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'Fire of Love': el éxtasis kamikaze de una pareja de vulcanólogos

La directora Sara Dosa recupera la historia de un matrimonio de científicos y aventureros, los Krafft, que registraron en imágenes la mayor parte de sus expediciones

Una Imagen del documental ’Fire of love’, de la directora Sara Dosa. Image'Est

Katia y Maurice se conocieron en la universidad a principios de los setenta. Ella era geoquímica y él, geólogo. Los dos tenían una única pasión, los volcanes. Querían estudiarlos, pero también acercarse a ellos, sentirlos para, como ellos mismos decían, experimentar la sensación de éxtasis y soledad casi cósmica que se genera ante sus erupciones. Se acercaron tanto que terminaron falleciendo en una explosión, pero antes dejaron para la posteridad imágenes de todas sus incursiones en las que se apreciaba la belleza y también el poder de destrucción procedente de lo más profundo de la tierra. Ríos de lava, magma, reflejos incandescentes, rocas volcánicas, pero también pueblos arrasados, tsunamis, evacuaciones y muerte. 

La directora Sara Dosa conoció la historia de Katia y Maurice Krafft cuando estaba trabajando en Islandia en su anterior trabajo, 'The Seer and the Unseen'. Allí encontró unos archivos sobre ellos y comenzó a tirar del hilo hasta que recopiló más de 200 horas de material, de grabaciones, de imágenes, de fotografías en las que el matrimonio trasmitía toda su pasión, al mismo tiempo que su conocimiento, a la hora de divulgar la vulcanología de una manera sencilla y al mismo tiempo impactante, dado su espíritu absolutamente kamikaze. "A medida que me adentraba en todo ese metraje que Katia y Maurice habían ido registrando a lo largo de su carrera profesional me fui enamorando de ellos. Tenían una relación única y su manera de entender la vida era también poco usual, porque eran científicos, pero también verdaderos aventureros", cuenta la directora a El Periódico. 

Triángulo de amor bizarro

A Dosa le interesaba centrarse en sus tres personajes principales y las relaciones que se establecían entre ellos: Katia, Maurice, y los volcanes. Un triángulo de amor bizarro. Son muchas las razones por las que 'Fire of Love' no es un documental al uso, aunque tenga el sello de National Geographic. La utilización creativa de las imágenes a través del metraje encontrado lo convierten en una pieza fílmica exquisita, con elementos de la ciencia ficción, el cine de aventuras, el amor 'fou', la experimentación formal y, también, la reflexión filosófica y la poesía. 

Y es que desde que comienza la película, una voz, la de Miranda July, nos irá adentrando en ese universo de placas tectónicas que chocan, conduciéndonos por los pensamientos de Katia y Maurice de forma delicada, susurrándonos sus secretos y señalizando su apasionante itinerario vital al mismo tiempo que intenta poner de manifiesto algunos secretos insondables de la vida y del amor. "Siempre me he sentido muy cercana al trabajo de Miranda July, porque ambas exploramos la extrañeza. Es una gran observadora del ser humano, es capaz de captar la intimidad de sus personajes y siempre hay un toque existencial en sus obras. Pensé que su voz era capaz de comunicar todas las capas que contenía la película y dotarla de sensibilidad”, continúa la directora. 

Sara Dosa quería hacer una película tan especial como sus propios protagonistas, pioneros en su campo, el de captar imágenes de los volcanes que nunca se hubieran visto antes. Por eso jugó con todo el material que tenía a su disposición para componer una especie de sinfonía procedente de otro planeta, quizá Marte, por la constante presencia del color rojo. 

La vuelta al mundo

La película nos lleva del Etna y el Estróboli en Italia a Islandia; del Nyirangongo en el Congo al Krakatoa y el Galunggung en Indonesia; del Monte Santa Helena y el Nevado del Ruiz en Colombia al Unzen en Japón, donde perdieron la vida. Un itinerario apasionante repleto de imágenes magnéticas que nos enseña el poder constructor y destructor de la tierra. "Dedicaron parte de su vida a estudiar los volcanes grises, que ellos denominaban como ‘asesinos’, y tuvieron que enfrentarse a catástrofes naturales que los superaban. Por eso para ellos resultaba fundamental entender los volcanes, para poder salvar vidas”. 

Visualmente Dosa mira hacia el estilo de vanguardia que imprimieron los directores de la Nouvelle Vague: sus angulaciones, sus recursos, sus planos, su sello autoral. La directora cita a Agnès Varda, a François Truffaut, a Jean-Luc Godard y también a Chris Marker. Además de las influencias cinematográficas, también adquieren una enorme importancia las referencias literarias. "Me empapé de poesía a la hora de hacer el guion, sobre todo de Rainer Maria Rilke, porque escribía sobre la soledad y el éxtasis, sobre el sentido de trascendencia que en este caso se encuentra tanto en el mundo físico y material [los volcanes] como en el amor”.

Air: música ganadora

La música de la banda Air también constituye un elemento fundamental a la hora de dotar la propuesta de una atmósfera líquida y evanescente, por supuesto, un poco marciana y cósmica, como si Katia y Maurice fueran una especie de exploradores del espacio. "Desde el principio tuve claro que quería darle un toque retrofuturista a la película, y que eso tenía que estar presente en la banda sonora. Pensamos quién podía componer la banda sonora y llegamos a la conclusión de que Air eran los más indicados. Hablé con Nicolas Godin y todo encajó, porque recordaba perfectamente a Katia y a Maurice de la televisión, porque llegaron a ser unas estrellas del medio. Así que me confesó que para él habían sido una enorme influencia, por lo que todo encajó. La música de Air y la voz de Miranda July aportan otra dimensión, porque el metraje encontrado puede ser limitado, pero lo que trasmites a través de él, no”. 

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