres capaz de apagar y encender un interruptor con una libertad absoluta.

O sea, ¿que está en un momento donde nada le perturba?

Claro, hablo que un mundo que abro cuando yo quiero. Antes, cuando cerré la etapa surreal, lo hice porque me daba miedo ese mundo, me invadía de tal manera que ya no podía distinguir lo real de lo irreal. Era a finales de los sesenta, una época en la que estábamos hipnotizados con Las enseñanzas de don Juan, el libro del antropólogo Carlos Castaneda, o la psicodelia, mientras que ahora, dentro de esa gimnasia mental que abrí sin necesidad de drogas químicas ni nada parecido, todo fluye lleno de formas.

Una tendencia evasiva que convivió con su trabajo como arquitecto y catedrático, ¿no?

No, yo me cuidé mucho de que todo lo que era objetivo, disciplinar, como era en el caso de la docencia, no se viese influido por esta tendencia...

¿Ni en la arquitectura?

No, tampoco... En todo caso, al principio sí hay unas forma cúbicas en mis primeros cuadros que pueden tener una intención arquitectónica, pero luego se diluyen y lo que me interesa es la pintura-pintura con tubos, arrojada, superpuesta, con barras o con la mano...

¿Su parte más radical?

Sí, son formas surreales en un expresionismo abstracto... Ahí está Twombly, Wilfredo Lam, Matta, pero todos quedaron atrás, ahora estoy yo solo, en el sentido de tener esa historia muy atrás en la retina y nutrirme de mí mismo sin copiarme... Como has visto, estas imágenes [señala una obra de su etapa inspirada en El Bosco] no tienen nada que ver con el mural. Esta obra de grandes dimensiones se está haciendo sola, ¿por qué? Digamos que ese mundo que surge de abajo es el mismo que traté en varias exposiciones, ya sea con los insectos o con la flora canaria, la entomología, y también los micropaisajes y microoperaciones de los insectos inventados. De alguna manera es como si Borges fuera poniéndoles nombres a las cosas que veía.

Y ahora un mural como obra definitiva...

Para nada, no me voy a callar después de terminarlo. Ahí tengo montones de lienzos para otros proyectos [risas].

¿Cuál es su origen? La iniciativa de incorporar una obra de arte por encargo a un hotel retoma una vieja tradición de los años sesenta y setenta del Sur de Gran Canaria.

El empresario Estanislao Mañaricua, en los años setenta ochenta, empezó una relación muy fructífera entre el arte y el turismo. Ahora son sus hijos los que encargan a Gadap, la firma de arquitectura que dirige mi hijo Ricardo, la remodelación de la Talasoterapia del Gloria Palace, en San Agustín, una renovación amplia de las piscinas y otros equipamientos. Y fue entonces cuando los Mañaricua, José María y Arantxa, me pidieron para la zona de relax un mural largo. Claro, acoplé la arquitectura y los paneles a lo que se necesitaba, es decir, un estudio de la visión y de la rampa para una pieza de catorce metros, una medida que exigía la arquitectura, y otros dos de siete metros. El más largo se llama Sopa de Phytoplancton, donde todo flota y fluye, como ha sido siempre en mi pintura. Quiero decir que siempre he sido fiel a ella, no he estado dando bandazos a un lado y a otro. El segundo es Charca del Oasis de Jbel... Casa de Djinns, que representa un espacio acuático tranquilo, salobre, donde hay insectos más pequeños. Y está el último, La orilla de la playa de la isla de San Borondón, que enlaza con mi última pintura, especialmente con un cuadro que se llevó a una exposición reciente del TEA y que se llama Encuentro amistoso en la playa de la isla de San Borondón, donde hablo de la conquista que los godos no hicieron de esta Isla...

Se puede decir que es usted afortunado al conseguir este apoyo y además para una obra tan personal y libre.

Bueno, a ellos les gusta la obra que hago, y lo importante es que apoyan el arte, que cuentan con ella para sus proyectos. Antiguamente se hacía así, siempre. Yo no he tenido contacto con las administraciones, oídos sordos total, pero busco la manera de hacerme oír en la sociedad.

Pero también es muy difícil resistirse a la visión del fondo de mar, se puede decir que es un paisaje hipnótico.

