Sus dosis de encanto, nada desdeñables, brotan tanto del tratamiento de la historia, una comedia familiar ambientada en la prehistoria pero con unos personajes con trazos muy de nuestros días, como de sus logros estéticos y visuales, que se aprecian de un modo especial en la copia en 3-D.

No son, por otra parte, ninguna sorpresa esos resultados, sobre todo teniendo presente que es un largometraje que procede de los estudios DreamWorks Animation, uno de los más prestigiosos en Hollywood en la materia, y que uno de sus dos directores, Chris Sanders, tiene en su haber una joya de las dimensiones de ´Cómo entrenar a tu dragón´.

Sin llegar ahora al mismo nivel, sí nos regala otro producto delicioso y espléndido. Es algo así como la historia de los profundos y trascendentales cambios que se operan en un clan cavernario cuando tienen lugar en nuestro planeta notables movimientos sísmicos que modifican la fisonomía del mismo.

Para poner más énfasis en ese fenómeno evolutivo la cinta dedica sus primeros minutos a mostrar la forma de vida de los Croods, una familia formada por seis miembros, el padre Grug, la madre Ugga, la hija adolescente Eep, los niños Tonk y Sandy y la abuela Abu. Todos ellos responden a los patrones habituales de la tradicional familia norteamericana, de modo que el padre es conservador y de pocas luces, partidario de que todo siga igual, supliendo con fortaleza su escasa imaginación; la madre es más comprensiva e intuitiva y la hija adolescente representa la rebeldía y el ansía del cambio. Ni siquiera la abuela, enfrentada a su yerno sistemáticamente, escapa a los más tópicos patrones.

Este cuadro, sin embargo, cambia radicalmente cuando aparece Chico, un muchacho errante que forma parte de una generación avanzada que conoce el fuego y el calzado y que se une a los Croods, a pesar de los recelos que despierta en Grug, atraído por el atractivo correspondido que le despierta Eep.