No es tan popular como el gazpacho, pero le sigue muy de cerca. Es tan fácil y efectiva la fórmula de batir pulpa de melón, que se ha instaurado como un clásico. La sopa de melón además es la prueba bebible de que la fruta puede tener un papel más allá del postre. La fruta, a menudo consumida en dosis inferiores a las recomendables, tiene en esta sopa una expresión que no requiere ni pelado ni grandes maniobras. Perfecto pues para niños antifruta y adultos perezosos.

Además es ligera, hidratante, porque en más de un 90% es agua, y vitamínica. Especialmente si se eligen melones amarillos o cantalupos, que son los más energéticos pero tienen más nutrientes que los blancos. Otra ventaja de esta refrescante sopa es que requiere poca o ninguna materia grasa y que con un poco de zumo de limón o yogur resulta divina. Eso sí, hay que tomarla enseguida o guardarla en un recipiente opaco y no metálico. Y es apta hasta para el chef más inexperto. Una versión para adultos: melón, un chorrito de zumo de limón y un poco de cava€

- El melón amarillo tiene más carbohidratos simples que el blanco, por lo que, en el caso de padecer diabetes, es mejor elegir este último.

- Un aderezo perfecto son unas virutas de jamón de jabugo tostadas en el horno, o unas tiritas de salmón ahumado, que además de ser más ligeras que el jamón aportan ácidos grasos omega tres.

- Una ración de sopa de melón puede ser un entrante ideal para paliar el apetito sin adicionar demasiada energía al menú. También ser un tentempié o, con un poco de cava o vino blanco, un aperitivo.