Las damas del puchero canario de las siete carnes triunfan en su primer capítulo

Hace un año, al escribir una pequeña crónica del almuerzo anual de los Caballeros de la Cofradía del Puchero Canario de las Siete Carnes, lo titulé de manera épica, diciendo que aquella cita alrededor de la gastronomía era inmortal. Fue la del año pasado mi primera vez, y desde luego que la realidad superó con creces las expectativas. Una legión de cofrades, amantes del buen comer, se deleitaban entre risas y viejos recuerdos, siempre al amparo del plato estrella, el puchero, en uno de los restaurantes más emblemáticos, El Padrino.

Pero por allí, salvo alguna excepción, colegas de prensa, no había mujeres. "En los primeros años, tuve algún que otro tirón de orejas por parte de varias esposas de compañeros. Me tildaron de machista. Les expliqué que era, nuestra Cofradía, la reunión anual de viejos y nuevos amigos para reencontrarnos y pasar un rato juntos al tiempo de promocionar un plato tan especial como canario", explicaba el Cofrade invitador, Mario Hernández Bueno, en su tradicional invitación.

El puchero por encima de todo

Y, tras esa confesión, la gran noticia. Este año, las mujeres se habían organizado bajo el liderazgo de Tania Aguiar, con la incuestionable victoria del puchero canario. Así, vio la luz lo que muchas esperaban: Damas de la Cofradía del Puchero Canario de las Siete Carnes. El evento, que se celebró el mismo día y a la misma hora que el de los hombres, fue un éxito arrollador. "Desde que envié una preconvocatoria noté que aquello sería una gran fiesta. Después de 33 años de pucheros para los hombres, este año tocó reunirnos nosotras, y fue una alegría para todas. Lo celebramos en el restaurante Triple Bogey, en el campo de golf Las Palmeras, que nos facilitó un buen espacio para estar muy cómodas, teniendo en cuenta que éramos unas cien mujeres", apunta la organizadora, Tania Aguiar.

Confiesa que, a pesar del ambiente festivo, la principal labor de esta cofradía femenina sigue siendo la misma que la masculina: promocionar el puchero canario, un plato tan nuestro que no debe quedar en el olvido, compleja labor. "Ha sido muy ilusionante, porque supone iniciar algo de cero, que parte demás de otro evento que es una cita gastronómica imprescindible en Canarias". Aguiar apunta, además, que en esta primera edición ha querido limitar el número de participantes, para que todo saliera perfecto, y a partir de ahí, crecer año a año. El menú, por supuesto, "fue el mismo que el de ellos, incluido el postre, las tortillas de carnaval de El Padrino. Salvo las carajacas de ternera y pollo, de Mario Hernández, que las hace al momento en El Padrino".

Así pues, pasado el caos que supone organizar un evento de esta magnitud, la sonrisa se dibuja en la cara al recordar la felicidad general. Y, de la mano con el histórico almuerzo masculino, ahora ellas también forman parte de un valioso legado: proteger una tradición, un plato icónico, y de paso estrechar vínculos. Es decir, lo que ha sido siempre el hecho mismo de reunirse alrededor de la comida, compartir.