Ensayo de un camarero

Los camareros y nuestro mejor papel

A los que amamos esta profesión no nos cabe duda que nos debemos a nuestros clientes, aquellos que vienen a nuestra casa a disfrutar de un buen servicio, rodeado de amigos, familiares, la pareja o simplemente solos a disfrutar de una buena barra

Un camarero durante un servicio.

Un camarero durante un servicio. / LP / DLP

José Miguel Sánchez

José Miguel Sánchez

Para ello, es imprescindible asumir un buen papel, coincidiendo con lo que el espectador esté buscando en ese momento y es que la sala de un restaurante es equiparable a un teatro en donde se llevan a cabo varios actos. Solo que en este escenario, los tres actos que llevamos a cabo varían y se multiplican dependiendo de la cantidad de mesas, pues con cada una de ellas cada obra es diferente y el papel a ejecutar cambiará con cada espectador.

Dice la RAE sobre la definición de teatro, entre otras: “Sitio o lugar en que se realiza una acción entre espectadores o participantes”. En este caso hablaríamos de participantes.

Diferentes roles

Se levanta el telón y los anfitriones preparan sus roles, el vestuario depende de cada obra, en cualquiera de los casos todos coinciden en portar a la cintura o al delantal, un sacacorchos y un comandero. En algunas salas van con chaquetillas, en otras con delantales o mandiles y en las más atrevidas con algún uniforme más vanguardista, sin embargo, la realidad es que un traje con chaleco y pajarita, aunque peque de clásico, nunca deja indiferente a los espectadores.

En el primer acto se recibe a los comensales y se les acomoda, se les enseña el menú y se explica un poco por encima de qué va la obra, la carta de vinos, recomendaciones, etc. Este acto es el más importante, pues es cuando el camarero decide qué papel va a interpretar para esta mesa en concreto; aquí se intercambian sensaciones que desvelan por dónde pueden ir las preferencias en el servicio.

Durante el segundo acto, el más largo, se les toma nota de sus elecciones y se les sugiere o recomienda sobre lo que han pedido. La cantidad, el orden, la variación de sabores o texturas. Durante este acto, no es raro que haya algún giro inesperado, por lo que hay que estar preparado para improvisar en el acto si vemos que la cosa se complica. Los anfitriones de la sala van en consonancia con el “foso” donde se encuentra la cocina que va orquestando el ritmo en el que los comensales reciben los platos que van saliendo.

En un constante bombardeo de comandas que como partituras de música hacen que los de la cocina parezcan bailarines a la voz del director en un marcha y pasa. ¡Los entrantes a la mesa uno! ¡Los segundos de la cinco!, ¡Los postres de la terraza dos! Y así sucesivamente sobre unas cuatro o cinco horas donde se intenta que todo vaya con la mejor presentación posible y en el compás adecuado. 

En el tercer acto, y ya cerciorados de que los comensales han colmado su apetito se les ofrece el postre, algún licor o vino dulce para acompañar quizás un café o copa de sobremesa. Aquí más o menos sabemos si la obra les ha gustado mucho, poco o nada. En cualquier caso, a nadie le agrada un final inesperado por lo que no se puede bajar la guardia. 

Acto tras acto

Y así mesa tras mesa, son muchos actos sumados donde se intenta que cada persona, pase el mejor rato posible. Es aquí donde el espectador debe valorar no solo la comida y el vino, sino también el servicio, el esfuerzo y el papel desempeñado por los actores. Un papel que es diferente para cada comensal; en un momento pasas de ser un camarero cercano, a un camarero más cauto o de un camarero más hablador, a otro más serio y protocolario, e incluso puedes asumir un papel más gracioso o serio, todo depende… 

Este es el trabajo que nosotros los camareros y camareras desarrollamos y ponemos en marcha cada día con todas nuestras habilidades para intentar que, sin conocer las personalidades de cada uno de nuestros espectadores o su estado de ánimo ese día, disfruten del trabajo que realizamos para que vuelvan a elegirnos nuevamente, y es que nada nos complace más que ver que las butacas de nuestro teatro cada día se vuelven a llenar. 

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