Como Juan Diego, Elena Anaya también recibió el Premio Málaga del Festival, certamen al que regresó dos años después de aquel reconocimiento para presentar 'Todos están muertos', filme de la debutante Beatriz Sanchis en el que encarna a una estrella de rock del pasado que vive recluida en su casa y atormentada por el trágico suceso que acabó con su carrera musical. Paquita, su madre, se ocupa de cuidarla a ella y a su hijo adolescente. El problema es que a Paquita se le acaba el tiempo y no quiere marcharse sin antes intentar que ella retome las riendas de su vida.

¿Cree que, como dice el personaje de su hijo en esta película, a todos los niños les gustaría que sus padres fueran estrellas de rock?

Yo he tenido a los mejores padres del mundo y no lo eran. La popularidad también tiene cosas terribles que hacen muchísimo daño.

La muerte es uno de los temas centrales del filme. ¿No cree que es un tema en el que no nos gusta profundizar?

No nos educan en relación a la muerte. En que esto tiene un límite, una caducidad. Hay otros países y otras culturas que están más relacionadas o vinculadas a la muerte. Es duro. Porque cuando ocurre, resulta un shock muy grande. Y no estamos educados para despedirnos en un instante de alguien con el que ya nunca más podrás hablar o darle un beso.

Las despedidas, y también cerrar esas heridas que nos hacen sufrir, son otros de los temas de Todos están muertos. ¿Cree que es mejor zanjar los asuntos del pasado que evitarlos?

Yo soy partidaria de cerrarlo todo. De dejar las cosas clarísimas y no dejarse nada para después. Porque hay un día en el que esto se acaba y no hay más. A mí me han enseñado a vivir al máximo, en el máximo respeto, el máximo afecto y el máximo cariño. Y he tenido grandes maestros en estos asuntos, que han sido mis padres. Creo que dejar cosas pendientes puede acarrear mucho dolor, como le ocurre a mi personaje, a quien le persigue el fantasma del pasado.

También hay incesto, homosexualidad y rock. ¡Esta película parece ir contra el PP!

En absoluto. Es una película que no habla de ideologías políticas. Habla de la dificultad de vivir y de lo difícil que es encontrarse a uno mismo y de aceptarse. Yo me llevaría a cualquier amigo del PP a ver esta película. No creo que le molestase en absoluto. Pienso que es una película que te hace mejor persona y de la que sales de vivir, de querer y de solucionar, de resolver...

¿Cómo es trabajar con actores sin experiencia, como el caso de Cristian Bernal?

Para él, que es un encanto, creo que ha sido un viaje muy bonito de aprendizaje. Ha sido una esponja y ha absorbido absolutamente todo. Para mí ha sido una experiencia enorme.

La música del filme, en la que suena su voz, es otro de sus atractivos. ¿Le ha picado el gusanillo de cantar?

No, no, no... Yo no me quiero hacer cantante. Pero me lo he pasado muy bien cantando en esta película. Hay algo en común con la energía del teatro.

¿Tiene la suerte de poder elegir entre los papeles que le proponen?

Me siento una privilegiada por poder dedicarme a algo que me gusta mucho. Pero debo confesar que dije que no a mi segunda película. De hecho, pensaba que África, de Alfonso Ungría, que fue mi primera película, sería la última. Y que sería algo que le contaría a mis nietos, en plan, «mirad, hice una película cuando tenía 19 años». Y ya está. Pero no ha sido así.

¿Cree que el cine y los gobernantes de este país deberían fumar la pipa de la paz?

La voz es del pueblo. Y es el pueblo el que decide si le gusta el cine español, si considera que en este país se hacen buenas películas. Y es el público el que debería, de alguna manera, consensuar ese pacto. Mi manera de luchar es seguir creyendo en el cine. Seguir dándolo todo cada vez que estoy en un proyecto, intentar disfrutarlo y tratar de contagiar al público para llevar a la gente a las salas.