Tiene ese desparpajo propio de la ópera prima sin tapujos que se apoya de forma esencial y con fortuna en unos diálogos ingeniosos y a veces brillantes. Por eso, sin duda, este debut en la dirección de Inés de León hay que saludarlo con un mínimo de satisfacción, reconociendo que se han hecho las cosas de forma, al menos, correcta y venciendo a los factores que ponían en serio peligro el proyecto, es decir el aburrimiento y la falta de propiedad.

Los cuatro guionistas han logrado que la historia no se les vaya de las manos y demuestran que se pasean por escenarios cinematográficos, los de la comedia romántica, sabiendo lo que quieren. Y en el reparto hay que dejar constancia del buen trabajo de las dos protagonistas, Amaia Salamanca y, especialmente, Leticia Dolera. Antes que nada, por supuesto, hay que dejar constancia de que lo que vemos es un producto feminista en el que la mujer moderna y empoderada toma las riendas del relato desde el principio, dejando al hombre en un segundo término y a expensas de ellas.

Además, la cinta va de menos a más, fortaleciendo las imágenes cuando se corría el riesgo de perder un tanto el rumbo. Sin dejar a un lado que en el factor sexual se recurre a conceptos muy puestos al día en los que el lesbianismo tiene un peso importante. De hecho, las dos protagonistas, la rica ejecutiva Daniela y la monologuista Isabel no parecen tener en principio bien claro su opción al respecto. Por eso la segunda acepta una propuesta en la que debe demostrar sus dotes de seducción ante la primera.

Con todos estos ingredientes y con esta ruptura de principios tradicionalmente inamovibles, la cinta sorprende por su atrevimiento. El panorama se va moderando al aparecer Roberto, el hermano de Daniela, un conquistador que cae en las redes de Isabel.