El Enófilo
Carmelo Peña, el enólogo que ha revolucionado el panorama vitivinícola de Gran Canaria
La Isla, conocida por su diversidad paisajística y su rica tradición cultural, está forjando una identidad única en el mundo del vino

Carmelo Peña. / LP / DLP
Peña, un joven enólogo de Ingenio, descubrió su pasión por el vino mientras estudiaba ingeniería química en Las Palmas de Gran Canaria. Aunque no provenía de una familia con tradición vinícola, su sueño inicial de abrir un restaurante lo llevó a explorar el mundo del vino, donde la química y la creatividad se fusionan. Formado en Tarragona, y con experiencia en bodegas como las de Niepoort en el Douro o Raúl Pérez en el Bierzo, regresó a su isla natal en 2017 para fundar Bien de Altura.
El nombre de su bodega no solo hace referencia a la altitud de los viñedos, situados a más de 1.200 metros sobre el nivel del mar, sino también al estándar de calidad que busca en cada botella. Desde sus inicios, Carmelo se propuso resaltar las características únicas de las uvas autóctonas de Canarias, como la Listán Blanco y la Listán Negro, cultivadas en suelos volcánicos.
Innovación y tradición
Bien de Altura es más que una bodega, es un homenaje al paisaje y la identidad de Gran Canaria. Carmelo apuesta por una agricultura sostenible y por intervenciones mínimas en la vinificación, dejando que el terroir sea el protagonista de cada vino. Este enfoque combina métodos tradicionales con técnicas modernas, logrando vinos que capturan la esencia del entorno volcánico de la región.
El trabajo en los viñedos es desafiante debido a las pendientes pronunciadas y las altitudes extremas. Sin embargo, estas condiciones aseguran una calidad excepcional en las uvas. La bodega se caracteriza por intentar no transformar nada, mínima intervención en el producto, embotellar el paisaje, como muchos otros lugares.
Arte en cada botella
Cada vino producido por la bodega cuenta una historia única. Las etiquetas, como la de Sansofi y Tidao, son un reflejo de la cultura local y el arte que acompaña a la tradición vinícola. La primera simboliza la bienvenida en el dialecto bereber, mientras que la segunda representa la unión de artistas para narrar capítulos de la historia vinícola de Gran Canaria. Estas creaciones no solo destacan por su sabor, sino también por su capacidad de conectar al consumidor con las raíces culturales de la Isla.

Una selección de vinos elaborados por Carmelo Peña. / LP / DLP
En pocos años, Carmelo y su bodega han recibido reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional. Los críticos elogian sus vinos por su autenticidad y frescura, así como por capturar la esencia del paisaje. Aunque la producción es limitada, esto agrega un atractivo exclusivo a sus botellas, que a menudo se agotan rápidamente.
El enólogo también se extiende más allá de Gran Canaria. Participa con amigos en proyectos globales como Elemento, siguiendo la tradición georgiana, en tinajas, con largas maceraciones, pero en diferentes lugares. Esta perspectiva internacional complementa su compromiso local, creando un equilibrio único entre lo global y lo autóctono.
El futuro del vino en Canarias
Las Islas Canarias están en una etapa crítica de transformación. Históricamente percibidos como una moda pasajera, los vinos de la región buscan consolidar su identidad en el panorama mundial. Este proceso implica un trabajo colaborativo entre productores y una comunicación efectiva de las singularidades de cada isla y sus variedades de uva.
En Gran Canaria, los suelos volcánicos y la altitud ofrecen condiciones únicas para la viticultura, pero también presentan desafíos logísticos y económicos. A pesar de esto, productores como Carmelo Peña están demostrando que es posible crear vinos de clase mundial que respeten y destaquen el entorno local. La clave para el futuro está en seguir innovando, mientras se preservan las tradiciones y se comunica el valor intrínseco de los vinos canarios.

El enólogo, sonriente con los pies en las uvas. / LP / DLP
Un legado en construcción
El camino de Carmelo Peña y Bien de Altura es un ejemplo de cómo la pasión, la creatividad y el trabajo duro pueden superar las limitaciones y elevar una región al reconocimiento internacional. Este esfuerzo colectivo está marcando un antes y un después en la evolución de Gran Canaria como región vitivinícola.
Probar uno de sus vinos es más que una experiencia gustativa; es una conexión con la historia, la tierra y el espíritu de las Islas Canarias. Con cada botella demuestra que el vino no es solo un producto, sino una expresión del paisaje y la identidad de su lugar de origen. En su compromiso con la sostenibilidad y la innovación, el enólogo está escribiendo el próximo capítulo en la historia vinícola de Canarias.
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