Ensaya la comedia romántica desde posiciones propias, huyendo de los tópicos y tratando de aportar soluciones distintas y, sobre todo, ocurrentes y divertidas que en ocasiones rozan el absurdo. Ese es su mejor patrimonio y el que consigue que las imágenes lleguen con cierta fluidez y suscitando alguna que otra sonrisa.

Y eso es algo que hay que agradecer teniendo presente que se trata del primer largometraje de ficción que dirigen los hermanos David y Stephane Foenkinos, que además se han basado en la novela homónima del primero. Con ellos, el mayor estímulo es, sin duda, la presencia y la labor de la actriz Audrey Tautou, cuyo particular encanto no sólo prende en el público, también dota a la protagonista de una innegable fascinación.

Con una metodología de trabajo peculiar, los dos realizadores han hecho posible que el relato escape del tópico al uso y esquive, incluso, el peligro de caer en la ingenuidad y en lo empalagoso. Por eso la historia de Natalia nunca se deteriora y arropa recursos bastante originales. Ella es una joven que pasa por el terrible trance de perder al hombre de su vida, su esposo François, que ha muerto como consecuencia de un accidente, y parece condenada a vivir, de forma deliberada, en eterna soledad y sin superar del todo el trance.

Este paisaje desolador, sin embargo, cambiará de forma súbita cuando Natalie decide, sin motivos aparentes, besar apasionadamente a un subordinado de su empresa, Markus, que se queda perplejo ante semejante reacción. Es más, se sentirá tan turbado que caerá de lleno en las redes de ella, pero sumamente desconcertado porque Natalie no actúa de forma coherente con su insólita actitud. Y es aquí donde prolifera un romance nada convencional que tiene más de un pretexto para interesar y desterrar el tedio.