Ni descubre territorios inéditos, desde luego, ni es precisamente un modelo a seguir de comedia familiar o romántica. Es más, resulta asimismo tan previsible que está a punto de perder todas las bazas que tienen algún peso en el guión. Lo único que evita lo peor y a la postre redime en alguna medida la película es la realización del italiano Gabriele Muccino, el autor de 'En busca de la felicidad', que también situaba en primer plano la relación problemática y en circunstancias desfavorables de un padre y su hijo, que consigue dotar a sus personajes de ligeras pero estimables dosis de humanidad. Con ello se impide por un lado el naufragio absoluto y se abre la veda para que un determinado sector de espectadores entren en el juego que se les propone. Sin dejar de lado, desde luego, un reparto magnífico en el que el cada vez más cotizado David Butler se permite el lujo, ciertamente exagerado, de llevar de calle a dos bellezas del calibre de Uma Thurman y Catherine Zeta-Jones. E incluso de rechazarlas. Surgida a partir de un brevísimo esquema de argumento que el guionista Robbie Fox mostró al productor Jonathan Mostow, y que gustó tanto a este último que decidió poner en marcha el proyecto, la cinta cuenta la peripecia de un antiguo deportista que está pasando por una pésima racha y que además es un padre divorciado con mala conciencia por no prestar la atención que merece su hijo.

Precisamente por ello y para congraciarse con él, acepta entrenar al equipo infantil del pequeño, pero acaba desatando la pasión de las madres del resto de sus compañeros de equipo. Lo más sorprendente es que en el guión original el deporte de fondo era el beisbol, pero al final y por exigencias del mercado internacional se optó por el fútbol, con el protagonista emulando a un David Beckham muy particular y con aspectos en su economía ruinosa nada convincentes. Sin capacidad para rebasar unos niveles discretos, al menos Muccino no cae en la pura estupidez, decantándose como siempre al final por la vía sentimental. Es cierto que el desenlace está muy forzado, porque ha llevado las cosas demasiado lejos, pero emana un mínimo de sensibilidad. No es para recomendar, por supuesto, aunque tampoco para lamentarlo.

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