Estoy preparando una conferencia [la pronunció el pasado jueves en la Fundación Martín Chirino] que se llama Las consideraciones sobre la fealdad y la belleza en el proceso creativo. Y siempre está el punto de partida del quebrantamiento de las normas de la clasicidad, en el sentido de que estas quebrantando, si no lo haces no caminas adelante. Este mundo está más ligado a esas películas que le encantan a los niños, como Avatar, o a la selva atractiva y a la vez abominable de Apocalypse Now; es lo peligroso de Rousseau, que pintaba la selva que añoraba, pero situaba entre la maleza un león amenazador que asomaba... Claro, todo esto es muy bello y bonito, ¿pero qué hay detrás de todo? Joseph Conrad decía: es que todo esto funciona como un ente que respira solo. Y era verdad, en Apocalypse Now veías que aquel capitán que iba con la misión de eliminar al loco de Kurtz observaba, de pronto, que la selva, durante la tarde, se callaba, silencio absoluto, y que por la mañana respiraba toda ella entera. Al final, cuando llega al fondo de su misión, se encuentra con lo más abominable: un tipo loco que enfrenta a la muerte.

Volvamos a lo pacífico: ¿el mar ha sido muy importante en su vida?

Yo he sido navegante de regatas y mi padre tuvo una naviera. Mi hijos siguen con la afición. Ahora con ochenta años, como comprenderás, sólo doy un paseíto de una horita. Antes tenía un barco de 15 metros que tuve que vender con la crisis.

Hablemos de energía, pero de la mental. ¿Es un desgaste muy grande acometer esta obra?

Mi mujer [María Dolores de Santa Ana Cárdenes] me suele decir, "¿qué estás haciendo? Pensando, callado, pensando..." Llevo muchos meses con esto en la cabeza, entonces cuando coges el lienzo en blanco la pintura se va haciendo en su hacerse, por decirlo de alguna manera.

¿No hay tensión?

No, la pintura no. Lo que me crea tensión es el esfuerzo físico de mover los lienzos. Tengo un nieto que me ayuda a ponerlos en horizontal, sobre todo cuando hay que presionar. Pero cuando estoy en vertical no me encuentro nada cansado.

¿De dónde salen las criaturas que están en el mural?

Yo las llamo entidades... Bueno, un médico amigo me atendió de una extirpación de riñón con un tumor benigno. Me dijo, no te preocupes que te voy a dar un sueño bueno, y me administró más anestesia. Estuve un día y medio afectado, y claro, veía todo eso que está en el mural, sus movimientos... Unas con pelo, otras que flotaban... Si conjugas tu manera de hacer, desprejuiciada, en la que tanto te da ocho que ochenta, es decir, tanto lo pones con barra con tubo o arrojas pintura ... [Levanta la voz]. ¡Vamos a ver, tienes todo el derecho del mundo a mover la pintura y las manos como te da la gana! ¡Claro, pueden decir que soy un marienista! ¡Es verdad, lo soy: primero tradicional, y segundo, marienista! ¿Por qué? Pues porque no me interesa la belleza, me interesa la fealdad, porque en sí misma contiene una provocación tal que produce atracción. Estoy hablando de Saturno devorando a sus hijos, de Goya. Lo feo y lo bello son dos conceptos que están unidos, por lo tanto no me preocupo para nada en estos momentos de la fealdad y la belleza cuando pinto.

Pero no negará que ha estado condicionado por el hecho de que los murales van a estar en un lugar para el descanso, para el disfrute del cuerpo.

