Gran Canaria sigue conmocionada después de vivir una pesadilla personificada en fuego. Pocos recuerdan una catástrofe forestal mayor que la sufrida el pasado 17 de agosto cuando un incendio conseguía sobrevivir durante siete días y siete noches calcinando hectáreas de bosques, pastos, fincas y terrenos cultivables. En su camino no respetó el "pulmón verde" de Gran Canaria; el Pinar de Tamadaba, en el que carbonizó parte de sus bosques repartidos en 7.500 hectáreas. El 19% de toda la superficie arbolada de la Isla.

Ya queda poca memoria oral que nos recuerde cómo eran los montes grancanarios hace más de cien años. Pero afortunadamente existen documentos que guardan lo qué fue y vivió Tamadaba a lo largo dos siglos. Son historias guardadas en el Archivo Municipal de Agaete y en el portal digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Momentos a los que acude José Ramón Santana Suárez (Pepe Santana) para realizar un recopilatorio en su blog agaetemipasion sobre los incendios que sufrió Tamadaba y de los que siempre sobrevivió.

Dicen que el Parque Natural que se extiende desde la cumbre hasta la costa es uno de los terrenos de la Isla menos alterado por el hombre. Nada más lejos de la realidad. Desde que el isleño tiene conciencia medioambiental, presume de sus elevados acantilados, la rica biodiversidad de sus barrancos y de sus bosques naturales de pino canario autóctono, que no siempre existieron.

En 1836, en la época de la Guerra Civil y años posteriores, "con la miseria por ventura", los pinares de Tamadaba, La Aldea, Ojeda, y otros varios, se mostraban como "tristes aridez y escuálidas montañas, con troncos mutilados de pinos seculares", explica Pepe Santana en su blog, ya que su madera era utilizada como leña por los ingenios azucareros para abastecer a las poblaciones. Este descontrol forestal fue paliado hasta conseguir poco a poco la recuperación del pinar que, a partir de entonces, comenzó a sufrir otro tipo de devastación: la producida por el fuego.

12 incendios en 160 años

1860 es el primer año que queda registrado en un documento oficial un incendio de Tamadaba. Pero realmente el primer gran fuego imortalizado en mayor medida por la prensa local data de julio de 1861. Lo anecdótico del mismo es que la población de la Isla se enteró días después de que comenzase gracias a que las llamas fueron atisbadas por la tripulación y pasajeros de la goleta 'Tinerfe' cuando se dirigía hacia el Puerto de Las Nieves. Ese fuego acabó con todo el monte de Tamadaba desde Artenara.

"El día 27 por la noche, las campanas de la iglesia tocaron fuego a arrebato y se tocaron caracolas, según era costumbres para anunciar los incendios. Se colocaron bandos municipales llamado a la movilización de todos los hombres en condiciones de cooperar en la extinción del fuego. Se gratificaba con dos reales de vellón a quien llevara instrumento válido para sofocar las llamas. Se movilizaron unos 250 hombres y junto con el alcalde, el carismático D. Antonio de Armas y Jiménez, sin más armas que sachos, palas y rastrillos, marcharon camino de Tamadaba. Durante tres días pelearon sin descanso contra el fuego, hasta que quedó extinguido", describe así Pepe Santana el operativo de extinción de ese entonces.

En esa ocasión las culpas recayeron sobre los furtivos que calentaban hoyas para hacer carbón y sobre los guardas forestales por no avisar a tiempo.

Pasaron 58 años para que de nuevo los carboneros furtivos fueran señalados como los responsables de otra quema que en esa ocasión calcinó 10 hectáreas del monte bajo de Tamadaba. Aunque, más bien era el hambre el culpable del maltrato hacia el pinar grancanario. "La década de los años veinte del pasado siglo, década de hambre y miseria, Tamadaba fue el sustento de muchas familias que de forma furtiva se hacían con un puñado de leña, carbón o pinocha, para vender en Agaete o los pueblos limítrofes", escribe Pepe Santana, que encuentra en los documentos dos posibles causas: el aumento del transito de gente y la intencionalidad de los pastores, principales beneficiados de las cenizas que vigorizaban la hierba en invierno.

Estas podrían ser las razones por la que Tamadaba llegó a sufrir seis incendios en siete años, desde 1919 hasta 1936. Algunos de ellos llegaron a quemar el pinar al completo. Pero éste renacía una y otra vez y de su extinción siempre se encargaban los vecinos de Agaete y Artenara.

Hubieron dos últimos incendios hasta el 17 agosto de 2019, "el más grave que se ha registrado en España en los últimos seis años". El 28 de julio de 1959, las llamas aparecieron en el llamado Lomo de la Diferencia cuyo sendero dirige hacia las Presas de Lugarejos y Los Pérez. En ese fuego, los jóvenes que se encontraban en el Campamento del Frente de Juventudes se convirtieron en los héroes del momento, ya que fueron los primeros en atacar a las llamas hasta que llegaron los refuerzos, de nuevo, desde Agaete y Artenara.

El siguiente de importancia ocurrió el domingo 7 de agosto de 1988. Pepe Santana en persona participó en la extinción "junto a medio millar de personas, entre voluntarios, miembros de Protección Civil, Fuerzas de Seguridad del Estado y un grupo de zapadores del Ejército. El fuego se había iniciado en el cruce donde la carretera se convierte en sentido único y subió hacia el pico de la bandera, aguardamos a que las llamas bajaran y alcanzaran nuevamente la carretera y allí, a base de cortafuegos y cuatro cubas, conseguimos controlarlo, salvando el grueso del pinar", narra en su blog. Este penúltimo incendio obligó a evacuar a 200 personas y quemó 4 kilómetros de terreno y 200 hectáreas de pinar.

Poco queda que decir del reciente incendio ya marcado en el calendario como "fatídico sábado, 17 de agosto de 2019". Puede que se deba señalar el tono de esperanza que Pepe Santana vuelca en la capacidad de resurgir del pino canario: "La naturaleza volcánica de la isla, las continuas erupciones en el pasado y los fuegos que estas producían, han hecho que nuestro pino canario, única especie de pino nativa de Canarias, esté adaptada a los incendios forestales, siendo la única europea que puede rebrotar tras un incendio.

Los incendios disminuyen la riqueza, abundancia y composición de nuestros pinares, sin embargo y, gracias a que el ecosistema en general está adaptado a este tipo de perturbaciones, estos efectos se verán mitigados en menos de 10 años. Esperemos que los inviernos sean generosos y volvamos a ver verde nuestro pinar".