Interpretar el palmarés de la 69ª edición del Festival de San Sebastián en clave de género de ningún modo debe entenderse como una forma de cuestionarlo, sino como algo inevitable por varios motivos: primero, el momento que nos toca vivir como sociedad legitima que ese sea el enfoque más sensato para interpretar no solo los palmareses sino casi todo; segundo, el 80 por ciento del jurado que ha otorgado los premios está compuesto por mujeres, buena parte de las cuales han centrado su obra en la causa feminista; y tercero, todas las películas ganadoras de los galardones más importantes han sido creadas por mujeres y cuentan historias de mujeres oprimidas por el patriarcado.

La película que otorga a la directora debutante Alina Grigore la Concha de Oro y así la adentra por la puerta grande en la élite del cine europeo actual, ‘Blue moon’, sigue la evolución psicológica de una joven que intenta ir a la universidad para escapar de la violencia de su disfuncional familia. Es una obra diseñada para incomodar al espectador, a través tanto del clima de histerismo que impone desde su primera escena como de su decisión de tejer una maraña de personajes deliberadamente difícil de desenredar; la intención de Grigore con esa confusión, probablemente, es dejarrnos claro hasta qué punto la protagonista se ve sobrepasada por una prole que dicta normas estrictas y trata de aislarla del mundo exterior. La suya no solo es la segunda Concha de Oro consecutiva que va a parar a una directora -la georgiana Dea Kulumbegashvili, este año presidenta del jurado, obtuvo el mismo premio gracias a la obra maestra ‘Beginning’ (2020)-; también culmina un año extraordinario para el cine de autor hecho por mujeres, que en los últimos 13 meses ha obtenido dos Leones de Oro en la Mostra de Venecia -a Chloé Zhao por ‘Nomadland’ y a Audrey Diwan por ‘El acontecimiento’-, una Palma de Oro en el Festival de Cannes -a Julia Ducournau por ‘Titane’- y las dos citadas Conchas de Oro.

‘Blue moon’ puede considerarse un oro discutible, pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que es una película mucho menos radical -y que por tanto habrá facilitado más el consenso entre los miembros del jurado- que la ganadora del segundo galardón en importancia, el Premio Especial del Jurado. Como toda la obra previa de su directora, la belga Lucile Hadzihalilovic, ‘Earwig’ es una película maravillosamente abstracta en la que la atmósfera creada por una sucesión de imágenes tan perturbadoras como hipnóticas tiene más importancia que el argumento, aunque en última instancia deja claro que su tema de fondo es la venganza femenina contra la explotación del hombre. El galardón no solo sirve para revindicar a Hadzihalilovic, una de las autoras más infravaloradas del panorama cinematográfico actual; también confirma qué bien se entiende con el Festival de San Sebastián: con su primer largometraje, ‘Innocence’ (2004), obtuvo aquí el galardón a la Mejor Dirección novel; y con el segundo, ‘Èvolution’, también se llevó el Premio Especial del Jurado.

Premio para Jessica Chastain

Como la de ‘Earwig’, la presencia en el palmarés de la película ganadora del galardón a la Mejor Dirección, 'As a heaven', figuraba en la mayoría de las quinielas. Primer largometraje de Tea Lindeburg, compone un potente alegato contra la explotación femenina a través de la historia de una adolescente atrapada en a Dinamarca rural del siglo XIX que, en el trasncurso de 24 horas, es avergonzada por querer recibir una educación, maltratada por ser mujer y, a su propio juicio, castigada por Dios a causa de sus deseos carnales. ‘As in heaven’ también ha proporcionado a la joven actriz Flora Ofelia Hofmann Lindahl un Premio a la Interpretación Protagonista que, eso sí, comparte ‘ex-aequo’ con Jessica Chastain, reconocida por su retrato de la telepredicadora del título en ‘Los ojos de Tammy Faye’. La decisión sirve para recompensar dos modos actorales antitéticos: si el trabajo de Hoffmann Lindahl es todo contención, el de Chastain es un canto a la sobreactuación.

Jessica Chastain. EFE

A partir de este año, Zinemaldia categoriza los galardones interpretativos según un criterio que no presta atención al género de los actores sino que se fija en el peso dramático de las actuaciones, y el Premio a la Mejor Interpretación de Reparto ha ido a parar al elenco de adolescentes que coprotagonizan ‘Quién lo impide’, de Jonás Trueba. Dado que es más que probable que casi ninguno de ellos intente hacer carrera frente a la cámara, habrá quien considere que su elección es una ‘boutade’ o un desperdicio; otros, en cambio, la verán como una merecida recompensa a un trabajo, fresco, honesto y despojado de afectación. Probablemente unos y otros tendrán parte de razón.