Ante nosotros la segunda añada de un trabajo que tiene por meta final conseguir viñedos propios, enclaves más que notables y cuidar como se merece el laboreo de la viña mientras está en la tierra, y atender merecidamente la transformación en la bodega del mosto hasta llegar a su perfecta fermentación.

Los grandes grupos vinícolas pueden ir buscando enclaves determinantes para la elaboración de sus novedades si creen de una manera absoluta en el mundo del vino. Tal vez por ello Martínez Bujanda ha querido acercarse hasta una de las zonas más reconocidas en la elaboración de blancos en España. Rueda y toda su gama de posibilidades.

En este caso nos encontramos con una finca, Montepedroso, de 25 hectáreas, a una altura de 750 metros, en la zona de La Tejonera, en Rueda con una producción final de 50.000 botellas, lo que indica que hay un trabajo de atención y cuidado por parte de Lauren Rosillo, enólogo de la empresa, que ha querido durante un tiempo perfeccionar sus técnicas y viajar hasta zonas básicas de elaboración de blancos para aprender el gran concepto y poder realizar un trabajo en condiciones.

FINCA MONTEPEDROSO es un verdejo 100% que se ha mantenido cinco meses sobre lías, lo que le ha proporcionado una densidad glicérica muy interesante y seductora, con una carga olfativa llena de matices, que va desde las notas de melocotón maduro, pasando por esa fresca acidez que entrega otra fruta de hueso como es el albaricoque, o la presencia evidente del hinojo, como isla para el regusto olfativo. Aunque buscando en sus aromas encontramos ciertas notas de humo, que le dan al vino una personalidad tan singular como atractiva.

Los vinos elaborados con esta atención se benefician de los tiempos calurosos, aunque podrían soportar estaciones más frías. Su poderoso aroma y su estructura lo convierten en una novedad interesante que merece ser seguida para celebrarse con los avances que se vayan consiguiendo en bodega.

En la copa se muestra con una limpieza efectiva, y nos regala brillos alimonados, como si hubiésemos puesto a refrescar hermosos frutos ácidos de impoluta piel solar. Su paso por boca nos deja un largo postgusto frutal muy sabroso, que gracias a las notas ácidas construye un equilibrio asentado y de inspiración clásica, que lo dota de una frescura que se trasmite en nervio.

La uva Verdejo merece un trato como el que aquí se le imprime. Un trato donde no hay engaño a base de levaduras mil veces utilizadas para no mostrar lo singular. Y la singularidad siempre es una atracción para el que bebe, pues gana en diferencia, y en unicidad.

Acercarse a los vinos sin ideas preestablecidas, sin runruneos de otras historias que pueden enturbiar la efectividad de las propuestas a las que llegamos para disfrutar. Porque siempre que haya franqueza los vinos nos hablan de una naturaleza que merece la pena ser escuchada. Aunque las uvas sean similares, las elaboraciones son distintas. Porque las tierras confieren una personalidad inolvidable.