Una mujer joven jadea y llora a este lado del cristal enrejado. Habla con su padre, al otro lado, con las manos esposadas. Se están despidiendo. Para siempre. El padre será ejecutado en apenas unos minutos. Ni siquiera hay un contacto físico. Cuando los guardias se llevan al hombre, la joven sabe que jamás volverá a verlo. A la hora, quizá menos, le darán la urna con las cenizas de su padre.

Así arrancó Conversaciones con los condenados en 'Documentos TV', quizá uno de los reportajes que más desasosiego, angustia, asombro, repulsión y atracción me han despertado como espectador. Era insoportable, pero se ve que no tanto como para que dejara de mirar. Asistía a un acto de pornografía catódica, a una cita obscena a la que nadie debería asistir. Pero allí estaba yo la noche del domingo escudándome en la invisibilidad de mi pantalla. El reportaje indaga en el programa de la televisión china que ven 40 millones de personas.

Su presentadora, la que habla con los reos momentos antes de la ejecución, es la periodista Ding Yu, una elegante, delicada y guapa mujer que disfruta en casa haciendo comidas para su familia. Hay tantas ejecuciones en el país asiático, y está tan arraigada la pena de muerte, que nadie, ni siquiera ella, se cuestiona el expeditivo sistema de 'justicia', y como los ejecutados dejan solitos a niños y niñas, y son tantos, el Estado ha creado una red de asilos conocidos como Las ciudades del sol, hermoso nombre que apenas enmascara la crueldad de su existencia.

Tan sólo la jueza Pau Jialing, que forma parte de tribunales condenatorios, dice que China no está aún preparada para abolir la pena de muerte, pero que a ella le gustaría que así fuera. Durante el programa, que pretende ser ejemplarizante, también se exhibe a los reos por la calle con carteles son su nombre y el delito cometido. Aún estoy tocado. Si quieren véanlo en rtve.es.

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