Séneca, que vivía encima de unas termas en Roma, se cabreaba porque decía que no le dejaban dormir por las palmetadas de los masajes, las voces... Él hacía su vida, pero aquello estaba lleno de murales como siempre ha estado la arquitectura, en todos lados. Era lo habitual. ¿Qué ocurre? Que Loos vino diciendo que el ornamento no interesaba. Pero llega la ruptura con el movimiento revolucionario y con las libertades democráticas, tras las dos guerras, aparecen las ansias por vivir, de transgredir. Y ahora es el momento de preguntarte: ¿qué te gusta más, los interiores anodinos, repetitivos y modernos, por decirlo así, o el interior de Pedro Almodóvar con un cojín de una clase y otro de otra? ¿O el interior de Hamilton con su salón con el hombre musculado, o el interior de Freddy Mercury que transgrede el sexo, la moda, lo cotidiano? Pero para no salirte de lo cotidiano tienes que vencer el deseo de inventar excesivamente, te agarras a los códigos existentes y los transgredes como hizo Borromini con Bernini, que estaba cabreado y decía: "yo que soy de éxito absoluto y respeto a los clásicos". Y Borromini le argumentaba: "yo lo que hago es chuparte los conocimientos, utilizar tus palabras clásicas pero pervertirlas". Rompe los cánones, las dimensiones, hace las fachadas alargadas. Lo mismo que pasó con Salieri y con Mozart, el rencor y el odio del primero estaban en el reconocimiento más absoluto de la belleza sin prejuicios del joven Mozart, porque él se sabía anclado a la mediocridad.

No le importa nada lo que está fuera.

Uno crea sin importar a quién. Tienes ritmo, recorridos visuales para que el espectador pueda mirar de un lado u de otro, en diagonal, en vertical o en horizontal. Cada obra es un proyecto; a lo mejor resulta que en el próximo aparece el Oasis, puesto que se trata de unir paisaje, la naturaleza y mi micromundo, que tanto estaba en el Diccionario chino como el Catálogo de Borges o el de los Cientificos de la Ilustración que iban encontrado iguanas, flamencos o pelícanos raros...

Impacta entrar en su estudio y ver el caos desatado en la mesa de trabajo que está frente al mural. ¿Cómo explicar qué acaba en el lienzo y cómo dosificarlo?

Primera cuestión, la mano, no quiero pincel, a lo mejor sólo para retoques. ¿Por qué? Aunque soy miembro de la Academia [ingresó en la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (RACBA) el 28 de mayo de 2010] yo rompí con la academia en el sentido del buen hacer, tal y como manda la ley de Dios... Entonces, tengo que eliminar todo aquello que no está relacionado con la dimensión del lienzo, el trazo y la velocidad... Ahí, en ese cuadro surreal [señala de nuevo la obra inspirada en el Bosco] se pintaba la lentitud, pero estos murales de ahora se construyen en la velocidad, en el automatismo. Y se hace con las manos, imprimirla en el soporte, mojar el lienzo, coger grasa y ponerla, echar polvos o pigmentos. Parece una tontería, pero los cuadros se hacen en su hacerse, como ocurría con Pollock. ¿Cuáles son mis anclas? La naturaleza, los insectos flotando, el micropaisaje, el mar, la fecundidad. Son temas que interesan al hombre. No estoy en un mundo de locos.

Parece una obra obsesiva, entregada a los detalles, ¿no?

Las figuras del cuadro de El Bosco, una obra que viene del XVI y XVII, están superterminadas, son igual de autónomas que las del mural. ¿Qué ocurre? Pues que entre una y otra han pasado cincuenta años, pero en la evolución lógica de un pintor, que está obsesionado con las mismas formas, van a seguir apareciendo. Todos los pintores estaban anclados en el surrealismo, Miró y Tàpies también. Era una etapa por la que había que pasar, pero antes del surrealismo nos encontrabamos en la figuración... Claro, yo he pasado por todas esas etapas

Pero este mundo de criaturas, sus comportamientos, resultan hasta adictivos, hay una seducción que nos mantiene enganchados ante ellos.

Sí, son bichos más raros que los que yo pueda inventar, que nunca has visto y que la naturaleza te los ofrece... Por ejemplo, en la película 'Avatar' está a caballo entre la idea del niño de la selva como ensoñación, que luego resulta ser un espacio maligno... Sin embargo, ves una osas preciosa, llevada a los dibujos animados, con una calidad tremenda de los colores. Trasladado a la pintura, ¡por qué esclavizarnos cuando tenemos ante nosotros una gran variedad cromática, el mundo es tuyo. Alberti decía el pintor es el que tiene el poder de recrear el mundo, y tanto le da valles como bosques umbrosos, o también crear cosas abominables. Y es verdad, el pintor cuando tiene el lienzo en blanco está ante un peligro: ¿cómo me voy a enfrentar ante catorce metros de lona blanca? ¿Cómo lo hago? Diciéndote a ti mismo que siempre eres capaz de ganar la batalla.

