Sabe Carlos Zamora que en Madrid, como en tantas ciudades, cada vez cuesta más encontrar antiguas casas de comidas que hayan conservado el encanto de los viejos tiempos. Suele ocurrir, explica, que cuando algún empresario apuesta por adquirir una de esas viejas tabernas que arrastran una larga historia, casi siempre la reforman de tal modo que esta acaba por perder el aspecto original y la esencia.

Era su obsesión que eso no ocurriera con un lugar tan emblemático como La Carmencita, taberna cerrada durante los últimos seis años- que frecuentaron escritores como Lorca o Neruda y que muchos años después se convirtió en centro de reunión de intelectuales antifranquistas. "Cuando me enteré de que sus propietarios aceptaban alquilárnosla, no podía creerlo. Queremos recuperar el alma y el encanto que la taberna tuvo durante tantos años y ofrecer una cocina sencilla, acorde con el lugar". El trabajo de restauración ha sido minucioso y absolutamente respetuoso con un local que conserva la barra de zinc original, de 1854.

Detalles como el mantenimiento de los viejos azulejos y la reparación de los que estaban estropeados, la conservación de los bancos, la búsqueda de mesas de madera -al parecer las de mármol no se estilaron hasta el siglo XX- o el recorrido por anticuarios de toda España para comprar antiquísimas vajillas y cuberterías, han sido una prioridad. El resto, que La Carmencita vuelva a convertirse en una casa de comidas popular, en la que se sirven platos como los huevos fritos con chorizo, los macarrones, el pollo en pepitoria, el filete ruso o el guiso de cabrito lechal (entre los más interesantes de la carta). Platos de correcta elaboración en los que se ha puesto énfasis en la compra del producto, en su mayoría a pastores, agricultores y ganaderos de confianza, y el pescado que traen de la lonja santanderina.

Abren todo el día y sirven desayunos -la tortilla de patatas es el favorito de la mayoría de los clientes-, aperitivos, comidas, meriendas -no faltan las tostadas ni el bocadillo de Nocilla- y cenas. Desde su reapertura, en abril, no ha dejado de aumentar una clientela tanto de nostálgicos como de quienes buscan nuevos rincones con sabor y el trato desenfadado y amable.