Piadosas o despiadadas. Temporales o sostenidas en el tiempo. Y tantas veces un tabú. Pero hay una verdad universal: todos mentimos. Alguna vez, al menos. Para no hacer daño por ir de sincericidas, para ocultar un error propio o ajeno o vete tú a saber qué otros motivos nos llevan a contar mentiras.

En este último #Guiniguada del año nos confesamos hablando de mentirijillas y de grandes mentiras y todo con la fórmula ancestral «esto le pasó a un amigo» que nos quita culpas, cuando realmente sabemos que, bueno, la amiga soy yo.

+ 14 años