Las secuelas de la guerra del Líbano fueron la materia prima con la que Ari Folman levantó 'Vals con Bashir', un valiente tratado autobiográfico sobre los mecanismos de la memoria frente a las vivencias traumáticas en el frente.

Para su siguiente proyecto, pretendía un cambio de tercio y se ha aventurado a adaptar libremente 'Congreso de Futurología' de Stanislaw Lem. Lejos de efectuar una traslación canónica, el libanés ha actualizado e integrado la distopía de Lem -una sociedad sometida al control emocional vía química- dentro de un poderoso drama familiar y (meta)cinematográfico desarrollado en tres tiempos (2013, 2033 y 2053).

La actriz Robin Wright se interpreta a sí misma dentro de una (ciencia) ficción que bebe de su propia trayectoria profesional y vital y que convoca la tecnología que posibilitaría la desaparición de los actores tal y como los conocemos gracias al escaneado digital (como en 'Avatar' o el episodio de motion capture de 'Holy Motors').

Folman vuelve a combinar con idoneidad imagen real y animada en un salto inverso al de su filme pre- cedente, y si en 'Vals con Bashir' llegábamos a la pieza perdida en la memoria de su álter ego durante una sucesión de planos finales incontestable, tampoco hay cabida para más imágenes tras el desenlace de 'El congreso', una esperanzadora luz (no la de la eterna juventud) que podría redimirnos del túnel de pseudoidentidades y pseudoemociones que la humanidad (y el cine) amenaza con adoptar. Y divertido.