Para alegría de muchos y desconsuelo de otros más, la saga Crepúsculo creada por Stephanie Meyer llega a su fin. Cuatro años han pasado desde que la franquicia estrenó su primera entrega en los cines de todo el mundo, y en este tiempo ha recaudado más de 2.5 billones de dólares en la taquilla global, amén de reformular el fenómeno fan, el star system y la propia industria cinematográfica, hoy en día más preocupada por hacerse con la franquicia de turno que de mirar por la calidad de sus productos.

En suma, la saga Crepúsculo no ha transformado preceptos estéticos ni teorías fílmicas, pero, nos guste o no, sí ha provocado un significativo vuelco en la fábrica de hacer películas: el folletín adolescente se ha impuesto como formato estándar en el audiovisual contemporáneo.

Sólo hace falta mirar estrenos recientes (Los juegos del hambre) y futuros (El hobbit). para confirmar esa tendencia. En ese sentido, Amanecer Parte 2 es un trabajo doblemente satisfactorio. Más allá de la ironía contenida en esa frase, la quinta y última de las entregas cinematográficas de la saga Crepúsculo cierra, que no concluye, coherentemente la franquicia

por dos razones.

Primero, su protagonista, Bella Swan, finaliza con éxito su viaje iniciático de niña a mujer, transformada ya en vampiro y, por tanto, posibilitada para disfrutar sin remilgos de los placeres de la carne. Más autónoma y decidida, se agradece, pues, que el desenlace de esta serie, que siempre pecó de moralina mormona, apueste por fortalecer a su protagonista femenina.

Segundo, también se agradece que el realizador del filme, Bill Condon, director también de Amanecer - Parte 1, haya agilizado el ritmo de los acontecimientos con respecto a la cinta anterior y, en vez de psicodrama teen, haya un mayor cuidado por lo formal, que culmina en una escena final de épica batalla con sorpresa.

Eso sí, el espectador no se libra de escenas grotescas, decorados cursis y el clásico paisaje violeta, húmedo y kitsch. Pero, al menos, el desenlace se muestra como lo que la saga debería haber sido desde el principio: un producto de tamiz fantástico para las lectoras herederas de Danielle Steel.