Ensayo de un camarero

El género de la gastronomía

Todavía, como en casi todas las realidades sociales que vivimos, acostumbramos a asociar que hay cosas para hombres y cosas para mujeres, el color azul para el niño y el rosa para la niña, o un tipo de deporte masculino y otro femenino

La gastronomía está repleta de tópicos machistas.

La gastronomía está repleta de tópicos machistas. / LP / DLP

José Miguel Sánchez

José Miguel Sánchez

Y aunque creo que todos y todas, nos esforzamos para extirpar estas ideas anticuadas y retrógradas de nuestra psiquis, aún hoy nos cuesta mucho disociar ciertas conductas o ámbitos en referencia al género humano, y ello ocurre también en la gastronomía tanto en el trato recibido como en el que se ofrece.

No se puede obviar que hay bebidas que han sido siempre más consumidas por las mujeres y otras más habituales en los hombres. Por ejemplo, las mujeres son más consumidoras de bebidas con características dulces, frutales o en cualquier caso más sensibles y sutiles a los sentidos, no solo a los del gusto, sino también a los olfativos e incluso visuales. Siempre han sido las grandes consumidoras de vino blanco y sobre todo el semidulce; o cócteles y combinados más creativos o complejos.

El género masculino se ha inclinado habitualmente por tragos más simples a priori, un whisky añejado, brandy, rones a 'palo seco', vinos tintos con carácter, etc. Estas marcadas diferencias a la hora de elegir los gustos y preferencias en la bebida no son casuales y tienen un trasfondo de índole cultural con un marcado carácter machista. El género femenino no era bien visto en bares o licorerías en la época de nuestros abuelos, incluso en las propias bodegas y viñedos, si éstas tenían la menstruación se les prohibía la entrada, pues se pensaba que era perjudicial para la vid. Así mismo, se reservaban ciertas bebidas para las mujeres, como el caso del vermut. De ahí, en sensu contrario los hombres tomaban bebidas con más graduación alcohólica, o con mayor fortaleza en su sabor, porque ello les haría parecer más varoniles, las llamadas bebidas para hombre. Esto no fue hasta hace mucho y naturalmente el rejo todavía se deja ver. 

Machismo gastronómico

Sin embargo, es cierto que a la hora de elegir qué beber, en la mujer hay cuestiones que responden a otro tipo de sensibilidades y emociones más propias de la biología de éstas y la capacidad de evitar aquellos aromas y sabores que les produce rechazo, ya sea por su fortaleza, astringencia, acidez, etc. Es un factor genético que se da en mayor medida en la mujer que en el hombre, enfocado a evitar aquellos alimentos y bebidas que pudieran ser nocivas en la época de gestación.

De ahí que se les desarrolle aún más los sentidos del gusto o el olfato durante los nueve meses de embarazo. Y esto está demostrado que ha influido históricamente en las bebidas consumidas por las mujeres. 

Hoy en día, inconscientemente tendemos a asumir estas malas manías de dar por hecho que cuando el comensal pide la bebida, la caña de cerveza es para el hombre y el vino blanco es para la mujer o que la ensalada es para ella y el trozo de carne poco hecha para él, y así sucesivamente. Esto sucede dentro de la gastronomía en multitud de actitudes estereotipadas que asimilamos sin darnos cuenta, y en ocasiones las podemos ver como normales o lógicas y de esta forma estamos reforzando ciertas actitudes degradantes del pasado que nada tienen que ver hoy en día con la gastronomía. De ahí que antes de servir un plato o una bebida el camarero o camarera deba preguntar antes de aventurarse.

La gastronomía no se salva de los micromachismos aprendidos y asumidos en ambos lados de la barra, y ya no solo en lo referente a los alimentos que servimos, sino en las actitudes con las que tratamos a los que nos sirven en estos espacios de la restauración. Sorprendería la cantidad de comportamientos inadecuados tanto de clientas hacia los camareros como de los clientes hacia las camareras. Todo ello, da cuenta de la brecha existente para alcanzar un trato de homogeneidad y respeto en esto de la igualdad, paridad etc.

Este fenómeno, que se repite día a día en la sala y que podríamos estudiar a modo de laboratorio, da para mucho. A lo mejor deberíamos reflexionar si nos estamos llenando la boca con un bocado de feminismo qué quizás no estemos digiriendo correctamente.

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