Una ciudad es producto de su gente, calles y establecimientos. Lugares que, con el tiempo, por la calidad de sus servicios, la originalidad de sus productos, la extravagancia de sus diseños, o la amabilidad de sus dependientes, quedan impregnados en la memoria de todos sus visitantes. Se arraigan tanto en las urbes que terminan convirtiéndose en sus órganos vitales.

Las Palmas de Gran Canaria está hecha de estos sitios. Aquellos que la crearon, transformaron, hicieron crecer y acompañaron en su historia. Muchos siguen perviviendo en su presente y otros han desaparecido en su pasado sin pena ni gloria. Son esos restaurantes, cines, locales de música, kioskos y otros tantos comercios y espacios que forman parte de las vivencias de los pobladores de la ciudad capitalina, y que siguen en su memoria. Son aquellos añorados sitios que al silenciarse parecen llevarse consigo algo del carácter de la ciudad que ayudaron a levantar.

¿Recuerdas aquel...? ¿Aquí no estaba el...? Son preguntas repetidas que siempre traen consigo una conversación de añoranza. A muchos les parecía extraño pasar por Canalejas y encontrar las legendarias puertas del Guincho cerradas. Es uno de los locales de obligado cumplimiento para los estudiantes de los institutos de Tomas Morales, como si de una asignatura más se tratara.

Muchos playeros se verían desconcertados y no sabrían dónde ir a comer un bocadillo si de repente donde hoy se halla el modernizado Ca Ñoño se ubicase cualquier otro tipo de local, como por ejemplo una de tantas pizzerías. No hay palmense que pueda imaginarse su crianza en Las Canteras sin un bocadillo de calamares del Ñoño entre pecho y espalda. Estos dos establecimientos son un ejemplo de otros tantos lugares que se reconvierten en enclaves de encuentros y pellizcos de vivencias.

Sin embargo, algunos de los sitios que ayudaron a crear el alma de lo que hoy es Las Palmas de Gran Canaria desaparecieron y con ellos algo de la propia ciudad. Su música, tertulias de tarde, jilorios a deshoras, ratitos de juegos de niños, paseos en murmullos o experiencias de cine.

El Capitol y Beltrá

¿Recuerdas lo que era Las Palmas de Gran Canaria antes de la existencia de los multicines? El Galaxy's o el Royal. Toda la ciudad estaba salpicada por sus incontables cines monosala. Se reconocían por sus rígidas e incómodas butacas, el pequeño foco de luz del fondo y, en ocasiones, sus pantallas de lonas desgastadas. Según cuenta Un pibito de Shamman en el blog Tiempos de FugaUn pibito de Shamman , existían treinta cines en la ciudad. Cada uno de ellos con su propia personalidad.

Entre todos, El Capitol, del Paseo Tomás Morales, fue uno de los más significativos. Ideado por José Luis Jiménez, con su fachada y letras de neón rosa, se convirtió en uno de los primeros cines de la capital y también en uno de los últimos en desaparecer con la llegada del nuevo siglo. Sobre este cine se sigue recordando y escribiendo. En Las Palmas de Gran Canaria y sus cines olvidados, de Fernando Betancor Pérez, queda reflejado el día de su inauguración, el 29 de octubre de 1949, y su primera película, Las Campanas de Santa María. Sobre El Capitol, María Paz Díaz comenta su recuerdo en Facebook: "Donde vi el estreno de West Side Story, no cabía ni un alfiler, como se suele decir, de toda la gente que había".

Y del cine a las chuches. Las que vendía todos los días de cartelera la Horchatería Beltrá que, como acople perfecto, ofrecía en su otra vera, entre palomitas y caramelos, los helados más famosos de Las Palmas de Gran Canaria. 70 años de vida que terminaron a "trancas y barrancas". Por lo menos así lo recuerda la periodista Marisol Ayala: "Mañana domingo, 23 de febrero -2014-, echa el cerrojo una leyenda del comercio en Canarias. Helados Beltrá ha estado vinculada al desarrollo de nuestra ciudad y con su cierre pone fin a 70 años de actividad heladera en Las Palmas de Gran Canaria".

