Adiós a Giraldo, artista entrañable

Se nos ha ido un artista de primera magnitud, habitante de su tierra elegida y del espacio de la amistad más lea

Juan Antonio Giraldo.

Juan Antonio Giraldo.

Guillermo García-Alcalde

Guillermo García-Alcalde

En la atmósfera de su casa-estudio de Tafira, la conversación amical con Juan Antonio era compartir una luz iluminada. Familiar y bromista al principio, se encendía muy pronto. Había que bajar una larga escalera hasta el taller de escultura, donde todo estaba dispuesto, aunque pareciera caótico, para el diseño de una nueva pieza, la fundición del metal para otra o el refinado de la ya concluida. Casi siempre salía del horno una criatura poética en términos realistas o abstractos y, sobre todo, la fe de un gran artista seguro de su intuición y saber.

Juan Antonio Giraldo, entrañable amigo, no limitó sus inquietudes a la escultura. Durante algunos años probó su talento en trabajos vitralistas que perduran en los altares y ventanales de varios templos isleños. Y su facilidad de poetizar lo cotidiano queda plasmada para siempre en los dibujos y collages con los que felicitaba las fiestas y las fechas de sus amigos. Era, por decirlo en otras palabras, un artista total que hablaba con entes de arte y reservaba la palabra oral para la cordialidad, la amistosa confianza y el placer de comunicar con alegría su experiencia del mundo cotidiano.

Después de una larga enfermedad consiguió superarla y repartir de nuevo su generosa vivencia de la amistad y la inspirada fuerza creativa. Basta recordar su impresionante escultura en la exposición de artistas de la Real Academia Canaria de Bellas Artes en el Rectorado de la Universidad de Las Palmas.

Pasaba temporadas en su ciudad natal, Villanueva de los Infantes, en el corazón de La Mancha, que deben visitar quienes deseen una visión más completa de su obra creativa; y también en Finlandia, tierra natal de Eva, su esposa, que se siente más canario-manchega que finesa. Una persona, es justo añadir, adorada por Juan Antonio y discreta fruidora de toda su obra de creación. Entre otras razones, por vivir la mayor parte de su vida en Gran Canaria, donde nacieron las dos hijas del matrimonio. La gran escultura inspirada en la vela latina, con su proa apuntando al océano infinito, describe en la Avenida Marítima de Las Palmas la doble magia de radicar en el lugar elegido y el instinto inagotable del viaje.

Se nos ha ido un artista de primera magnitud, habitante de su tierra elegida y del espacio de la amistad más leal. Carácter burlón y entrañable de los que nunca fallan y, aunque casi siempre de viaje, siempre están llegando. Artista esencial y criatura humaba irreductible a cualquier decadencia.

Para Eva y las hijas de ambos, un gran abrazo fraterno. Juan Antonio está en todas sus obras y en los impulsos afectivos que las motivaron.