A fondo

48 horas en las villas más gastronómicas de Canarias

Royal Hideaway Corales Villas, de impoluta apertura, apuesta decididamente por una gastronomía de nivel en cualquier espacio gastronómico: desde la piscina hasta Cráter

Mesa en Corales Villas.

Mesa en Corales Villas. / LP / DLP

José Luis Reina

José Luis Reina

Adeje

Lo podemos catalogar como un recién nacido en Costa Adeje; un proyecto de lujo donde la gastronomía juega un papel determinante, con diferentes espacios dentro del complejo, pero todos ellos jugando en la liga de la excelencia. También, por seguir la metáfora, podemos decir que este recién nacido que nació en palacio, viene apadrinado por uno de los mejores hoteles gastronómicos de Europa, Royal Hideaway Corales Resort, que cuenta en su interior con tres restaurantes distinguidos con estrella Michelin -San Hô, Il Bocconcino y El Rincón de Juan Carlos, este último con dos estrellas y tres soles Repsol-, que se dice pronto.

Si este es el buque insignia, por motivos obvios, este elegante velero que llega a la milla de oro gastronómica de Canarias está a la altura de las expectativas. Y para comprobarlo, lo mejor siempre es ir, papel y boli en mano, a probar todo lo que puede ofrecer este oasis de paz frente al club de golf de Costa Adeje. Fui un fin de semana, además, donde la ocupación estaba casi al 90%, ideal para comprobar las ganas del eficaz personal, desde el sublime desayuno, cortador de jamón incluido y una fantástica oferta de plancha, hasta la coctelería del bar piscina, Materia, que cuenta también con una carta de bocados que ya quisiera cualquier tasca de esas que ningunean al producto y que tristemente abundan.

El chef de Bonfire, Alejandro Garrido.

El chef de Bonfire, Alejandro Garrido. / José Luis Reina

Si bien en el Royal Hideaway Corales Resort la oferta de desayuno, más que consolidada, está considerada como una de las mejores de hotel en España, en estas villas el tema no se queda atrás, y tampoco es un tema menor. Una sala amplia, cómoda, con opción a terraza, con personal siempre atento para cualquier sugerencia... y con un resultado final óptimo. Y eso, insisto, que estaba lleno. Esa noche me esperaba cena en Bonfire, el asador del hotel, del que algo me había llegado a pesar de su juventud, pero que se convirtió en una feliz sorpresa.

Un asador marino, al fin

Por la noche, la sala de imponentes vistas cambia radicalmente. Ya a primera hora de la tarde, uno puede imaginarse ciertas cosas tan solo con el aroma que desprende ese asador al ponerse en marcha, una placentera alarma olfativa que se encarga de adelantar a los huéspedes que la cosa, a medida que el sol se va debilitando, se va poniendo seria. Al frente está el joven cocinero Alejandro Garrido, tinerfeño formado en cocinas tan solventes como la de Martin Berasategui o Aponiente, especializado además en las parrillas vascas, a donde fue a adquirir la sagrada técnica.

Ostra flambeada.

Ostra flambeada. / José Luis Reina

Garrido tiene un talento descomunal, lo pude comprobar con el menú que presentó. Ahora tiene en sus manos, además, unas herramientas para exprimir su talento que debe saber aprovechar para explotar, porque es uno de los cocineros con más futuro en las Islas. Algunos pases del menú: Croqueta melosa de chuleta madurada; ostra francesa flambeada, con ese sabor que le aporta la grasa de chuleta; jurel ahumado con escabeche frío de zanahoria y naranja, ventresca de atún madurada en grasa de chuleta...

Jurel con escabeche.

Jurel con escabeche. / José Luis Reina

Aquello era una buena demostración, sin duda. En sala, por cierto, cercanamente atendido por Ana Cordero, que hizo una gran selección de vinos, y Alberto Michielin, que tiene todo controlado en su terreno. Dos grandes platos más: la lamina de picaña madurada y ese mero madurado con espárrago blanco y ramallo... La brasa siempre presente, esa grasa más que justificada. Era un buen homenaje. Garrido y su equipo dan la cara a la gran sala, y su cocina abierta forma parte del sublime espectáculo. Tras la cena, un rápido paseo por las cocinas, con una parada en esa cámara de maduración de pescados. Apunten el nombre de este cocinero.

De Materia a Cráter

Un clásico negroni sirvió de aperitivo para probar algunos de los bocados en el bar de la piscina. No hay aperitivo mejor, y aquí lo bordan. Anchoas de Santoña con pimiento de piquillo y mantequilla ahumada; brioche de tomate; steak tartar sobre ese brioche; bikini de caviar con lubina ahumada y mantequilla. Y para acabar, ese arroz de pescado local que trajo el propio Garrido, que lo mismo está sirviendo la cena que organizando el desayuno. Y sí, también supervisando la oferta de Materia. Todo esto a escasos metros del agua. Qué importante es mejorar la oferta de estos espacios, que aquí se toman muy en serio. Por algo son unas villas gastronómicas.

Bikini de caviar con lubina.

Bikini de caviar con lubina. / José Luis Reina

El plan fuerte del día, diría que casi de esas 48 horas, llegaría esa noche, en la planta 3, con acceso directo al restaurante. La gran apuesta, Cráter - Identidad Canaria, comandado por Eduardo Domínguez, natural de Fuencaliente, que tras su exitoso paso por San Hô, junto al brillante Adrián Bosch, inicia su gran proyecto. Un homenaje a su tierra, que es Canarias, con una primera parada en La Palma, que es su Isla. Cada temporada se rendirá un homenaje a cada una de las Islas, en forma de un menú que es también un recorrido por la despensa local, resaltando las virtudes patrias, cogiendo lo mejor de aquí y de allá y convirtiéndolo en alta cocina.

Atún patudo en Cráter.

Atún patudo en Cráter. / José Luis Reina

Los propios restaurantes prefieren llamarlo, quizá en exceso, la exaltación de la humildad. Yo prefiero describirlo como la manifestación de un talento descomunal de un cocinero que sabe convertir esa despensa en platos de mucho nivel. Cráter lo tiene todo: una acogedora sala; una pequeña cocina abierta; una terraza espléndida y un gran servicio. Ahí el que manda es Estalin, que maneja a la perfección la parte líquida, demostrándolo con un maridaje de mucha calidad: de lo mejor de Canarias a joyas nacionales y de Francia. Un gran paseo.

El chef de Cráter, Eduardo Domínguez.

El chef de Cráter, Eduardo Domínguez. / José Luis Reina

Domínguez presentó el menú La danza de los enanos, que este año está perfectamente elegido. Como no podía ser de otra manera, el chef se nutre de todas las virtudes que da su Isla, desde el mar hasta la tierra. Hay platos de mucho nivel, como el atún patudo con mojo rojo escabechado "ennegrecido y envejecido", la sopa de picadillo (caldo de picadillo, croqueta del picadillo, tuétano y azafranillo); la judía mantecosa con morena y cilantro o ese caldero de Fuencaliente (cherne, algas, pimienta verde palmera y papa Marciala).

En la parte dulce, el chocomojo (pimienta palmera, chocolate, gofio y miel) ofrece un divertido juego al comensal, antes de la llegada de ese enano de La Palma cargado con los últimos y deliciosos bocados dulces. Fue la mejor despedida de unas 48 horas que sirven para comprobar lo que sospechaba: este nuevo destino dentro del destino gastronómico no se queda a medias ni en el intento. Vuelve a ir a por todas.

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