Pizco y Cuasquías

De un helado de cine al sándwich, el tradicional de la ciudad, el de la merienda de los colegiales, el de Pizco. El comercio sigue en pie, pero al mudarse de General Bravo a la calle Travieso perdió el encanto de su primer establecimiento. Sus sándwiches siguen siendo especiales y un suspiro en el paladar. Sin embargo importa y mucho el lugar en el que los disfrutas. Aquel patio canario fue fundamental para crear recuerdos: los de reuniones de meriendas, pequeños recreos alternativos al salir de las Dominicas y colegios colindantes y encuentros de señoras y señores reunidos en las pequeñas mesas redondas de mármol. Desde que abrió en 1972 "causó furor entre el público que comenzó a contarse entre su clientela" dice C. Santana en su artículo Del sándwich al libro.

"El primer Café Teatro que se hizo en las Islas se representó en Pizco, a finales de los años 70 y principios de los 80", explica a C. Santana su propietario y cofundador, Tomás Rivero Pérez. "El inmueble se convirtió en espacio multicultural: había espacio para músicos, para una biblioteca de unos 2.000 títulos que se ofrecían en préstamo gratuito ("aunque fue un fracaso, la gente nunca los demandó") y para los actores. Los inicios de Profetas de Mueble Bar estuvieron en la trastienda de Pizco, en cuyo patio se hacían representaciones". Lo dicho, tras conocer la memoria de su propio creador, sus famosos sándwinches de berro siguen espectaculares, pero Pizco no es lo que era.

De Pizco quedó la cultura compartida y el incipiente ambiente de música en vivo que heredó otro lugar muy añorado, la sala Cuasquías. Se despidió de su público en 2013 y con su marcha se quedó un vacío imposible de reemplazar. El edificio del número 2 de la Cuesta San Pedro era perfecto para la música, el trasnoche y una partida de billar. 32 años de vida, muchos músicos en su escenario y un camarero legendario conocido hoy por ser un elogiado escritor de novelas negras, Alexis Ravelo.

"Emblemático espacio y claro referente de la oferta de ocio nocturno y de música en directo", así lo describe Diego F. Hernández en su artículo de despedida. Se abrió como un grill y terminó siendo una sala de conciertos por exigencias de su especial clientela.

"El grill de la calle Venegas comenzó a ser frecuentado por gente de las letras, las artes y la música, como el punto de encuentro de las noches infinitas de la capital. Con el tiempo, aquellos músicos del folclore, de la canción de autor y del jazz, comenzaron a reclamar un espacio no solo para tertulia y conversa tardía, sino para tocar en directo". Toñín Barrera, su dueño se sometió a los deseos de su público y así abrió "la mano a la música, latina, al eterno jazz y la improvisación, que bien podría haberse convertido en la banda sonora de cabecera, el teatro y las fiestas, propias y ajenas".

Quedan tantos por nombrar. El minúsculo local de La Papa Loca en Las Canteras y esos mágicos conos de papas con mayonesa y tomate que se compartían con amigos hasta que desapareció en 1998. "Recuerdo reunirme ahí con la gente de clase a comer papitas. Incluso tengo fotos sentada en la terraza ¡Qué época más sana y feliz!", así lo tiene en mente Cá García Díaz en @recuerdosdegrancanaria.

Y otros tantos

La elegante zapatería Lurueña que en 2014 "cerró 49 años de un trocito de la historia de Triana", lamenta Teresa García cuando da la triste noticia en LA PROVINCIA. Los antiguos Kioskos, como el de Alameda de Colón, el pequeño refugio de los niños y niñas de Los Jesuitas o Las Dominicas, las pequeñas cabinas de palomitas coloradas, la popular tienda tecnológica Maya en Triana, etc.

Y, aunque no es un local, también queda en un recuerdo colectivo, que parece imaginario si no fuese por las fotos, el famoso Barranco Guiniguada y sus dos puentes que cruzaban Triana y Vegueta, el de Palo y el de Piedra. Entre ellos se instaló el primer centro comercial de la ciudad según explica barriodesanjose.com. "Sobre el puente podríamos encontrarnos sobre los años 50 más de media docena de comercios" ¿A quién no le gustaría ahora pasar por encima de esos puentes y por un manto de agua en su visita a La Catedral?

Lo dicho. No solo son aquellos añorados sitios, son los recuerdos de los palmenses del ahora. Pregunta a cualquier nacido y criado en la ciudad los sitios que echa de menos y prepara lápiz y papel para una larga lista de... recuerdos.