Ensayo de un camarero

Buffet libre: la pesadilla de los camareros en Semana Santa

No hay cosa que más tema un camarero de buffet, que la llegada en masa de turistas a modo de pelotón invadiendo un comedor

Imagen genérica de un buffet.

Imagen genérica de un buffet. / LP / DLP

José Miguel Sánchez

José Miguel Sánchez

Las Palmas de Gran Canaria

Son casi las siete y media de la mañana y los huéspedes van llegando al comedor. Los primeros que llegan siempre son aquellos nórdicos que con sus mallas y sus botas de trekking, buscan un espacio todavía tranquilo para comer su fruta, algún café aguado, sus gachas de avena y salir pitando a alguna de las actividades al aire libre que ofrece la Isla. Estos son los más tranquilos, y suelen ser los más educados con el personal. Pero la tranquilidad no durará mucho… pronto empiezan a llegar los grupos de familia.

Unos corren hacia las mesas que están cerca de las cristaleras, otros hacia los espacios exteriores donde después del desayuno, poder encenderse un cigarrillo; los que apresuran a situarse delante de las estaciones de crepes con Nutella y huevos con bacón, y por último, los resacados que vienen diez minutos antes de cerrar el buffet.

Barra libre de desperdicios

Nada ha cambiado en el buffet libre, sorprende ver como ante la gratuidad de poder elegir lo que más le plazca a uno, confundimos este hecho con realizar un consumo desmesurado de la comida que se ofrece. Platos rebosantes de pasteles, fruta de más que no vas a probar, y combinaciones de alimentos que en un día cotidiano ni te atreverías a preparar. Los más atrevidos se llevan entre toallas y bolsos alguna fruta o bollería para después, como si con el atracón que acaban de zamparse no les resultase suficiente, aguantar hasta el almuerzo. 

Los camareros nunca dejan de sorprenderse retirando una inmensidad de platos repletos de comida que van a la basura, y así, durante las tres horas que dura el desayuno y el posterior almuerzo y cena. ¿A qué responde este comportamiento en la forma en que nos relacionamos con la comida? ¿Qué hay dentro de nosotros que nos libera esas ansias de comer y facilidad para desperdiciar los alimentos?

Quizás aquello de la depresión postvacacional se resuma en que cuando llegas a tu casa tienes que volver a comportarte de forma racional, a que tomas conciencia de que la cesta de la compra no se regala, o a lo mejor es porque has engullido más de lo que tu cuerpo y mente soportan. Disfruten de la Semana Santa, del buen comer y recuerden: “Quien come para vivir, se alimenta; quien vive para comer, revienta”.

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