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Fiestas Fundacionales | Medalla de Oro

Tejiendo comunidades con la educación

La Fundación Canaria Farrah recibe la medalla de oro de la ciudad por su trabajo a favor de la infancia y la igualdad en Las Palmas de Gran Canaria y África

La presidenta de la fundación Farrah, Pepi Farray -en el medio-, junto a parte del equipo de trabajo, en la sede institucional. YAIZA SOCORRO

Durante casi cuatro siglos la isla de Goré (Senegal) fue uno de los centros neurálgico del tráfico de esclavos hasta su abolición final en el siglo XIX -el último país en derogar su práctica fue Brasil en 1888- De allí partieron millones de seres humanos hacia las colonias españolas, inglesas, portuguesas, francesas y holandesas de América. Un destino infernal apoyado por un modelo económico y social que hoy nos resulta difícil de entender. En el siglo XXI, a escasos 50 kilómetros de este enclave histórico, en la ciudad de Mbour, la esclavitud no existe pero la falta de derechos humanos tiene otra cara: la de los miles de niños que viven en la calle al amparo del negocio del turismo. En 2018 la Fundación Canaria Farrah abrió allí La Maison d'Ecoute [la casa de la escucha] con el fin de poner coto a la explotación infantil que supone la mendicidad y de lo que ello se deriva -prostitución, violencia, desnutrición, enfermedades, analfabetización, drogadicción, y desarraigo-. Es el último reto puesto en marcha por la entidad, que este año recibe la medalla de oro de la ciudad con motivo de las Fiestas Fundacionales.

En La Maison d'Ecoute los niños de la calle y los talibés -chicos y chicas que estudian en las escuelas coránicas y que son explotados- tienen un espacio para ducharse, para que les atienda un enfermero, para divertirse y para aprender con otros niños. Y algo muy importante: para que les escuchen, porque solo conociendo su historia, sus problemas, necesidades, anhelos y esperanzas es posible ayudarles a emprender el camino feliz de la infancia. Más de 1.200 niños han pasado ya por este refugio.

Los menores y las mujeres son los dos colectivos para los que la Fundación Canaria Farrah para la Cooperación y el Desarrollo Sostenible trabaja, desde que en 2008 pusiera en marcha su primer proyecto en Senegal. Sus destinatarios no podrían ser otros ya que Farrah, de origen árabe, es nombre habitual de mujer y significa alegría.

La Fundación Farrah nació de un grupo de diez personas, entre las que se encontraba Pepi Farray, licenciada en Ciencias de la Educación y profesora entonces de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y que ha ejercido hasta ahora de presidenta. Hoy en día, un equipo de 30 personas y más de 150 voluntarios colabora junto a los nueve patronos para que los proyectos que han puesto en marcha en este tiempo en las áreas de Cooperación internacional, Formación y cultura y Acción social e igualdad, en África oeste-Senegal, Mauritania y Gambia- y en los barrios desfavorecidos de Las Palmas de Gran Canaria tengan un final feliz: y es que los destinatarios cojan el testigo.

"Para la Fundación este premio es un honor, sobre todo porque viene de la ciudad de Las Palmas donde desarrollamos la mayoría de nuestros proyectos de acción social. El reconocimiento a nuestro trabajo supone una palmada en la espalda para seguir trabajando y seguir luchando porque todos los ciudadanos de la capital tengan las mismas oportunidades derechos y disfruten de esta ciudad maravillosa", afirmaba ayer la presidenta de la Fundación, que en su haber cuenta ya con el Roque Nublo del Cabildo de Gran Canaria (2017) a la solidaridad.

Farray puntualizó que la misión de la entidad es "luchar por la justicia, la igualdad y por la defensa de los derechos de la personas en cualquier lugar del mundo" por lo que los proyec-tos que desarrollan en África son tan importantes como los que llevan a caso en casa, aunque el galardón les ha tocado la fibra al venir del lugar donde "tienes tus orígenes". Pero las felicitaciones también les han llegado de África.

En la ciudad desarrollan en la actualidad A pie de Risco, en el que buscan rescatar el valor de los tres riscos de la ciudad y de sus gentes con actividades de participación y turísticas y Bloque a bloque, donde realizan una labor socioeducativa con unos 300 chicos de los riscos y La Paterna entre 4 y 16 años, donde se les ofrece refuerzo educativo y aprender robótica creando sus propios videojuegos. En verano la actividad se amplía con los comedores escolares.

La pauta para trabajar con los niños es siempre bajo el paraguas de los Derechos de la Infancia y estimulando su participación. Es decir, no solo buscan que los pequeños intervengan en las acciones, sino que su opinión cuente a la hora de tomar decisiones ya que son los verdaderos protagonistas y destinatarios de las iniciativas dándoles así la oportunidad de que ejerzan el derecho a la libertad de expresión que se les reconoce y que pocas veces las instituciones tienen en cuenta al desarrollar propuestas para ellos.

En África desarrollan diversos proyectos relacionados con la educación y la formación para el empleo de las mujeres, así como de desarrollo comunitario y de educación para niños. También construyen de manera puntual infraestructuras para mejorar la salud de las comunidades como pozos y aportan materiales para escuelas o centros de salud.

La Fundación no inicia los proyectos por iniciativa propia, sino que son las comunidades las que se ponen en contacto con ellos. Antes de comenzar a trabajar, hacen un diagnóstico de la realidad de la que parten. Y para ello diáloga con todos los agentes sociales de la. Una tarea ardua para las personas que realizan esta labor en África, y que les obliga a buscar la aprobación de todos los estamentos: ministerio, ayuntamiento, asociaciones locales y población civil antes de cooperar con cualquier comunidad.

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