Ensayo de un camarero
La queja de los camareros que no terminan de entender los comensales: "¡Ya estamos cerrados!"
Todos hemos estado en un supermercado o en unos grandes almacenes y se ha escuchado por la megafonía del centro aquello de “en quince minutos nuestro establecimiento cerrará sus puertas”

Un bar cierra sus puertas tras el servicio. / LP / DLP
Es lógico, ya que a veces uno se dispersa entre pasillos y escaparates y pierde no solo el rumbo sino también la noción del tiempo y nunca está de más que te avisen. En los restaurantes y negocios de hostelería no hay megafonía, pero sí hay un cartel en la puerta donde se suele informar del horario.
En ocasiones te especifican la hora de apertura y cierre, y en otros casos también los horarios de almuerzos o cenas como, por ejemplo, "la cocina cierra a las 23.30h y el local a las 24.00h" precisamente para que, en esa media hora de descuento, al igual que cuando en un centro te avisan por esos altavoces, te dé tiempo de ir terminando los alimentos y bebidas que te quedan en la mesa.
Sin embargo, hay situaciones que se repiten continuamente cuando pretendemos cumplir el horario de cierre del establecimiento y esto no se acaba de comprender por los comensales, que pretenden quedarse por más tiempo en un “abuso” o mal uso del servicio que se les ofrece.
Entiendo que cuando un negocio cierra sus puertas, quedan tareas por hacer: el del supermercado hará inventario, el del banco los cierres de cajas y contabilidad y así para cada profesión. Normalmente, o en líneas generales, después de cada servicio que se da en un restaurante, tasca o cafetería, los compañeros de sala y cocina recogen, limpian, ordenan y preparan el siguiente servicio, entre otras muchas tareas, y estas no se realizan en diez minutos, como poco en media hora.
Y a partir de ahí, todo lo que se dedica de más está fuera del horario de ese trabajador que lleva ocho o diez horas trabajando y esforzándose para dar lo mejor de si para que los comensales que han acudido a ese negocio disfruten y lo pasen bien.
Una cuestión de educación
Si acaso observas que la mayoría de los comensales que te rodeaban se han ido marchando, que ya las luces del restaurante han cambiado y se muestran mas luminiscentes, y que por arte de magia la terraza ya está apilada, seguramente es momento de ir abandonando el local. Lo notarás también cuando los camareros hayan retirado de la mesa todos los platos, vajilla, e incluso las copas, y seguramente el camarero haya insistido en aquello de "¿falta algo más?", en un afán de no parecer descortés.
Supongo que todos esos clientes que acuden a tomar algo y disfrutar de restaurantes, bares y discotecas también trabajan, y en sus turnos muchas veces no vislumbran la hora de salir del trabajo, el toque de sirena que te dice que ya la jornada finalizó y es hora de descansar, ver a su pareja, a sus hijos o simplemente porque les apetece salir a tomar el aire.
No es momento de pedir la última copa, ni mucho menos de solicitar al personal cinco minutos más, será mejor para todos que “la arrancadilla” se la tome en otro local de copas o a lo mejor sea buena idea la de volver a casa. En cualquiera de los casos, hay que empatizar, ser educados y respetuosos con el trabajo de los demás, no hace falta enojarse con el camarero, ni llamar al jefe, ni tomárselo como algo personal, simplemente es la hora de cerrar.
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