Nunca hace olvidar, pesar de sus espectaculares efectos visuales, al mítico original ´El Mago de Oz´ , uno de los más bellos y entrañables musicales de la historia del cine, firmado por Victor Fleming en 1939 e interpretado por Judy Garland, pero partiendo de esta base hay que decir que la película de Sam Raimi, el responsable de la loable trilogía de ´Spiderman´ , es un producto correcto y estimable que puede satisfacer, con algún ligero desfallecimiento, las ansías de evasión del espectador joven y menudo.

La empresa de elaborar algo así como una precuela del célebre mago creado por el escritor L. Frank Baum depara cosas válidas e imaginativas frente a otras que no llegan tan lejos. Eso sí, la renuncia al musical, puesto que apenas hay un conato de número al respecto, le priva de un mayor aliciente.

Raimi ha desempeñado una labor cuidada y profesional, que incluso se vale de esporádicos toques de terror que remiten a una parte de su mejor cine, pero no ha sentado las bases de una obra relevante o imperecedera. Su respeto, además, al antiguo film le ha llevado a utilizar también el blanco y negro en los minutos iniciales y pasar solo al color cuando el protagonista es absorbido por un tornado y transportado a Oz.

Apreciable labor de James Franco en el papel de Oscar, acompañado de tres brujas de lujo, Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams.

Con el planteamiento de la cinta, las novedades principales que aporta hay que buscarlas en la trayectoria previa del joven mago y en su difícil pero exitosa misión de descubrir cuál de las tres brujas con las que se encuentra es la realmente mala. Con más apego a la cinta antigua en la segunda mitad, a partir de la llegada a la Ciudad Esmeralda por el camino de las baldosas amarillas, se va abriendo paso a un final que combina fantasía y cuento de hadas. La versión en 3-D acentúa el factor visual de una historia realmente preciosa pero que tiene momentos tan intensos que caen en excesos