¿Su último mural?

No, no, para nada... Ahí tengo montón de nuevos lienzos. ¿Para quién los hago? A saber. ¿Qué me encargan otro mural? Lo haré. Mientras tanto, lo tienen mis hijos. ¿Las administraciones? No te escuchan, he sido siempre un pintor solitario durante cincuenta años, ni he necesitado nada ni he pedido nada. Es verdad que las últimas exposiciones me las ha organizado el Gobierno de Canarias, lo cual agradezco. Pero salvo eso...

Claro, pero cincuenta y seis metros cuadrados de murales a los ochenta años....

Insisto, no es la retirada, ni mucho menos. Al contrario, me encuentro con más ganas que nunca. Tengo salud, actividad, una familia grande que me ayuda. Durante la mañana estoy con mis hijos Felix Juan y Ricardo, que llevan el taller de arquitectura, y yo aparezco por allí para hacer alguna cosa, pues los murales, escritos o dar alguna opinión si me lo piden los arquitectos que trabajan allí. No estoy en absoluto paseando un perro.

Da la sensación de que a usted le hubiese gustado más ser artista que arquitecto y catedrático. Hay una tendencia ahí que siempre ha pugnado por salir.

Al terminar los estudios de bachiller siempre decía que quería ser artista. Pero en el año 57 ser artista era no ser nada, pero tanto mi hermano como yo queríamos. Claro, ni el momento político ni nada era adecuado para la creación artística. Él se dedicó a la escultura, pero también acabó Arquitectura. Creo que mi padre hizo bien al decirme estudia Arquitectura y luego te puede dedicar a la pintura. En el año 81 Juana Mordó me ofreció la posibilidad de una exposición fuera de España, y es algo que sucede cuando estaba a punto de sacar la cátedra. Tengo que elegir y optó por la familia, que es lo que me gusta, por la Isla. Esa es mi condición y a lo mejor mi maldición como artista. Pero sinceramente, no me quejo, aunque toda esa pintura se quede ahí guardada me da igual.

Es curiosa esta convivencia entre una obra muy agitada y un estilo de vida más bien conservador.

En lo ideológico no soy nada conservador, más bien estoy enfrente. Pero si es verdad que en el centro de signo libra, es decir, apuesto por una familia, tengo 19 nietos... Tenía claro, por ejemplo, que si me iba a Nueva York tenía que abandonar valores mucho más fuertes.

Volviendo al mural y a su lugar en el Sur. ¿Cómo ha cambiado el territorio?

Conocí el Sur cuando solamente estaban los apartamentos Los Caracoles, y para ir a la Playa del Inglés pedía la llave al mayordomo para quitar la cadena, allí estaba la casa del Conde y nosotros teníamos acceso porque mi suegro era un coronel de la Guardia Civil y tenía muy buena relación con Alejandro del Castillo. Pero no había nada, nada de nada.

La nostalgia.

No, no voy por ahí. Creo que todo esto se ha globalizado, de tal manera que como en el cine quien manda son lo productores y los actores son los muñecos. ¿Qué ocurre? Ahora el arquitecto es el muñeco del turoperador, pero sobre todo de los grande inversores. Desaparece totalmente la autoría, es decir, el arquitecto que antes tenía la capacidad de diseñar con un dibujo, algo que sí añoro. Por eso me indigna tanto la presión de la empresa sobre los arquitectos, a los que maltrata y humilla, y hacen lo que le da gana. Hay que buscar un equilibrio razonable entre lo que estaba y lo nuevo. Todo es posible, pero lo que no se puede hacer es vulnerar la identidad de lo que había, llámese Oasis, y que allí existía una colaboración entre el turismo y los arquitectos, también con los artistas. No existe ni el detalle de preguntar, me ha pasado con el edificio de Protucasa, al lado del Centro Ecuménico, hoy irreconocible, donde se iba a poner un cuadro de Millares, pero su fallecimiento lo impidió. Estaba la arquitectura de Manuel de la Peña, también la pintura de Pepe Dámaso. Recuerdo ahora que para El Caserio encargué un mural Úrculo que me obligó a quitar el ministro Sánchez Bella, que lo consideró un obra pornográfica porque se veían unos culos [risas].

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