Entiendo la noche como el momento dedicado a desconectar de nuestras obligaciones y despejar nuestra mente de las cargas acumuladas durante el día, para reconectar con nosotros mismos. Como decía Hopper, “el trajín cotidiano impide al hombre reflexionar”. Vivimos en una sociedad neocapitalista que nos oprime, nos encierra y nos explota en un ámbito laboral en el que nos exigen productividad cada minuto de nuestro tiempo.

En “La noche como refugio” se trata de representar imágenes caracterizadas por un fuerte contraste entre el vacío de las calles, ausentes de sujetos; y los hilos de luces que recorren cada centímetro del lienzo, dándole fuerza y vida a la obra. Un estímulo que capta nuestra atención, desde lo bello y lo onírico, invitándonos a evadirnos del mundo, de esta realidad rutinaria y estresante, para reconectar con nuestro lado más emocional.

Debido a este ambiente y su particularidad, cuerpo y mente entran en una fase de relajación que repercute en un mejor descanso y, a su vez, en una recarga de energía vital que se verá reflejada en el estado anímico y, primordialmente, en la salud. Nos cuesta ponernos límites y muchas veces los damos por alto. ¿Sus consecuencias? Enfermedades inflamatorias y crónicas, insomnio, ansiedad, irritabilidad. Por todo ello, es crucial cubrir las horas de descanso recomendadas. No solo durmiendo, también desconectando de todo aquello que tenemos en la lista de pendientes.

La luz y su movimiento forman parte importante de mi obra creativa. Tienen la capacidad, junto a la nocturnidad, de dotar de belleza y tranquilidad a estos paisajes que relacionamos con ruidos y estrés. En este entorno de silencio, tomamos conciencia del estado de satisfacción en el que nos adentramos cuando profundizamos y conectamos con nuestro interior. Cuando nos preguntamos qué sentimos, cuando dedicamos tiempo a nuestros hobbies, o cuando simplemente nos desvinculamos de estas circunstancias que nos provocan estrés, aprendemos a darle valor e importancia a lo que nuestro cuerpo y mente necesitan.

Tatiana García (Arucas, 2000) es graduada en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna, y vive actualmente en su municipio natal, Arucas.

Tras haber probado y experimentado diferentes técnicas y temáticas, la artista plástica, dedicada a la disciplina de pintura, se encuentra interesada especialmente por el concepto de la noche, la libertad que la caracteriza y la capacidad de retrospectiva que ofrece. Junto a ello, presta especial importancia a la salud, concretamente a la salud mental, relacionando estos espacios con la desconexión y la necesidad de dedicarnos un tiempo para descansar.

Su trabajo se caracteriza por la representación de imágenes oscuras en óleo, normalmente con pocos elementos figurativos como puntos de atención. El protagonismo de sus obras lo adquieren las coloridas luces que danzan entre el vacío y la ausencia de sujetos en el espacio. Estas dotan a las pinturas de gran interés por medio de su movimiento y sus saturados colores.

Tatiana García se inició como artista novel participando en la VIII Muestra de Jóvenes Artistas de Arucas en 2017. En 2022, tras acabar sus estudios en el grado, sus obras han podido verse expuestas en el I Festival de Arte de Agüimes y en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), su última muestra colectiva.