Años atrás confesaba usted que el hecho de crear música, el componer e ir de gira, no era un trabajo sino una forma de vida, que trabajar era otra cosa. ¿Sigue pensando lo mismo?

Si, la verdad es que tiene poco que ver con el trabajo y mucho con el placer. Yo recuerdo cuando trabajar en esta profesión era infinitamente más duro por las condiciones de contratación, los transportes, porque trabajabas muchísimos días al año. Ahora no, ahora el trabajo es espaciado y las condiciones son, en general, óptimas. Es fantástico, eso es ahorrarse el diván del psiquiatra.

Supongo que influirá luego en el resultado del trabajo.

Con toda seguridad. Las cosas han mejorado para todo el mundo, por ejemplo la percepción que tiene el público e incluso lo que exige también ha cambiado. Ahora nadie tolera ya, por ejemplo, un mal sonido en el escenario. Puede ocurrir, pero como algo puntual. Todo ha mejorado en general, no solo para la gente que canta.

Centrémonos en la gira. ¿Qué supone para un artista de su bagaje encararse con la producción musical de toda una vida?

Pues esto que empezó en febrero de 2009 casi como un juego y se ha convertido ya en un hábito, porque ya hemos pasado de los 150 conciertos. Yo pensaba que iba a estar haciendo esto unos tres meses como mucho, pero fue tan hermoso lo que ocurrió, lo que fue pasando, que aquí estamos todavía con el proyecto. Casi cerrado, pero si en el futuro salen propuestas nuevas se pueden aceptar. Es un formato que está ahí, que puede estar semidormido pero que con tres días de ensayo lo despertamos de nuevo y a girar.

Más de 150 conciertos en una gira sugiere que el público estará encantado de escuchar las canciones de toda una época, o dos.

La verdad es que el público disfruta mucho. Casi te diría, y es un poco boutade, que yo nunca he tenido tanto éxito en el escenario. O por lo menos son de esos aplausos que uno siente más íntimos, porque la gente lo pasa muy bien.

¿En una gira de recuerdos, se quedan canciones en el tintero?

Sí, quedan muchísimas, claro, porque canto cerca de 45 canciones y faltan bastantes. Además la selección es arbitraria, están las canciones más reconocibles por la gente pero también otras que yo pensé que tenían que estar ahí porque me explicaban a mí como artista, como creador, y por eso las comparto con el público aunque no hayan tenido recorrido de éxito.

Usted, junto a otros grandes artistas, puso himno a la generación de la transición. ¿Cómo sería el himno del tiempo presente?

Seguro que estos tiempos de penuria que estamos viviendo tienen que tener su contraparte con gente que cante a lo que está ocurriendo. De hecho, en algunas de las canciones que uno canta se nombra la vida, lo más próximo, lo más inmediato. Pero está claro que hay un relevo y que ese himno de ahora no lo debería componer yo. Cuando voy a una manifestación, al final siempre actúa algún cantante que atiende a eso que está pasando en ese momento. Por supuesto tiene cuarenta años menos que yo, así que me parece lógico que haya un relevo por esa parte y que la gente que tiene que dar la batalla musical sea otra. Yo sigo en la batalla, pero con otros temas como la violencia de género o la memoria histórica y otras tantas cosas que hay que contar y cantar.

¿Cómo va el hambre compositiva, sigue activa?

Pues hombre, cuesta trabajo. Componer no es fácil, y sobre todo en estos momentos tan complicados en los que incluir doce o quince canciones nuevas en un disco es como meterlas en una botella y echarla al mar a ver quién la recibe. Pero si te importa lo que haces, y en mi caso cantar está directamente relacionado con componer, evidentemente no vas a dejar de hacerlo. Puedo tardar un poco más o menos, pero seguiré.

¿El audiolibro es la solución al descenso de venta de discos?

El disco es un objeto que mucha gente siente que está en decadencia, obsoleto. Yo no lo creo, sino que lo veo como objeto de culto, como algo que puedes abrir, tocar, guardar, admirarlo o enseñarlo a los amigos en casa. Lo que pasa es que estamos rodeados de cosas inmediatas que nos hace consumir música de otra manera. El acceso a la música en internet en portales legales es muy fácil y es relativamente barato como para colmar las aspiraciones musicales que uno tenga. Así que entiendo que lo de tener el disco en la mano y tocarlo va a quedar reducido a boutiques musicales, en determinados sitios especializados, igual que ha pasado con el vinilo.

El músico canario Andrés Molina se quedó con mucha pena porque decía que en su proyecto faltaron Víctor y Ana.

Con Andrés hemos tenido un gran contacto desde hace muchos años, creo recordar que desde el año 1992. Quizá antes más que ahora que ha regresado a las Islas, ya que hasta hace poco pasaba grandes temporadas en Madrid. Pero siempre lo hemos considerado y lo seguimos considerando como un grandísimo autor, de grandísimas canciones y la verdad es que es una pena que no estemos en ese proyecto nuevo, pero como va a hacer más cosas, porque es un culo inquieto que no para, pues seguro que estaremos en alguno próximo. De hecho Ana acaba de grabar con Pedrito Guerra, así que una vez más todo confluye en Canarias.

En cierta manera, tanto Ana Belén como usted han sido 'padrinos' musicales de unos cuantos artistas canarios...

Pues ha coincidido así. Lo que pasa es que no es casualidad. Ellos son autores de excelentísimas canciones. En realidad por lo que uno está suspirando siempre es por que le lleguen buenas canciones: las composiciones de calidad son muy escasas, aunque no lo parezca. Como productor y como cantante, uno recibe cantidad de información, infinidad de datos de gente que envía cosas; pero encontrar una buena canción es complicadísimo. Y ellos, tanto Andrés Molina como Pedro Guerra, tienen varias.