El hallazgo casual de unos huesos humanos por unos pescadores, que caminaban bajo el acantilado de La Tonina (al sur de las dunas de Corralejo, en Fuerteventura), llevó a la Guardia Civil hasta el lugar, también a técnicos de Patrimonio del Cabildo. Se trataba de un esqueleto facial, un fragmento de cráneo y un fémur. ¿Qué había ocurrido? ¿A quién pertenecían esos restos? Al certificar los técnicos que su antigüedad era superior a 100 años, dejó de ser un caso policial para quedar en manos de los arqueólogos que han tenido que reconstruir los hechos, igualmente, mediante técnicas forenses.

El descubrimiento tuvo lugar en 2014 y la datación de los huesos, realizada por la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, situó al individuo entre los años 1030 a 1210, es decir, entre el siglo XI y principios del XII. La excavación arqueológica propiamente dicha comenzó sus trabajos en 2016. Lo primero que se descubrió es que el lugar del enterramiento había sido alterado con posterioridad al hallazgo de los pescadores y los restantes huesos -que debían estar aún enterrados- habían desaparecido de la fosa.

La fosa donde fue enterrado el cuerpo tiene apenas 1,35 m de largo y 25 cm de hondo. La flecha indica la localización de fauna cadavérica, insectos asociados a la descomposición del cuerpo.

Alguien que se identificó como "aficionado a la arqueología" los sacó y los amontonó muy cerca y tapó bajo unas piedras, para evitar, argumentó, que la tumba fuera saqueada "y los huesos se perdieran". Como resultado de ello se eliminó una parte importante de la información que la posición original de los huesos habría aportado.

Los primeros datos sorprenden

Localizados dichos huesos, destapada la fosa del enterramiento original y analizado el contexto en que se sitúa, los primeros datos comienzan a sorprender a los arqueólogos. Se trata de un enterramiento solitario -en vez de lo más habitual, en necrópolis colectivas o en cuevas funerarias- al pie de un acantilado de muy poca altura, donde la erosión ha creado un hueco, que no llega a ser cueva, de 17 metros de largo y un metro de fondo. Apenas está a unos metros del mar por lo que, en momentos de mareas muy altas o de temporales, el agua llega hasta ahí. Eso sí, aunque muy expuesta, la tumba ha estado algo resguardada de la influencia marina gracias a un gran bloque caído del acantilado justo al lado.

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