Tras un par de ejercicios ambiciosos y fallidos (Inferno, 2005, y el europudding Triage, 2009), Danis Tanovic ha vuelto a sacar lo mejor de sí mismo en este trabajo de ánimo parco y elevada ética, con el que, además, se llevó el Gran Premio del Jurado en la Berlinale de 2013.

Tanovic cuenta un episodio en la vida de un chatarrero de etnia gitana (así se llama la película en su versión original) y nos enseña sus vicisitudes cuando su esposa se debate entre la vida y la muerte por un aborto natural repentino. Sin tarjeta sanitaria ni dinero suficiente para la operación, la sanidad pública bosnia no quiere hacerse cargo de la intervención, dejando a la pareja expuesta al peor de los destinos.

Tanovic firma una película ejemplarizante, de toneladas de coraje cotidiano con las que luchar contra la degradación moral del sistema. Con una estrategia cuasi documental y una cámara que se pega a la nuca del protagonista como si fuera un yugo existencial, el cineasta sigue al chatarrero ingeniándoselas para poder ayudar a su mujer.

De paso, radiografía las miserias, sin caer en el miserabilismo, de un país con las heridas aún abiertas por una guerra civil, espejo de las fisuras de una Europa a la deriva.